Nuevos vídeos desmontan el caso de «la manada de Murcia»
Casi un año después de que tres hermanas denunciaran una agresión sexual en grupo nuevos vídeos grabados antes y después de la presunta agresión ponen en duda su versión de los hechos
El juez quiere continuar la instrucción pese a la oposición de la Fiscalía
Casi 11 meses después, un juez de Murcia sigue empeñado en mantener como investigados a tres jóvenes afganos acusados de lo que se vendió como una brutal agresión sexual en Murcia en la Nochevieja pasada. Se les bautizó como «la manada de Murcia». Y lo hace pese a la abrumadora cantidad de pruebas que apuntan a que más que a una nueva violación en manada, que las hay y las ha habido, tal vez estemos ante una denuncia falsa inmisericorde para con los imputados.
OKDIARIO ha tenido acceso a parte del material probatorio que el juez del caso tiene sobre la mesa, vídeos incluidos, vídeos por supuesto que no afectan a la intimidad de los protagonistas de esta historia, pero que dejan muy a las claras los abundantes indicios que hacen pensar que sí, que esto no fue una violación sino relaciones consentidas por parte de todos sus protagonistas. Y no solo es este medio el que llega a esa conclusión, ni siquiera sólo la defensa de los procesados. Lo más sorprendente es que Fiscalía coincide con esa conclusión, y en un escrito al que ha tenido acceso este diario pide que la causa sea archivada, aunque no se anime a solicitar que se investigue a las jóvenes por denuncia falsa. Eso sí que lo persigue, y sin atisbo de desánimo, la defensa de los denunciados. Por cierto, a estas alturas del caso, se han practicado pruebas y diligencias, se han descargado y visionado en el juzgado todos los vídeos -alguno acompaña a este reportaje- y se ha tomado declaración a las tres hermanas. Sin embargo, los investigados, los presuntos componentes de la manada de Murcia, no han declarado ante un juez que anuncia su intención de mantenerlos como investigados contra el criterio del fiscal.
Esta situación ha llevado a que Melecio Castaño, letrado que ejerce la defensa de la presunta manada de Murcia, dirija un duro escrito contra el juzgado en el que describe las conclusiones a las que tanto él como Fiscalía llegan tras el análisis de las pruebas.
«Hace falta tener mucha templanza para ver en esas imágenes el comportamiento de las denunciantes, divirtiéndose con mis patrocinados, excitándose con ellos, besándose con ellos, riendo con ellos, haciendo gestitos de la victoria en los selfies, etc., en los momentos inmediatamente posteriores a que, según su indecente denuncia, hubieran sido agredidas sexualmente, primero en el local de copas y luego en las casas de los chicos».
Para entender el tono del letrado, que en su último recurso se extiende en la valoración de las pruebas y en la incomprensión que le produce la actitud del juez, hay que hacer un somero repaso de los hechos y las evidencias. Dos hermanas estadounidenses viajan a Murcia a visitar a una tercera que estudia allí. En Nochevieja salen y conocen a tres jóvenes de origen afgano. Dos residentes en Murcia y uno recién llegado de Suecia donde realiza estudios universitarios. La noche acaba con las parejas repartidas en dos casas, la de la joven estudiante y la de los jóvenes investigados. Al día siguiente las jóvenes los denuncian por una presunta agresión grupal, abandonan el país y nada se volverá a saber de ellas hasta que el mes pasado declararon a través de videoconferencia desde Estados Unidos. Los acusados permanecen acusados, así que uno de ellos ya no pudo regresar jamás a continuar con sus estudios universitarios. Atendiendo a lo anterior, ¿por qué dudar de las hermanas? Para empezar por varios vídeos. Los que acompañan este artículo son los de las cámaras de seguridad de la estación de autobuses de Murcia. En las imágenes se puede ver a las tres parejas, a los seis protagonistas, caminar abrazados, en actitud amistosa y despidiéndose con besos. El comportamiento no es el esperado tras una agresión sexual. Podría suceder con una víctima, tal vez con dos, pero con tres a la vez en un lugar público y frecuentado por transeúntes es más complicado de asumir. En este punto conviene recordar las valoraciones de las pruebas «pro-reo», en caso de duda.
Sin embargo, no son esos vídeos los más importantes. Antes y después de las presuntas agresiones los jóvenes grabaron vídeos con sus teléfonos en los que aparecen con las chicas que acaban de conocer esa noche. Hasta que esos vídeos puedan ver la luz la defensa de los acusados hace una descripción más que llamativa de ese material.
«¿No le indignaría ver con sus propios ojos en esos videos que son las ‘mancilladas’ las que se ‘comen’ a besos a sus propios victimarios después de los hechos? ¿No le reventaría por dentro verlas riendo con ellos, divirtiéndose con ellos, todo ello en contraste con la crítica situación vivida por los investigados? ¿O el ver cómo una de ellas no tenía empacho en volverse a acostar con su ‘liberticida’ en otra casa a los pocos minutos de haber sido supuestamente víctima de todo un cuadro de tortura sexual? ¿O escuchar a otra decir sin sonrojo alguno que reparó al día siguiente en que toda esa juerga sexual tan apasionante había sido en realidad una violación?».
Independientemente de la vehemencia del letrado lo que cuenta en este párrafo se acerca muchísimo al contenido de esos vídeos: jóvenes veinteañeros besándose, riendo, y abrazándose antes de la presunta agresión sexual, y lo que es mucho más importante, también después. Un trío de parejas despidiéndose en la mañana de Año Nuevo. Todo documentado, todo grabado, pero la causa sigue. Veremos qué responde el juez ahora y si sigue adelante con el caso de la manada de Murcia.
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