Y tan virtuales, Pedro Sánchez

Y tan virtuales, Pedro Sánchez

Recordarán ustedes que la ministra de Educación se comprometió a poner ordenadores a disposición de los alumnos con menos recursos en el curso 2020-2021 para que pudiesen seguir virtualmente las clases en los momentos en los que hubiera que cerrar aulas por el Covid. Pues bien: la Comunidad de Madrid acaba de recibir la confirmación, tras insistentes reclamaciones, de que los ordenadores no llegarán hasta junio. O sea, cuando haya acabado el curso escolar. O sea, Pedro Sánchez, por una vez, ha cumplido su palabra: los ordenadores eran virtuales en el sentido más profundo del término virtual; esto es, sólo existían de forma aparente y no real.

A la Comunidad de Madrid iban a corresponderle 30.000 ordenadores, pero como no llegaban nunca, el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso decidió adquirir por su cuenta 70.000 ordenadores que ha repartido hace ya meses. Además, Madrid ha comprado 6.000 cámaras para poder dar clases de manera telemática. El Ejecutivo autonómico ha invertido 33 millones de euros con el fin de garantizar que los alumnos puedan desarrollar la actividad educativa, tanto presencial como semipresencial, ante las necesidades generadas por el Covid-19. A eso se llama rapidez de reflejos y el convencimiento de que la promesa de Sánchez no se iba a hacer realidad.

Eso sí, otras comunidades, la mayoría gobernadas por el PSOE, sí han empezado a recibir los terminales cofinanciados por el Gobierno. Tarde, pero los ordenadores están llegando a Aragón, Asturias, Canarias, Castilla-La Mancha, Extremadura, Galicia e Islas Baleares. De todas ellas, sólo Galicia no está gobernada por los socialistas. Qué casualidad.

Conclusión: el convenio para poner en marcha el programa «Educa en digital» para movilizar hasta 260 millones de euros con el objetivo de «digitalizar la Educación» no ha llegado a Madrid y si lo hace será cuando los más pequeños sean universitarios. Porque eso de que se entregarán en junio hay que ponerlo en cuarentena. Al fin y al cabo, los ordenadores de Sánchez eran virtuales de verdad. Verdaderamente irreales.

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