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El iPhone Mirroring es el espejismo digital de Apple que no llega a Europa

iPhone Mirroring
Nacho Grosso
  • Nacho Grosso
  • Cádiz (1973) Redactor y editor especializado en tecnología. Escribiendo profesionalmente desde 2017 para medios de difusión y blogs en español.

Dos sistemas, mismo dispositivo, pero una experiencia distinta según el lugar del mundo donde vivas. Con el lanzamiento de macOS Sequoia el año pasado, Apple presentó una función esperada por muchos usuarios, el iPhone Mirroring. Esta novedad permite controlar el iPhone desde el Mac, con acceso a apps, notificaciones, e incluso arrastrar archivos entre dispositivos. En Estados Unidos y otros países ya se puede usar. En la Unión Europea, no.

Y el motivo no es técnico ni de desarrollo, es legal. Según Apple, su ausencia en los países europeos responde a “incertidumbres regulatorias”. Una expresión que, aunque suena ambigua, apunta directamente al nuevo marco legal que impone la UE sobre las grandes tecnológicas, la Ley de Mercados Digitales.

Cortar las alas

La normativa europea tiene como objetivo evitar los abusos de poder de las plataformas dominantes, fomentar la competencia y garantizar que los usuarios no se vean atrapados en ecosistemas cerrados. En teoría, suena bien. Pero cuando se aplica con rigidez, puede tener efectos no deseados.

Según algunos expertos, Apple teme que la nueva función de iPhone Mirroring la obligue a abrir ese acceso también a ordenadores con Windows, sistemas Android o incluso apps de terceros. Esto comprometería, según la propia compañía, la privacidad y seguridad del sistema. El resultado, una vez más, lo sufren los usuarios: los europeos compran los mismos dispositivos que el resto del mundo, pero disfrutan de menos funciones.

La paradoja del progreso restringido

Mientras Apple presenta su iPhone Mirroring como un paso natural hacia una integración más eficiente de sus productos, el mensaje que se lanza en Europa es otro, comprar un Mac y un iPhone no garantiza la experiencia completa. Las funciones avanzadas se retiran por miedo a entrar en conflicto con unas leyes que, paradójicamente, dicen estar pensadas para beneficiar al consumidor.

Y aquí surge la contradicción más evidente. Si se trata de proteger al usuario, ¿por qué se le priva de acceder a una función que ha sido diseñada específicamente para su comodidad? ¿No debería ser el usuario quien elija si activa o no esa opción?

El coste oculto de una UE hiperregulada

No es la primera vez que los usuarios europeos sufren las consecuencias de este tipo de legislación. Ya ocurrió con otras funciones, como el FaceTime con llamadas grupales en el pasado o el retraso en la implementación de servicios como Apple Pay Later. Ahora, con iOS 26 y MacOS Tahoe , se repite la historia.

Las grandes tecnológicas deben cumplir reglas, por supuesto. Pero cuando esas normas generan un escenario de inseguridad jurídica hasta el punto de que una empresa prefiera bloquear una función que ajustarla al marco legal, algo está fallando. El problema no es tanto la intención de la ley como su aplicación inflexible.

Lo que dicen los usuarios y nadie escucha

En los foros y redes sociales, no son pocos los usuarios que han expresado su frustración. Muchos entienden la necesidad de una regulación responsable, pero no aceptan que eso implique pagar más por dispositivos que luego no ofrecen lo mismo. El argumento es claro, si la UE quiere proteger, que lo haga sin empobrecer la experiencia digital. Al final, el consumidor se convierte en rehén de una pugna entre instituciones y corporaciones. Y ni unos ni otros parecen realmente interesados en escuchar lo que quiere quien más debería contar en todo esto.

Europa como freno a la innovación

También hay quien ve en esta decisión un movimiento táctico de Apple. No es la primera vez que la compañía utiliza el contexto legal europeo para marcar límites o enviar mensajes velados a los reguladores. Quizás el iPhone Mirroring no está bloqueado por miedo al DMA, sino como presión para que ciertas disposiciones se suavicen o se interpreten con más flexibilidad. Sea cual sea la estrategia, el resultado es el mismo, que los europeos tenemos menos.

Una experiencia digital desigual

Lo que en Estados Unidos será una rutina diaria, responder mensajes de WhatsApp del iPhone desde el Mac, arrastrar archivos o acceder a apps móviles sin levantar el teléfono, en Europa sigue siendo ciencia ficción. La llamada convergencia digital se aplica con letra pequeña. Y quienes apuestan por el ecosistema Apple se encuentran de nuevo con restricciones que no aparecen en el marketing. La realidad es tozuda. Comprar productos Apple en Europa ya no es garantía de tener acceso a todo lo que ofrece la marca.

Una llamada a replantear el enfoque

Este caso es una muestra más de que la regulación tecnológica necesita una evolución. No solo en su contenido, sino también en su manera de aplicarse. Las leyes deben proteger, sí, pero también fomentar la innovación y la competitividad. No se trata de permitirlo todo, sino de tener la capacidad de analizar caso por caso sin meter a todas las funciones en el mismo saco.

Una regulación eficaz es aquella que tiene en cuenta no solo lo que prohíbe, sino también lo que impide. Y cuando lo que impide es mejorar la experiencia del usuario, hay algo que conviene revisar.

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