Las tres brujas de Macbeth
Todos los separatistas mienten sobre la misma cosa pero de distinta manera. En lo único en que están de acuerdo los líderes de las dos instituciones políticas más relevantes de Cataluña —la Generalidad y la Alcaldía de Barcelona— es en cómo subdividir y, de paso, estafar a España. Para seguir siendo un capo en una sociedad golpista hay que ser un aficionado en todo, nunca un profesional. Basta con verter falsa emoción envenenada sobre los adeptos. Que reclutar imbéciles a través de una causa iconoclasta sin sentido siempre fue tarea fácil.
La fregona Puigdemont, el místico Junqueras y la erótica Colau han propiciado el auge del desastre del nordeste de la península ibérica, reventando el buen convivir de los hispanos. Sin tales brujos ineptos, sin esas tres brujas de Macbeth revividas, no habría sido posible la ruina momentánea de dicha región, porque las provincias catalanas volverán a ser las prósperas que fueron una vez que encarcelemos a todos esos sediciosos y enviemos a la hoguera a esos chamanes que se han empeñado en sembrar el desasosiego en nuestra gran nación.
Tal tragedia de Shakespeare señala el camino cuesta abajo adonde lleva la ambición de un mejillón a la fuga que se pudre en Bruselas. Condenado, por cobarde, a un exilio que se ha sacado de la manga, a Puigdemont le queda alimentar el falso sueño de volver a España para disfrutar de una vida en prisión y convertirse en una réplica de Nelson Mandela. Tan zafio resulta este personaje. Junqueras prefiere penar sus actos entre barrotes y convencer a los jueces de que cree en Dios. Dichos golpistas basura, no merecen salir de donde están.
Otra que merece ir a la trena de inmediato es la Colau. Tras arruinar, y de qué modo, la Alcaldía de Barcelona, se ha transformado en la nueva e irreverente víbora que odia a todo aquél que se considere, además de catalán, un ciudadano español. Sólo por el mal que destila la arpía y por el daño que le ha hecho a cuanto tenga que ver con España, debería ser defenestrada. Afortunadamente, las últimas encuestas, colocan a esta alcaldesa en vías de extinción. Una ciudad con la categoría de Barcelona, más que una bruja, merece una diosa.