Si no despierta la Unión Europea…

Unión Europea

Si se analiza detalladamente la política de la Unión Europea (UE), la más grandiosa transnacional política del mundo, todo lo que no sea economía y euro parece importarle poco, y los problemas internos/nacionales de algunos estados miembros son eso, «problemas internos». Salvo que, en efecto, se trate de Hungría o Polonia, dos países que saben muy bien lo que fueron los gulags comunistas.

El columnista no tiene reparo alguno en manifestarse desde siempre y antaño como un fervoroso de la Unión. ¿Se imaginan qué hubiera sido la pandemia sin ser socios del club político más selecto del mundo? ¿Qué sería de las empresas españolas si todavía tuvieran que transitar con la peseta? La ruina y el caos, no se engañen los euroescépticos. Ahí está, como botón de muestra, el ejemplo reciente del Reino Unido con una economía mucho más potente que la nuestra.

Pero el entusiasmo europeo no significa, más bien todo lo contrario, cerrar los ojos a todo lo negativo que desde el punto de vista del columnista ocurre por esos lares. Los españoles, desde el ingreso en la UE, fueron los ciudadanos más proclives a «más Europa» precisamente cuando los problemas eran mayores y más numerosos. Si ante todo gran problema interno en los estados miembros –algunos afectan a la propia esencia y valores de la Unión, como es el caso de España con los independentistas– la UE decide que no quiere entrar, es muy posible que suceda como recientemente ha ocurrido en los Países Bajos, antes en Hungría, Polonia, Italia y muy posiblemente también vaya a tener lugar en Francia o en la gran Alemania. El entusiasmo europeísta decae y llegan gobiernos profundamente euroescépticos cuando no abiertamente partidarios de abandonar la transnacional europea.

Lo anterior me lleva precisamente a hacer un recuerdo sobre los agujeros negros que construyen en Bruselas. Europa sí, obviamente, pero al margen de la enorme casta burocrática que lleva enquistada desde hace muchos lustros y que consume una gran parte del dinero que los ciudadanos ponen para que aquello funcione.

Observo con preocupación esa deriva antieuropea que, desgraciadamente, se asienta sobre argumentos que llegan fácilmente a los ciudadanos de la Unión; especialmente, si hay movimientos políticos que saben utilizarlos con habilidad e incluso con falsería.

¡Cuidado!

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