El tamaño no importa (a veces)

Pedro Sánchez

Cuando eres socialista, el tamaño no importa en absoluto. Vean la gigantesca chapuza de los trenes en Cantabria, que el Gobierno ha encargado convoyes que no caben en los túneles, y ha hecho dimitir al que traía los cafés y al encargado de la fotocopiadora. Ahí siguen en sus cargos, impasible el ademán, la ministra del ramo y el presidente de Renfe. Esto le pasa a un Gobierno del PP y tendríamos a un centenar de liberados de la UGT y de CCOO colgados de un túnel para protestar, y tres escraches de las entidades de consumo del entorno socialista y podemita haciendo escraches ante la casa del ministro/a de Transportes.

Recuerdo como a un consejero de la Generalitat, entonces del PSC y que ahora ha vuelto al Gobierno autonómico de la mano de ERC – Quim Nadal – se le hundió una buena parte del barrio del Carmelo en Barcelona por una chapuza en la construcción del Metro de Barcelona y, sorpresa, tampoco dimitió. Eso de pedir responsabilidades por parte de la izquierda queda para los políticos ‘fachas’. De hecho, de los sobrecostes de la L9 del metro barcelonés (más de 5.000 millones de desviación sobre el importe previsto), buena parte de ellos en la etapa socialista en el Govern, apenas nunca más se supo. La corrupción en España sólo existe si se apellida Gürtel y la chapuza sólo se pone en evidencia cuando la culpa es del PP. Cosas de la política mediática de unos y de otros.

Vean los «efectos indeseados» de la ley del sólo sí es sí. Avisaron a Sánchez de lo que iba a pasar, pero dentro de su política de ‘todo vale para estar un día más en Moncloa’ decidió no enfrentarse a la tropa de Pablo Iglesias para aprobar sin sobresaltos en las Cortes los presupuestos, la eliminación de la sedición y la rebaja de la malversación. Y la chapuza se convirtió en la ley más ‘protectora’ para las mujeres. Y durante semanas Sánchez defendió que no había «efectos indeseados» y que era una ley magnífica. Socialistas y podemitas todos unidos para defender una normativa parida por el Gobierno más progresista de la historia. Cuando el roto se ha hecho evidente, y el coste electoral se prevé elevado, entonces juegan a hacer de Pimpinela, esas peleas de broma en plan «la culpa es tuya», «no, es tuya», «no me comprendes», «nunca me quisiste»… Pero ni se rompe el Gobierno ni ningún ministro deja su poltrona. Puro teatrillo para marcar perfil diferenciado justo antes de la doble convocatoria electoral, para volver a pactar a los cinco minutos de que se cierren las urnas.

El tamaño de la trola no importa si eres del PSOE, de ahí que se gobierne «con los que me quitarían el sueño» (Podemos), se haya indultado a los que nunca se iba a indultar, o se haya eliminado la sedición para contentar a los golpistas a los que iba a perseguir el Gobierno, porque «¿de quién depende la Fiscalía?». Que a estas alturas sigan sacando pecho unos ministerios en manos de Podemos que sólo sirven para gastar y para enchufar a indocumentados, ya que, en palabras de la influencer Pam, las personas como ella (por suerte) no acostumbran a formar parte de un Gobierno democrático, es una prueba más de cómo los partidos de la izquierda instalada han dejado de ser útiles a la sociedad española, para convertirse en una maquinaria de repartir favores.

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