El drama de los guardias civiles que luchan contra los narcos: señalan a sus hijos y matan a sus mascotas
Los clanes marcan viviendas y amenazan a menores en colegios para intimidar a los agentes
Tras varias muertes de narcos, se multiplican las amenazas a guardias civiles y sus familiares


En barrios costeros de Andalucía como Sanlúcar de Barrameda, Barbate o Algeciras, los hijos de los guardias civiles que luchan contra el narcotráfico ya no son ajenos a la amenaza. En los últimos meses, se ha detectado un preocupante patrón: los clanes de la droga están empezando a hostigar a las familias de los agentes, señalando a sus menores en los colegios y marcando sus viviendas con mensajes intimidatorios.
Los guardias civiles destinados en estas zonas aseguran que la presión de los narcos ha cruzado todas las líneas. Los delincuentes no sólo siguen a los agentes fuera de servicio, sino que han comenzado a identificar a sus familiares, sobre todo a sus hijos. Las amenazas se extienden desde llamadas anónimas hasta mensajes en redes sociales, pasando por grafitis insultantes y el envenenamiento de mascotas. Para muchos, esta situación ha forzado un cambio drástico en su forma de vida: ya no pasean en familia sin mirar atrás y evitan asistir a eventos escolares o actividades públicas con sus hijos, tal y como admite a OKDIARIO Andalucía un agente que lleva años en la zona y que llegó a tener un puesto de relevancia en OCON-Sur.
La tensión ha escalado especialmente tras la muerte de varios narcotraficantes durante persecuciones en el mar. En uno de los últimos casos, en aguas del Estrecho, un narco murió al intentar huir de una patrullera. Desde entonces, se han multiplicado las amenazas en chats de los entornos delictivos, donde se habla abiertamente de «pasar por encima» de los agentes como forma de venganza.
Este clima de hostilidad se ha visto agravado por la falta de efectivos y recursos. La disolución del OCON-Sur, unidad que había sido clave en la lucha contra el narcotráfico, ha dejado a los agentes en una situación de desprotección. Muchos cuarteles han recibido llamadas amenazantes, mientras los clanes aprovechan la reorganización policial para reforzar su actividad, actuando incluso a plena luz del día y protegidos por individuos armados.
Mientras el Ministerio del Interior de Fernando Grande-Marlaska insiste en que los narcos están «acorralados», los agentes sobre el terreno aseguran que la realidad es otra. Hablan de impunidad, descoordinación y de una escalada de violencia sin precedentes. Y en medio de ese conflicto, las familias, sobre todo los menores, se han convertido en los blancos más vulnerables de una guerra que ya no se libra solo en las aguas o las costas, sino en las aulas y los hogares.
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