Neurología

Por qué el frío estimula el apetito en el cerebro

comer frío cerebro
Una mujer come compulsivamente chocolate.

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Se acercan cambios estacionales en los que notarás que a medida que baja la temperatura, tus niveles de hambre aumentan. O, en un día más frío de lo normal, es posible que te resulte más difícil saciar el apetito. El clima más frío parece hacer que la gente sienta más hambre y es natural comer comidas más abundantes durante el invierno o en los días más fríos de cualquier estación.

Los mamíferos automáticamente queman más energía para mantener la temperatura corporal normal cuando se exponen al frío como documenta una investigación. Este aumento del gasto energético activado por el frío desencadena un incremento del apetito y de la alimentación, aunque se desconocía el mecanismo específico que lo controlaba. Sin embargo, un nuevo estudio, publicado en ‘Nature’, identifica un grupo de neuronas que funcionan como un «interruptor» para este comportamiento de búsqueda de alimentos relacionado con el frío en ratones. El descubrimiento podría conducir a posibles terapias para la salud metabólica y la pérdida de peso.

«Este es un mecanismo de adaptación fundamental en los mamíferos y abordarlo con tratamientos futuros podría permitir mejorar los beneficios metabólicos del frío u otras formas de quema de grasa», ha dice el coautor principal del estudio, Li Ye, del Scripps Research. El primer autor del estudio ha sido Ye Lab, Neeraj Lal.

Mayor consumo de energía

Debido a que la exposición a bajas temperaturas conduce a una mayor quema de energía para mantenerse caliente, se han explorado la inmersión en agua fría y otras formas de «terapia de frío» como métodos para perder peso y mejorar la salud metabólica. Un inconveniente de las mismas  es que las respuestas evolucionadas de los humanos al frío no están diseñadas para provocar pérdida de peso (un efecto que podría haber sido fatal durante los frecuentes períodos de escasez de alimentos en los tiempos premodernos). El frío, al igual que la dieta y el ejercicio, aumenta el apetito para contrarrestar cualquier efecto de pérdida de peso. En el estudio, Ye y su equipo se propusieron identificar los circuitos cerebrales que median este aumento del apetito inducido por el frío.

Una de sus primeras observaciones fue que, con la aparición de temperaturas frías,  los ratones aumentan su búsqueda de alimento sólo después de un retraso de aproximadamente seis horas, lo que sugiere que este cambio de comportamiento no es simplemente un resultado directo de la sensación de frío. Utilizando técnicas llamadas limpieza de todo el cerebro y microscopía de lámina de luz, los investigadores compararon la actividad de las neuronas en todo el cerebro durante condiciones frías ‘versus’ cálidas. Pronto hicieron una observación clave: si bien la mayor parte de la actividad neuronal en el cerebro era mucho menor en condiciones de frío, partes de una región llamada tálamo mostraban una mayor activación.

La clave

Finalmente, el equipo se centró en un grupo específico de neuronas llamado núcleo xifoides del tálamo de la línea media, mostrando que la actividad en las mismas aumentaba en condiciones de frío justo antes de que los ratones salieran de su letargo inducido por bajas temperaturas para buscar comida. Cuando había menos comida disponible al inicio de la condición de frío, el aumento de la actividad en el núcleo xifoides fue aún mayor, lo que sugiere que estas neuronas responden a un déficit de energía inducido por el mismo en lugar de la caída del termómetro en sí.

Cuando los investigadores activaron artificialmente estas neuronas, los ratones aumentaron su búsqueda de alimento, pero no otras actividades. De manera similar, cuando el equipo inhibió la actividad de las mismas, los roedores disminuyeron su búsqueda de comida. Estos efectos aparecieron sólo en condiciones de frío, lo que implica que las temperaturas bajas  proporcionan una señal separada que también debe estar presente para que se produzcan cambios en el apetito.

En una última serie de experimentos, el equipo demostró que estas neuronas del núcleo xifoides se proyectan a una región del cerebro llamada núcleo accumbens, un área conocida desde hace mucho tiempo por su papel en la integración de señales de recompensa y aversión para guiar el comportamiento, incluido el comportamiento alimentario.

En última instancia, estos resultados pueden tener relevancia clínica, ha afirmado Ye, porque sugieren la posibilidad de bloquear el aumento habitual del apetito inducido por el frío, permitiendo que regímenes relativamente simples de exposición al mismo  impulsen la pérdida de peso de manera mucho más eficiente.

«Uno de nuestros objetivos clave ahora es descubrir cómo desacoplar el aumento del apetito del aumento del gasto energético. También queremos descubrir si este mecanismo de aumento del apetito inducido por el frío es parte de un mecanismo más amplio que utiliza el cuerpo para compensar el gasto energético adicional, por ejemplo después del ejercicio», ha insistido.

Estudios anteriores

Esta investigación se suma a otras anteriores que han identificado otros mecanismos por los que el apetito aumenta en invierno. Así otra posible razón del aumento del mismo podría ser cómo el frío afecta las hormonas. Un estudio de 2019 publicado en ‘Nutrition & Metabolism’ encontró que los niveles de leptina (la hormona que ayuda a provocar la saciedad) eran más altos en temperaturas más cálidas y más bajos en las más frías. Pero la investigación sobre este tema no es concluyente. 

Una revisión publicada en ‘Frontiers in Neuroscience’ explica que los cambios en los ritmos circadianos (resultado de menos horas de luz en el invierno) pueden afectar los niveles circulantes de muchas hormonas. En particular, los niveles de leptina y grelina (una hormona que provoca hambre) fluctúan según las estaciones. Sin embargo, sus resultados sugirieron que los niveles de leptina en realidad aumentaron en el invierno, mientras que los niveles de grelina disminuyeron, contrariamente a los hallazgos del estudio de 2019. Se necesita más investigación para aclarar las conexiones entre las estaciones, las temperaturas y los niveles hormonales, particularmente leptina y grelina.

Recordar, no obstante, que otros ensayos han encontrado que, aunque la exposición a corto plazo a temperaturas frías puede aumentar el gasto energético total, existe una variabilidad significativa entre los sujetos (lo que significa que puede afectar a diferentes personas de manera distinta).

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