¿Eres adicto al móvil? Principales señales para saber si sufres nomofobia
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¿Cuánto tiempo eres capaz de pasar sin mirar el móvil?, ¿Te lo llevas a todos lados?, ¿Duermes cerca de él?, ¿Has sentido alguna vez que el móvil vibra sin ni siquiera tenerlo encima?…
Has de saber que no eres el único. Según el último estudio de We Are Social, Actualmente dedicamos una media de 3 horas diarias al uso del móvil, y cada día somos un poco más dependientes de él.
Más allá de un dispositivo para realizar llamadas telefónicas, la cantidad de cosas que podemos hacer con ellos hacen que los utilicemos constantemente y, sobre todo, que seamos incapaces de separarnos de ellos. Hábitos que, si no controlamos, pueden convertirse fácilmente en nomofobia; o lo que es lo mismo: adicción al móvil.
Adicto al móvil/Nomofobia: cómo detectarlo
Nomofobia es un anglicismo que proviene de «nomophobia» (no-mobile-phone-phobia) y se utiliza para designar el malestar emocional que radica en la falsa sensación de estar incomunicado por no tener el móvil cerca.
Normalmente, según explica María del Mar Díaz Lainez, Responsable de Psicología Clínica en el Centro Quirónprevención Príncipe de Vergara, la persona que sufre nomofobia siente un miedo irracional o angustia desproporcionada por la falta del móvil, hasta tal punto que sus rutinas y relaciones interpersonales se ven afectadas.
¿Por qué nos hacemos adictos al móvil?
Vivimos en un escenario de sobreexposición a las pantallas: Los niños obtienen su primer móvil entre los 10-14 años, y no es extraño ver a niños de 2 y 3 años utilizando el móvil de sus padres habitualmente, a lo que se le suma que los adolescentes actuales ya han nacido en plena era digital.
Según explica la Dra. Díaz Lainez, la sobreexposición por sí sola, “no es causa suficiente para desarrollar nomofobia, pero unida a falta de aceptación personal, problemas de autoestima o poca tolerancia a la frustración, pueden llegar a convertir al móvil y las redes sociales en un refugio o en una vía de escape de la realidad para los más jóvenes”. Por eso, recuerda, “es imprescindible contar con una educación y un modelo de familia que actúen como factores protectores de cara a una futura adicción”.
En este sentido es importante también, añade, “diferenciar entre dependencia y adicción” porque, “aunque los smartphones han revolucionado nuestras vidas y la forma que tenemos de comunicarnos, también se han convertido en un aparato de seguridad que lo hace indispensable para nosotros”. “Esto puede hacernos dependientes del móvil, pero no adictos”, aclara.
Máxima atención a los adolescentes
Raro es el adolescente que hoy en día no dispone de un dispositivo telefónico con acceso a internet. Y aunque es cierto que en ocasiones pueden ser muy útiles, un mal uso del móvil puede llevar al aislamiento del menor, a que invierta menos tiempo en otras actividades, e incluso a trastocar su ciclo del sueño.
Para evitar que los adolescentes desarrollen una adicción al móvil, desde Quirónprevención recomiendan estar muy atentos a si revisan el dispositivo de manera compulsiva para comprobar las notificaciones, si les produce malestar no poder consultarlo, si se ponen nerviosos cuando alguien no les contesta a un mensaje, o si se enfadan en exceso al no tener buena conexión o al limitarles el uso del teléfono.
Del mismo modo, es característico el hecho de que siempre lleven encima cargadores portátiles por miedo a quedarse sin batería, que no sepan disfrutar de su tiempo de ocio si no tienen el móvil en la mano, o incluso que les cueste socializar.
También es importante que los jóvenes no se habitúen a dormir con el dispositivo muy cerca, incluso dentro de la cama o debajo de la almohada. La necesidad constante de revisar el teléfono puede causar ansiedad e insomnio.
¿Qué consecuencias puede traernos la adicción al móvil/nomofobia?
La continua exposición a las pantallas provoca una sobreestimulación en el cerebro, que se acostumbra a ello y hace que el mundo resulte aburrido. En el caso de los niños, la sobreexposición puede desembocar en un déficit de atención, falta de paciencia e irritabilidad. A nivel emocional los más pequeños acaban asociando mirar el móvil a entretenimiento, por lo que la negativa o las rutinas les producen malestar.
La Dra. Díaz Lainez advierte de que “como en cualquier adicción, con el tiempo se genera tolerancia”, y “los estímulos que funcionaban en un principio dejan de hacerlo después, por lo que cada vez se necesitan mayores dosis para provocar los mismos efectos”.
“Debemos pensar que un cerebro adicto marca fuertemente la personalidad y puede trastocar la concepción del mundo para una persona joven, volviéndola incluso peligrosa”; incide, “por lo que la necesidad continua de estímulos, y el aburrimiento causado por la vida normal, puede provocar ansiedad y problemas emocionales en un futuro, así como problemas de relación o de autoestima”.
En estos casos, y ante cualquier indicio de nomofobia, o adicción al móvil, lo más recomendable insisten desde Quirónprevención, es buscar el asesoramiento de un profesional especializado en este tipo de adicciones para tratarlo cuanto antes y evitar que el trastorno vaya a más.