La investigación por la muerte de la hija de Ana Julia se cerró sin interrogarla por «una crisis nerviosa»

Ana Julia Quezada
En el centro, fachada del número 41 del camino de la Casa de la Vega, donde murió la hija de Ana Julia Quezada.
Carlos Cuesta

La investigación por la muerte de la hija de Ana Julia Quezada se cerró sin interrogar a la madre a causa de su estado nervioso. Los agentes dieron por concluida la investigación de la muerte, que calificaron como «accidental», y no volvieron a intentar recoger el testimonio de la madre en días posteriores.

Los hechos se produjeron en Burgos el año 1996. La hija mayor de Ana Julia, de 4 años de edad, se mató cayendo desde un séptimo piso. La niña pudo caer, en teoría, porque en el cuarto de juegos de las dos hijas menores –de 4 y 2 años– las ventanas, contraventanas y persianas estaban totalmente abiertas. Pero la investigación no pudo avanzar mucho más en ese momento: cuando se personó la Policía, el estado de nerviosismo de Ana Julia desaconsejó su interrogatorio. Posteriormente se dio carpetazo al caso sin llegar a interrogarla en una situación más calmada.

La descripción realizada por los investigadores muestra un escenario perfecto, casi preparado para que se produjera el fatal desenlace. Las ventanas y contraventanas abiertas por completo. Y una mesa dispuesta de tal manera que permitía escalar con cierta facilidad hasta el hueco abierto al patio interior del edificio de viviendas. Y todo, tal y como lo refleja el informe ocular del agente que investigó lo ocurrido, el 10 de marzo de 1996 en el camino de la Casa de la Vega, 41, en Burgos.

Un 10 de marzo en Burgos no es precisamente pleno verano, ni mucho menos. Y una ventana abierta por la noche, o a las 7:30 de la mañana, es capaz de enfriar toda la casa en menos de una hora. Pero, o estaban abiertas por un adulto, o las tendría que haber abierto una niña de cuatro años tras trepar por una mesa.

Las dobles ventanas —separadas por una cámara intermedia de 30 centímetros— eran correderas. Es decir, que cuando una mitad está abierta, la otra tiene que estar cerrada. Y la mitad que estaba abierta era la que tenía justo delante de la mesa de juegos por la que se podía escalar hasta la ventana.

Un escenario propicio para el accidente

El texto del informe ocular relata esta escena tal y como se la encontró la Policía: “Personado en dicho lugar el funcionario actuante observa lo siguiente. En el interior del patio de luces del inmueble mencionado al que se accede desde la vivienda del piso primero se encontraba el cuerpo sin vida de una niña de corta edad en posición decúbito supino y con las piernas y brazos abiertos y flexionados y vistiendo un pijama de color blanco con rayas de color rosa”.

El cuerpo estaba postrado “a unos 3 metros de la pared y en la vertical de la ventana que se hallaba abierta en el séptimo piso“. A su lado se encontraba “un muñeco de peluche azul con forma de un ciempiés”.

“Se realiza una inspección ocular en el domicilio de la niña, situado en el séptimo piso letra C en presencia de su padre adoptivo Miguel Ángel Redondo Domingo, no hallando nada anormal tanto en el dormitorio, como en la habitación de juegos, desde cuya ventana se precipitó al patio”.

El agente, eso sí, describe la “mesa de niños, de 43 cm de alto y de 40 × 45 cm de base, desde la que, al parecer, se subió a la ventana”. Pese a lo que aún quedaba un relativo camino hasta los “80 cm del suelo” a los que se encontraba la ventana.

Allí “se hallaban abiertas casi en su totalidad las hojas derechas [de la ventana], correspondientes al lugar donde estaba situada la mesa de juegos, y la persiana estaba subida casi hasta arriba”. Es decir, que todo estaba en condiciones perfectas para que una niña pequeña pudiese atravesar el camino hasta caer al vacío.

La madre tuvo que llegar y acostar a las niñas después de “las 22:30”, la hora a la que se acostó el marido “sin saber a qué hora se acostarían sus hijas y la madre, toda vez que él lo hizo el primero”. Y la muerte tuvo que ser antes de las 7:30 porque a esa hora se despertó Ángel y descubrió lo ocurrido.

Pero, pese a todo ello, sólo se pudo hablar con el padre adoptivo en ese momento. Ella estaba muy nerviosa. Y, posteriormente, se decidió considerar la muerte como accidental. Sin llegar a interrogar a Ana Julia.

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