Un día junto al líder del CD, en busca de la victoria de su candidato, Iván Duque

De campaña con Uribe, ex presidente y héroe en Colombia

Álvaro Uribe
Álvaro Uribe, en San Vicente de Caguan, de campaña para las presidenciales de Colombia. (Foto: OKD)

Mientras las nubes de los cerros de Bogotá acarician la cordillera, un pequeño avión turboélice, despega con vocación de patria a la puerta de oro de la amazonía colombiana. En poco más de una hora, los ciudadanos de San Vicente del Caguán reciben con fervor al ex presidente de la república Álvaro Uribe, ese hombre que les salvó de la esclavitud de una guerrilla que abusaba de sus mujeres y les vacunaba hasta la asfixia.

Colombia celebra elecciones presidenciales el próximo 27 de mayo y el candidato del Centro Democrático (CD), partido fundado por Uribe a su salida del Palacio de Nariño —fue presidente entre 2002 y 2010— encabeza todas las encuestas. Las que incluso vaticinan que el joven Iván Duque se alzará con un triunfo arrollador en primera vuelta. La clave no está sólo en su discurso, aprendido junto al hombre que da nombre al uribismo, sino la propia figura de Uribe, un héroe para muchos colombianos.

Álvaro Uribe
Álvaro Uribe, de campaña por la Amazonía colombiana. (Foto: OKD)

Allí, Uribe inicia un diálogo con los vecinos mientras saborea quesos trufados con brevas y otras deliciosas frutas. Con la frente empapada por las humedades de la zona, muchos sanvicentunos, nos informan del abandono que el Gobierno de Juan Manuel Santos tiene con una de las zonas más castigadas de el país. Producen unas 700 toneladas de queso salado a la semana muy sabroso pero las grandes cadenas no se deciden a comprar, y 500 cabezas de bovino al día se venden por debajo de justiprecio.

Nos transmiten con cariño una urgente necesidad de cambio, sus gentes nobles y resistentes nos miran con gratitud y esperanza. Entre palmas de gran belleza, arrozales y exuberante vegetación la caravana del líder iberoamericano Álvaro Uribe, serpentea por calzadas de asfaltina, para alcanzar otro vuelo a Florencia, capital del departamento del Caquetá.

Allí, en el centro de la plaza del municipio, de nuevo una gran muchedumbre clama «¡Uribe Uribe, Uribe!» como si de una estrella de Hollywood se tratase, y empieza de nuevo un diálogo con la ciudadanía sin imponer un discurso de catecismo, como ocurre en los mítines de España.

Álvaro Uribe
Álvaro Uribe se toma un descanso consultando su móvil entre encuentros con los habitantes de la Amazonía colombiana. (Foto: OKD)

De repente, me embarga la tristeza al escuchar a una señora que con 78 años no tiene ninguna prestación ni subsidio por parte del Estado. Es el abandono que la falsa paz de Colombia tiene con sus laboriosas y castigadas gentes. Uribe manda a Juan Manuel Daza, un intrépido e inteligente colaborador, tomar los datos de esa pobre ancianita y de compatriotas con dificultades , para interesarse por sus situaciones.

Durante sus ocho años de gobierno, todos los compatriotas fueron escuchados con cariño, tesón y dedicación extrema. Nos espera al sur de Tolima, Chaparral, una localidad deprimida y quejumbrosa por el abandono al que el gabinete Santos les tiene sometidos. Álvaro Uribe se sube aclamado por sus gentes a una camioneta para insuflar aliento y comienza un concatenado e imparable diálogo en dónde la supresión de la dosis personal, la bajada de impuestos y seis días al año de productos sin IVA son el eje conversatorio.

Álvaro Uribe
Álvaro Uribe infvirte jornadas de 17 horas de vuelo en vuelo para visitar los pueblos más extremos de Colombia, junto a colaboradores y a su equipo de campaña. (Foto: OKD)

Pronto debemos abandonar este bello pueblo tolimense, la pista del aeródromo no tiene luz y todavía nos espera Ibagué, capital musical de Colombia y ciudad de más de 600.000 habitantes, dinámica y muy creativa. Alcanzado el destino, en una comuna al sur de la localidad, sus gentes arengan al líder antioqueño y una pletórica y emocionada senadora, Paloma Valencia, ejerce de gran telonera.

Uribe escucha con cariño y les pregunta a las ibaguereñas si le quieren, ante el fervor de esas bellas féminas. La verdad es que 17 horas de intenso trabajo diario bien merecen una palabra de afecto.

En el ocaso del día, sólo le espera una habitación vacía y papeles para seguir construyendo ideas para hacer país, ese que le quiere y le necesita como muro de contención contra los dañinos populismos.

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