Feliz sin dinero: o cómo renunciar al consumo para salir ganando
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Alcanzar la felicidad cuesta mucho más de lo que nos pensamos. En más de una ocasión te habrás parado a pensar en todo el tiempo que desperdicias haciendo algo que no te gusta, como puede ser el empleo que tienes y en el que inviertes doce horas al día a cambio de un sueldo precario. En ocasiones toca elegir también entre el dinero y el tiempo libre, ya que ambos parecen incompatibles. A continuación te explicamos si se puede ser feliz sin dinero o como renunciar al consumo para salir ganando.
Desde bien jóvenes nos inculcan la importancia de conseguir un empleo para sentirse libres e independientes. El dinero, en definitiva, se ocupa de comprar esa felicidad. Sin embargo, en ciertas ocasiones nos damos cuenta de que eso no es cierto del todo. Acabamos atándonos a una rutina productiva, limitándose nuestra vida a trabajar, dormir y consumir.
Por suerte, cada vez hay más personas que cuestionan este modelo de vida. Uno de ellos, el alemán Raphael Fellmer, que durante una de sus estancias en México empezó a valorar el concepto de la renta básica universal, pero decidió dar un paso más ambicioso y pensó en un mundo sin dinero. En 2009 emprendió un nuevo y probó la posibilidad de vivir sin recursos económicos. Para ello se marcó realizar un viaje con salida desde La Haya hasta México, en donde hay más de 25.000 kilómetros de distancia entre los dos puntos.
El viaje se tiñó de incertidumbre, pero las incógnitas que tenía se fueron disipando con el paso de los días gracias a la generosidad de las personas que se fue encontrando. También sacó mucha rentabilidad a la mala costumbre que existe en la sociedad occidental de tirar toneladas de comida en correcto estado. Valoró mucho la “bondad” de la gente, ese interés por “compartir” lo que tenían, asegura Fellmer. Añade que resultó “fascinante ver a tantas personas que aun teniendo poco, a veces nada, siempre estaba dispuesta a compartir sin esperar algo a cambio”.
Sin lugar a dudas supuso uno de los grandes momentos de su vida, en donde para subsistir tuvo que compartir techo, alimentos o vehículos. Se les consideraba a él y a sus amigos unos auténticos locos que se habían marcado el objetivo de cruzar el mundo sin dinero en los bolsillos. En total invirtieron once meses y como compañeros de viaje solo emplearon unas mochilas solares, un poco de ropa, un filtrador de agua, jabón concentrado y unos cuadernos. Aquel viaje les cambió la vida para siempre.
Cinco años después de aquella aventura este alemán continúa comprometido con una vida sin dinero, sin gastos, sin cuentas bancarias y sin consumos innecesarios. Reside con su esposa y sus dos hijos en viviendas que les ceden o en donde son acogidos. Su alimentación se basa en aquellos productos que desechan los supermercados semanalmente y que están en correcto estado para consumir. Intenta moverse en bicicleta, carece de teléfono móvil y la ropa que utiliza es reciclada. En caso de necesidad, siempre encuentra personas dispuestas a colaborar.