Santoral

¿Qué santos se celebran hoy, sábado 20 de abril de 2024?

santos 20 abril
Santa Inés da Motepulciano
Blanca Espada

¿Qué santos se celebran hoy, sábado 20 de abril de 2024? En la rica y variada tradición de la Iglesia Católica, cada día del año está marcado por la celebración de uno o más santos, recordando a aquellos que, a través de sus vidas de fe, esperanza y caridad, han sido ejemplos luminosos de la gracia de Dios en el mundo. Estas celebraciones nos conectan no solo con la historia de la Iglesia, sino también con las virtudes y los desafíos que enfrentaron estos hombres y mujeres, cuyas vidas continúan inspirando a fieles de todo el mundo.

El sábado 20 de abril de 2024, la Iglesia Católica conmemora sin embargo a tan solo dos figuras: Santa Inés de Montepulciano y San Aniceto. Ambos santos, aunque separados por siglos y circunstancias de vida, comparten el testimonio de una fe inquebrantable y un compromiso con la vida cristiana que trasciende el tiempo y las fronteras geográficas y de sus vidas os hablamos al detalle a continuación.

Santa Inés de Montepulciano

Santa Inés de Montepulciano nació aproximadamente en 1270, proveniente de la distinguida familia Segni, cuyos miembros eran acaudalados terratenientes de Graciano, ubicado cerca de Orvieto en la región de la Toscana.

A la temprana edad de nueve años, logra obtener el consentimiento de su familia para adoptar el hábito de «saco» que caracterizaba a las religiosas de un monasterio en Montepulciano, llamadas así por la sencillez y austeridad de sus vestimentas.

Al cumplir quince años, junto con su mentora Margarita, estableció un nuevo monasterio en Proceno, situado a unos cien kilómetros de Montepulciano. Su juventud no impidió que el obispo local reconociera su notable madurez y la designara abadesa de este convento, cargo que ocupó durante dieciséis años. Durante este período, realizó dos viajes a Roma; uno de ellos fue una visita corta motivada por razones caritativas, y el otro tuvo el propósito de asegurar la protección de su fundación contra posibles ambiciones y usurpaciones, un riesgo real tanto para los bienes gestionados por hombres como por mujeres en aquella época.

Los habitantes de Montepulciano, reconociendo el beneficio espiritual que el monasterio de Proceno ofrecía más allá de sus puertas, instaron a Inés a que estableciera una fundación similar en su ciudad natal, con la esperanza de transformar espiritualmente a la juventud local. Inspirada por la oración y la percepción de la voluntad divina, Inés decidió fundar un nuevo monasterio en un lugar marcado por la presencia de casas de mala fama, contando con el apoyo económico de familiares, amigos y vecinos. Una visión le reveló que debía embarcarse en esta misión bajo la guía de Santo Domingo, después de haber sido invitada simbólicamente a unirse a él por San Agustín y San Francisco.

Esta nueva fundación se alineó con el espíritu y las prácticas de Santo Domingo, contando con el apoyo espiritual de los dominicos para ella y su comunidad. A pesar de su deteriorada salud y los intentos de sus monjas por encontrar cura en aguas termales cercanas, Inés falleció en 1317.

Raimundo de Capua, principal cronista de la vida y milagros de Santa Inés, recopiló no solo detalles biográficos sino también una abundancia de fenómenos sobrenaturales vividos por la santa y verificados por testigos oculares creíbles y documentados notarialmente, contribuyendo así a destacar su vida santa con el sello del milagro. Entre estos se cuenta el maná que aparecía en su manto tras orar, las rosas que brotaban donde se arrodillaba, y un encuentro místico con la Virgen María y el Niño Jesús.

Santa Catalina de Siena, quien nació años después y también fue dominica, se sintió profundamente inspirada por las virtudes de Inés. En sus escritos, Catalina enfatizó la humildad, amor por la cruz, y la fidelidad a la voluntad divina de Inés, considerándola un modelo a seguir en su propio camino de fe. El mayor tributo a Inés fue expresado por Catalina en su «Diálogo», donde Jesucristo alaba a Inés por su servicio humilde y constante desde la infancia hasta su muerte.

Santa Inés fue canonizada por el Papa Benedicto XIII en 1726.

San Aniceto

San Aniceto, originario de Emesa en Siria, ocupó el papado como el undécimo sucesor directo de San Pedro, ejerciendo su liderazgo sobre la Iglesia Católica entre los años 157 y 167. Como muchos de los primeros papas, su vida concluyó en el martirio.

Durante su pontificado, Aniceto tuvo que hacer frente no solo a la hostilidad del Imperio Romano sino también a un desafío interno más insidioso: la confusión espiritual generada por el gnosticismo.

Uno de los desafíos más significativos de su liderazgo fue la disputa respecto a la fecha de celebración de la Pascua. Policarpo, el obispo de Esmirna y antiguo discípulo de San Juan, visitó Roma ya en su vejez (entre 160 y 162) para dialogar con Aniceto sobre esta cuestión. La tradición oriental, representada por Policarpo, fijaba la Pascua en el 14 de Nisan independientemente del día de la semana en que cayera, mientras que la práctica occidental la situaba siempre en domingo. A pesar de sus desacuerdos, Eusebio destaca que, aunque no llegaron a un consenso, Policarpo y Aniceto mantuvieron sus relaciones en términos de fraternidad cristiana; Aniceto incluso permitió que el anciano obispo celebrara la Pascua según la costumbre de su comunidad en Esmirna.

Respecto a su fallecimiento, los detalles específicos y definitivos son escasos. Se cree que fue sepultado en el cementerio de San Calixto, lugar de descanso frecuente para los papas.

En 1590, la reliquia de su cabeza fue entregada al arzobispo de Múnich, Minucio, y hoy se venera en la iglesia jesuita de esa ciudad. Sus restos yacen en un sarcófago situado en el altar mayor de la capilla del Pontificio Colegio Español en Roma.

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