ARTE

El artista Josep Santamaria prepara dos exposiciones paralelas para la Nit de l’Art en Palma

Un ejercicio de abstracción pictórica de factura impecable

Josep Santamaria abrirá sendas exposiciones individuales en las galerías Pep Llabrés y Xavier Fiol en la Nit de l’Art 2023

Josep Santamaria en su taller.
Josep Santamaria en su taller.

Josep Santamaria (Palma, 1989) es un artista joven que está irrumpiendo con fuerza en el panorama artístico. No en balde el pasado mes de abril inauguró su tercera exposición individual, esta vez en Madrid, en la galería Xavier Fiol, como antesala del despliegue previsto para la Nit de l’Art de este año 2023 en Palma, donde va a exponer de manera paralela en las dos galerías ubicadas en la calle de Sant Jaume, la galería Pep Llabrés y la Xavier Fiol.

Su trabajo, inserto en la larga y nunca agotada tradición del arte abstracto, geométrico, es de factura inmaculada, y los hallazgos en la combinación de zonas y tonalidades, en este difícil campo, muy meritorias. Dado que el trabajo que pude contemplar en la visita al taller, que es el que estaba preparando para mostrar en la Nit, era continuación del mostrado en Madrid en abril, el texto que confeccioné como comisario en esa ocasión sigue vigente, y creo que merece la pena rescatar parte de él aquí.

Decía así: «La geometría permite comprender el mundo. La línea vertical, por ejemplo, proviene del fenómeno de la gravedad, que describe cómo los objetos manifiestan su incapacidad de flotar en el aire y caen. La línea horizontal, a su vez, debe su ser al horizonte del mar, cuya extensión es de tal dimensión que disimula la curvatura de la tierra, enderezándola en un trazo recto e infinito.

Vista parcial de una de las obras de Santamaria.
Vista parcial de una de las obras de Santamaria.

Y es que las apariencias también abogan en favor de la geometría. Aquel movimiento de quien parece querer abandonarnos pero que no termina por materializarse es la cuna del círculo. O también el movimiento de la extremidad de un animal respecto a su eje de rotación, incluso cuando golpea. Rectas y curvas componen la Naturaleza, que siempre pugna por desasirse de esas cadenas. Pero, además, la única manera de acercarse a la intimidad real del universo es a través de la abstracción, pues el átomo y sus múltiples subdivisiones, componentes estructurales de lo real visible pero que en realidad es invisible al ojo humano, sólo es perceptible con el esfuerzo de la imaginación mental, que es la base de toda abstracción.

Una extensa tradición pictórica ha recorrido los senderos de este misterio, así que encontrar hoy en día, casi al final del camino —en el límite, en la frontera, siempre parece que el camino termina, aunque eso no puede saberse—, el talento equilibrado de Josep Santamaria es un regalo de incalculable valor. Más allá de los rescoldos del movimiento Hard Edge, nacido en contraposición al expresionismo abstracto en Estados Unidos de la mano del crítico y comisario Jules Langsner, y uno de cuyos más relevantes representantes es Ellsworth Kelly; más allá de la abstracción geométrica, el Op Art, la Abstracción postpictórica y la pintura de los campos de color, Josep Santamaria procede a gestionar la ordenación de planos y de abismos con la justa proporción, muy particular, de colores cálidos y fríos, delimitados por líneas precisas, estrictas, rectas, curvas y en las últimas series también en formato libre, de manera que cada pieza resulta una suerte de decreto-ley que regula una parte o una zona de la Naturaleza o de la realidad tras ella, en un esfuerzo sisífico del artista frente al proceso imparable de la entropía global.

Pero ese proceso, en su caso, trasciende el mandato regulador del código clásico base de aquellas corrientes, y se ubica en la senda que abriera el escocés Callum Innes, cuyas áreas de color ya han integrado la vibración interna que tanto gustaba a los expresionistas abstractos, y en concreto a Rothko. Si lo gestual, en principio, es un riesgo para la labor que pretende arrinconar el caos, también es cierto que su asunción ponderada permite autentificar, desde lo humano, la eficacia y veracidad del proceso.

Josep Santamaria recorre ese vértigo con admirable maestría, y de esa tensión entre lo estricto geométrico de espíritu cartesiano, y lo fortuito del gesto que hunde sus raíces en el legado de Freud y de Jung, surge, irrefrenable, una obra pictórica que sumerge al espectador en un estado de íntima gratitud hacia la belleza y la perfección del mundo. Algo parecido a lo que se siente al contemplar, por ejemplo, el observatorio astronómico hindú de Jantar Mantar, en Jaipur.

La técnica empleada para la confección de esta obra fascinante parte de un muy depurado esfuerzo previo, materializado en bocetos que parecen haber caído de entre las páginas del Codex Leicester de Leonardo. Son bocetos repletos de líneas que intersectan, y que después toman cuerpo de collage preliminar al paso último de la pintura. Tal vez de ese estadio intermedio, el del collage, que cuenta con líneas de pliegue y de sutura, proviene el estilo de este artista, que trasmite no sólo profundidad al plano del lienzo por medio de la vecindad de los colores seleccionados, sino también lo hace a raíz de ese recurso de la doblez aparente de las áreas.

El espacio se consagra así en el plano, la visión del espectador se desdobla y centellea, y todo queda sujeto a un equilibrio perfecto de tensiones. Que la factura con la que el pigmento ha sido extendido contenga una extraña vibración interna que la hace irreproducible con las técnicas convencionales de hoy en día constituye el último hito. Nada puede compararse, en general, a la contemplación directa de una obra artística, pero lo inaudito es que, en este caso en el que los campos de color plano permanecen a arrebujo de la tradición de los movimientos de la abstracción pictórica, eso ocurra de manera especialmente señalada».

En fin, las dos exposiciones de Josep Santamaria en Palma que podrán verse en la Nit de l’arte del 23 de septiembre creo que valdrán de verdad la pena, y nadie interesado en arte contemporáneo debería perdérselas.

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