¿Cómo deberían prepararse los expertos para las pandemias del futuro?
Los expertos se preparan para las pandemias del futuro fomentando la flexibilidad de los equipos ante crisis puntuales de menor envergadura
La práctica en pequeños momentos críticos es más útil que hacer informes para grandes crisis que acaban metidos en un cajón, dicen los especialistas
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La intensivista Lennie Derde, de la Universidad de Utrech (Holanda) ha presentado en el Simposio Internacional de Medicina Intensiva y de Emergencias (ISICEM23) las estrategias más prácticas para dar la mejor respuesta posible a las crisis sanitarias del futuro.
Lennie Derde, especialista que preside REMAP-CAP, una plataforma para innovar en la investigación en el campo de la medicina intensiva, tiene claro que en lugar de prepararse con documentos pensados para crisis que no son frecuentes «y acaban metidos tres décadas en un cajón», y no sirven porque no se han actualizado, los equipos médicos deben aprender de los brotes de menor envergadura. Sobre esas situaciones, la literatura científica es abundante, está disponible y actualizada. De hecho, ella recuerda artículos de este tipo publicados en la revista Chest, que se utilizaron mucho durante los primeros meses de la pandemia.
«Las crisis se parecen mucho entre sí, ya sea un incidente nuclear o una pandemia, al menos en las dos primeras semanas», indica. Las crisis «menores», como un brote de gripe estacional son desencadenantes de situaciones en las que los equipos pueden «curtirse» de cara a los posibles grandes retos del futuro. Tanto los profesionales como los sistemas pueden adaptarse para ofrecer respuestas cada vez mejores, en su opinión. No obstante, es difícil adquirir «resiliencia», esa capacidad de adaptación en el término de moda, cuando hay escasez de personal, admitía en su intervención.
Esperar lo mejor, prepararse para lo peor
Una de las estrategias es «liberar» pacientes que puedan ser controlados fuera de la UCI, incluso a domicilio, con los equipos adecuados. Es otro de los aspectos en los cuales la práctica continuada en pequeñas crisis sucesivas ofrece mayor experiencia.
Sobre las decisiones difíciles cuando hay que decidir a quién tratar en un momento crítico, razona que lo mejor es abordar, a fondo, las implicaciones éticas de antemano. De hecho, hacerlo así es algo que permite, en cierta medida, aliviar la carga psicológica que acarrea sobre los responsables de los servicios de emergencia.
«Tenemos que aprovechar estos periodos de ‘paz’ para prepararnos para esas ‘guerras’ que son las crisis. Las decisiones críticas sobre a quién se trata en una situación de emergencia no deben tomarse bajo la presión de la prisa, sino ser procesos automatizados, producto de una reflexión pública y exhaustiva sobre sus aspectos éticos», ha dicho.
En muchos hospitales hay reticencia a abordar el tema. «Parte del personal está tan quemado con el Covid que reniega de las lecciones que podríamos aprender y mejorar en nuestro trabajo; el resultado es que hay poca gente que realmente vaya camino de ser mejor para la próxima pandemia», ha lamentado.
No debería descartarse que la próxima gran crisis sanitaria llegue relativamente pronto, porque debido a la globalización, la urbanización y el cambio climático, los problemas pueden alcanzar grandes dimensiones a un ritmo extraordinariamente rápido, indica. «Igual la próxima pandemia está a la vuelta de la esquina, no lo sabemos», añade.
Por eso, el personal médico, los servicios de cuidados intensivos y los gobiernos deben dedicar tiempo a adquirir nuevas habilidades desde la experiencia de la pandemia.