El doloroso relato por la pérdida de una madre por coronavirus en una residencia

“No te dejan verla ya fallecida, ni te dicen qué hacen con ella, supongo que estará en una bolsa con una etiqueta”

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Residencia de ancianos. Archivo.
María Villardón

Jaime y Ana (nombres ficticios) han perdido a su madre causa del coronavirus. Una realidad que, desgraciadamente, está siendo una vivencia diaria por cientos de familias españolas. Vivía en una residencia de mayores de Madrid y, según explican en una carta que ha llegado hasta la redacción de OKDIARIO, cuando estalló la crisis sanitaria del COVID-19, intentaron llevársela de allí porque aún estaba sana, pero podía contagiarse si se desencadenada algún caso entre los residentes. Hace una semana sucedió el peor de los presagios, su madre se había infectado y no podían hacer nada.

Ahora, y tras las pérdida, tanto Ana como Jaime, han querido mostrar la dureza de un proceso para el que nadie está preparado. «Esta carta va dirigida a todos los familiares que han perdido un ser querido por el COVID-19, sobre todo en una residencia de ancianos. Nuestro dolor es el vuestro», comienzan la misiva.

«Esto no es justo, no es correcto, no es humano»

«Me gustaría ser un caso aislado, pero lamentablemente sé que no lo soy, lo cual me entristece aún más. Preferiría estar durmiendo, pero no puedo. No me gusta contar mis cosas personales, pero es que esto no es justo, no es correcto y no es humano, y necesito desahogo porque ni siquiera puedo sentir el abrazo de mi familia y de mis amigos», explican en la carta.

Pero, además, señalan, «a esta sensación le acompaña la niebla y la mentira en la que los políticos se parapetan y se dirigen a nosotros. El dolor se transforma en rabia porque la gente se merece un respeto en su vida, en el tránsito y en la muerte, pero esto no se está cumpliendo. Las residencias se han convertido en morgues en vida, donde la muerte pasea por las habitaciones y se lleva a los inocentes; y se los lleva solos y desamparados».

En su escrito, Jaime y Ana, también dirigen sus palabras a los políticos «todos, del color que sean» porque «han condenado a muerte a nuestros mayores, en cambio se les llena la boca cuando hablan de ellos. Les han abandonado sin recursos, sin pruebas mínimas para comprobar si los pocos que con toda su buena intención les podían ayudar, les estaban traspasando el virus y por tanto la condena».

La madre de Ana y Jaime, según detallan en su carta, llevaba confinada un mes, como todos los ancianos de la residencia, pero hace sólo una semana llegó el peor de los presagios: se había contagiado de coronavirus. «Así que el plan –de confinamiento– no funcionó; o quizá el plan era distinto al que nos contaron y entonces sí funcionó. Si hubiera habido pruebas a los trabajadores y residentes, seguramente se podrían haber organizado y volvería en breve a ver su sonrisa, pero ya no va a ser posible».

«Han condenado a muerte a nuestros mayores»

Por el contrario, se lamentan, «hay que aguantar cómo dicen que hay 30 denuncias cursadas a residencias, pero ¡¡qué valor tienen!! Si les han dado la espalda, les han abandonado como a los de clase inferior en el Titanic, que se ahoguen y se hundan. ¡¡No valen ya para nada!!». Añaden, además, que «los Geriatras de la Comunidad de Madrid recomendaban encarecidamente a los directores de las residencias no sacar ancianos de las residencias para llevarlos a los hospitales. Las residencias han pedido ayuda a los hospitales y éstos, al estar desbordados, no han podido atenderles».

«Brillantes los médicos y personal sanitario, los verdaderos héroes de todo esto –junto con otros colectivos–, tenemos familia directa que lucha todos los días por salvar vidas en el hospital, sin medios, con el riesgo de su propia vida», escriben en su carta.

«No te dejan entrar a verla ya fallecida, no te dicen dónde se la llevan, qué van a hacer con ella»

«Pero no, no queda ahí, un día te llaman y te dicen que a tu madre, que ha sido secuestrada sin poder salir y sin que la puedas sacar, le ha subido la fiebre y le han puesto oxígeno, por lo que la amenaza de muerte se consolida, pero que tú no puedes hacer nada, no te puedes acercar, darle la mano, darle un beso, decirle que la quieres o abrazarla. Nada», se lamentan.

«Sólo puedes contar las horas hasta su ejecución; que efectivamente se consuma tiempo después. Pero no, tampoco acaba aquí, no te dejan entrar a verla ya fallecida, no te dicen dónde se la llevan, qué van a hacer con ella. Supongo que estará en una bolsa con una etiqueta», dice el desgarrador testimonio.

«Al tiempo, y con frialdad extrema, te comunican que con suerte en unos meses –sí, meses– recibirás unas cenizas que habrá que creer que son las suyas. Al dolor de perder una madre que era tan querida, se le suma no poder velarla, sin poder darle ese último beso, sin poder enterrarla. Hasta que esto acabe, pasa el duelo como puedas, pues ya os digo que esto no está en ningún manual; no hay nadie preparado para este drama».

«¿Qué sociedad deshumanizada hemos desarrollado?»

Pero, ¿qué sociedad deshumanizada hemos desarrollado? ¿Cómo se puede soportar esto? Es desgarrador y macabro, pero, ¿por qué tenemos que agachar la cabeza y tragar? Menos mal que hoy todo el mundo sonríe porque solo han muerto 630 y casi todos son ancianos. Bienvenidos a la sociedad del bienestar (cuando todo te va bien, claro)», cuentan a punto de poner fin a la misiva dirigida  a las personas que han perdidos a su familiares por el COVID-19.

Y concluyen con un mensaje directamente a su madre: «Mamá, te queremos y te echaremos de menos cada minuto de nuestra vida. Tu fuerza y tu alegría nos acompañará siempre. Lo has hecho mejor imposible como madre y abuela. No nos creemos aún que te hayas ido».

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