Los socialistas históricos deben ser rotundos

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Felipe González, en una entrevista en la radio, se ha mostrado muy crítico con Sánchez y sus posibles intenciones de conceder la convocatoria de un referéndum de independencia de Cataluña y de la aprobación de una amnistía para Puigdemont y los suyos. Es cierto que lo ha criticado de manera abierta y que ha dicho que no cabe en la Constitución. Al mismo tiempo, ha afirmado que no es progresismo algo en lo que esté Junts.

De la misma manera, Alfonso Guerra también ha mostrado muy crítico en otra entrevista radiofónica con las intenciones de Sánchez, la deriva por la que está llevando al PSOE y sus intenciones para tratar de conservar el poder destrozando la Transición. Almunia, Jáuregui y Sevilla también han criticado la amnistía, aunque habrían estado mucho mejor no apoyando a Sánchez en las elecciones, como hicieron.

De los socialistas con poder territorial, Lambán y Page también se han mostrado en desacuerdo, pero simplemente diciendo que la amnistía no tiene cabida en la Constitución.

Más claramente, Nicolás Redondo Terreros, que, junto con Jaime Mayor Oreja, trazó el camino para poder desalojar al nacionalismo del gobierno autónomo vasco, aunque en ese momento no lo consiguiese, ha sido mucho más rotundo, al decir que «seguirá llamándose PSOE, pero no será el partido al que me afilié hace cuarenta años» y que en ese PSOE él no tiene cabida. Igual de rotundos también han sido Joaquín Leguina, José Luis Corcuera, Tomás Gómez y algunos otros socialistas destacados, como quedó claro en el documental El autócrata.

Es imprescindible que todos ellos sean tremendamente claros, al estilo de Redondo o de Leguina, por ejemplo. Felipe González y Alfonso Guerra deberían decir que lo que pretende hacer Sánchez no es propio del PSOE que ellos refundaron en Suresnes en 1974 y al que despojaron de la ideología marxista en 1979. Deben decir claramente que si Sánchez concede la amnistía ataca a la Transición, como ya han dicho ellos, pero deben dar un paso más y deben decir que eso no lo pueden permitir ni los cuadros ni las bases del PSOE. Deben ser rotundos y no buscar siempre alguna justificación para decir que los votan, aunque esta vez les haya costado más, porque con esas justificaciones blanquean a Sánchez y a su política.

Es el momento de que alcen firmemente la voz para que el propio PSOE, al igual que hizo en octubre de 2016, se rebele contra lo que Sánchez trata de hacer e impida el ataque frontal a la Constitución y a la Transición que protagonizará y encabezará de conceder la amnistía. Deben decir que no se puede gobernar a cualquier precio y que el PSOE debe dejar que gobierne la lista más votada y que los diputados socialistas deben hacer eso.

Es probable que no les hagan ningún caso, pero su responsabilidad es tratar de remover la conciencia de algunos socialistas que no quieren eso, pero que temen a Sánchez y al aparato del partido, para que se sientan respaldados y no apoyen esa barbaridad que está dispuesta a hacer Sánchez para seguir en la cabecera del banco azul.

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