Hallazgo histórico: encuentran una cordillera de hace 500 millones de años que reescribe la historia de la geología

Durante buena parte del siglo XX, la Antártida fue considerada un bloque geológicamente pasivo, con poca actividad tectónica en comparación con otros continentes. Sin embargo, los últimos estudios indican que este territorio estuvo marcado por una dinámica interna en su pasado remoto. Bajo su superficie helada se esconde una cordillera que sorprendió a los geólogos.
Esta formación fue objeto de análisis recientes que apuntan a una historia mucho más activa de lo que se pensaba. Las rocas que la componen, en su mayoría graníticas, revelaron múltiples episodios de deformación vinculados a ciclos de levantamiento y erosión, lo que demuestra que esta cordillera no fue para nada estática a lo largo del tiempo.
¿Cuál es la cordillera de hace 500 millones de años que revolucionó a la geología?
En la Antártida Oriental, los Montes Subglaciales Gamburtsev representan un punto de inflexión para la geología moderna. Esta cordillera, completamente enterrada bajo varios kilómetros de hielo, presenta una antigüedad estimada en 500 millones de años. Su descubrimiento, en 1958, fue posible gracias a técnicas sísmicas empleadas por una expedición soviética.
Estos montes alcanzaron altitudes similares a los Alpes y se formaron como resultado de la colisión de bloques continentales que dieron origen al supercontinente Gondwana.
El proceso geodinámico involucró la fusión parcial de rocas y la acumulación de material en la corteza terrestre, lo que generó una elevación significativa en la región.
Con el paso del tiempo, la propia masa de estas formaciones provocó su hundimiento parcial. La cobertura glaciar posterior actuó como un conservante natural, manteniéndolas en un estado casi intacto durante cientos de millones de años.
Fragmentos de estas rocas han sido hallados cerca del glaciar Denman, lo que podría ofrecer nuevas pistas sobre su extensión y estructura interna.
¿Por qué lo hallado en los montes Gamburtsev es vital para los geólogos?
El análisis de minerales como el circón ha sido esencial para reconstruir la cronología de estas cordilleras. Este mineral actúa como un registro térmico y químico de los procesos geológicos, permitiendo datar con precisión eventos como el levantamiento, colapso y erosión de las montañas enterradas.
Los datos obtenidos indican que la elevación de los montes Gamburtsev comenzó hace unos 650 millones de años, alcanzó su punto máximo en torno a los 580 millones y comenzó a colapsar hace aproximadamente 500 millones.
Durante ese lapso, la actividad del manto terrestre jugó un papel fundamental, generando flujos de roca caliente que favorecieron la inestabilidad estructural de la cordillera.
Estos procesos, aunque subterráneos y lentos, tuvieron implicaciones visibles en la evolución de la superficie del continente. La presencia de una cordillera de gran envergadura influyó en la circulación del hielo y en la distribución de los glaciares, lo que a su vez afectó a los patrones climáticos del planeta.
Cambios tectónicos de la cordillera y su impacto climático en la Antártida
Uno de los puntos destacados del estudio liderado por el geólogo Timothy Paulsen, publicado en la revista Earth and Planetary Science Letters, es la relación directa entre la evolución de estas cordilleras y las transformaciones de las placas tectónicas en la región.
Los ciclos de formación y erosión de estas montañas contribuyeron a redirigir la circulación de masas de hielo, lo que habría tenido efectos directos sobre el clima global.
Este vínculo entre relieve subglacial y dinámica climática pone de manifiesto la importancia de la topografía enterrada en los procesos geológicos y atmosféricos. En ese sentido, la Antártida emerge como un laboratorio natural para entender cómo el subsuelo puede condicionar fenómenos en la superficie, incluso en contextos tan extremos como los polares.
Aunque buena parte de estas estructuras permanece inaccesible debido a la gruesa capa de hielo, los avances tecnológicos permiten realizar estudios más precisos mediante sensores sísmicos y análisis geoquímicos. A medida que se desarrollen nuevas herramientas, será posible obtener una imagen más completa del sistema montañoso oculto bajo la Antártida.
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