El tono es distinto, pero lo malo es que Pedro y Pablo piensan lo mismo
El problema del socialcomunismo es que ha hecho suyo el discurso cainita que el ex vicepresidente segundo del Gobierno Pablo Iglesias defiende ahora como método para hacer frente a la derecha española: «Sólo respeta la fuerza», ha dicho. Y a continuación ha lanzado una amenaza que no tiene nada de velada: «Hay que tratarla como se merece». «Creo que la derecha española sabe bien lo que hace. A veces siento una cierta envidia de que a la derecha no le tiembla la mano y a la izquierda a veces sí. Me gustaría una izquierda con la mano dura y con la contundencia que tiene la derecha para ciertas cosas». Eso de la «mano dura» se presta a interpretaciones, pero viniendo de quien viene la frase parece obvio que Pablo Iglesias apuesta por lo que ha apostado siempre -tampoco es ninguna novedad-: por imponer sin contemplaciones el guión de quienes pretenden retorcer por la fuerza los valores de la democracia. Lo de Iglesias, para entendernos, es de manual: a nuestros adversarios, palo y tente tieso. La estrategia de un tirano. «Yo creo -ha dicho- que a veces en la izquierda deberíamos aprender que en política hay que ser contundentes y no estar tan preocupados por el qué dirán y que la derecha española solamente respeta la fuerza, no respeta las razones. Yo sé que esto puede ser muy impopular y habrá quién diga ‘no, es que nosotros no podemos ser como ellos’. Con la experiencia histórica de este país, a la derecha española hay que tratarla como se merece».
Un tipo como este, toda una amenaza para la convivencia democrática, ha sido vicepresidente del Gobierno de España. Con un tipo como este, un matón sin escrúpulos, y con su gente ha gobernado en coalición Pedro Sánchez, el mismo que ahora acusa a la derecha de practicar el matonismo político. Puede que Iglesias y Sánchez difieran en el tono, pero lo malo es que uno y otro no piensan muy distinto.