Villanos hasta la sepultura

Villanos hasta la sepultura

Son la reencarnación del Mal y lo han probado destilando veneno hasta en el patético momento de protagonizar el desarme de la señorita Pepis. Achatarrados en su organización, víctimas del amateurismo de los últimos tiempos, portavoces de la sinrazón y la bilis de siempre, los criminales que hoy campan por sus respetos con las manos manchadas de sangre han llegado a su meta de odio. Eso significa que han cruzado la raya poniendo metralletas y dinamita encima de la mesa tal y como de lejos intuimos que lo harían: sin arrepentirse, porque se lo impide su villanía; sin pedir perdón, porque su ADN de destrucción frena cualquier acción con una pizca de humanidad; y, por supuesto, agrediendo y ofendiendo a las víctimas; mostrándose, en fin, como estandartes de lo vil y lo bastardo.

No tienen arreglo. El numerito protagonizado ante Cake Minuesa por ‘el carnicero de Mondragón’ es categórico. Siempre un paso adelante en su repugnante carrera de rencor. Despertemos de nuestra ingenuidad y abramos los ojos como platos ante un escenario idílico de paz y concordia que no existe. Porque en su cinismo de capucha y pistola, quienes hoy ya han puesto pie y medio en las instituciones vascas no se bajarán del burro de su intolerancia. Por eso exigen lo que en modo ufano y tirando de retórica marxista —tampoco ahí ha variado su estilo— denominan ‘desmilitarización’ del País Vasco. Por eso echan pestes del Cuerpo Nacional de Policía y la Guardia Civil, y de unos bravos agentes que tirando de coraje han aplastado una y otra vez a estas malas bestias para llevarles al rincón, a la desesperación, a la asfixia. Por eso entienden que los asesinos que hoy saldan su deuda de sangre con la sociedad en lejanas cárceles deben volver urgentemente a sus casas para ser recibidos como héroes.

Las manifestaciones humillantes de estas máquinas de matar, ya a cara descubierta, en las que anuncian la facilidad que tendrían para volver a comprar un revólver mañana mismo no pueden caer en saco roto. Porque son la quintaesencia de la chulería y la inquina. Porque sacan a la luz las sucias entrañas de los peores personajes de la historia de España anunciando que su voluntad de producir sufrimiento y dolor y daños materiales y humanos sigue intacta: ya sin apretar el gatillo, simplemente introduciendo la intolerancia en la vida pública, dividiendo en trincheras a la sociedad; sólo, a veces, dirigiendo miradas asesinas que invariablemente viajan en una única y misma dirección.

Sí. Se ha clausurado un tiempo de bombas lapa y tiros en la nuca. Se ha echado el telón de la extorsión, de las amenazas letales con cronómetro cuenta atrás. Y aún así, los demócratas nos hallamos ante un nuevo desafío ante el que sólo podremos prevalecer si permanecemos unidos y sólidos, sin retroceder. La causa del terrorismo es su propio éxito. Y no cabe dar medio paso atrás ante la intimidación y los chantajes que los epígonos de Txapote o Ternera u Otegi ya están poniendo en circulación. La explotación de la victoria real del Estado de Derecho frente a ETA aún está por conquistar.

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