Si la Fiscalía no interviene contra Echenique y Mayoral será porque Sánchez no quiere
Después de que Pablo Echenique y Rafael Mayoral, portavoz y coportavoz de Podemos en el Congreso, hayan alentado los actos violentos protagonizados por grupos de extrema izquierda en las calles de Madrid y Barcelona, la Fiscalía del Estado tiene que intervenir con carácter de urgencia, porque sus manifestaciones constituyen un delito de incitación a la violencia y de odio contra las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, además del de enaltecimiento del terrorismo callejero. Los dos dirigentes de Podemos no han dudado en ponerse del lado de quienes arrasaron todo a su paso, causando destrozos en numerosos establecimientos, y se enfrentaron violentamente a la Policía en una actitud más propia de auténticas guerrillas urbanas.
Echenique y Mayoral han traspasado todas las líneas rojas; su actitud no es que sea irresponsable, sino que es sencillamente delictiva. Si la Fiscalía no interviene será porque Pedro Sánchez no quiere. El Ministerio Público no puede permanecer de canto ni un minuto más. Si quiere recuperar parte del prestigio perdido tiene que hacer valer su autonomía y proceder contra los diputados podemitas que han alentado los gravísimos incidentes registrados en Madrid y Barcelona. ¿Qué más pruebas necesita el Ministerio Público? ¿Qué más tienen que decir los portavoces podemitas para que el organismo que dirige Dolores Delgado abandone su escandalosa pasividad? ¿En qué país estamos que quien tiene que velar por el cumplimiento de la ley permanece cruzado de brazos?
Las declaraciones de Echenique y Mayoral, además de repugnantes desde un punto de vista moral, representan una incitación en toda regla a vulnerar las leyes. Si el Estado de Derecho permite que ambos diputados se vayan de rositas, la democracia española amenaza con precipitarse por el camino del descrédito. Cuando Iglesias dice que nuestra democracia no es plena tiene razón, pero no por lo que argumenta el líder podemita, sino porque permite que Iglesias y los suyos se salten las más elementales normas de la convivencia democrática al secundar la violenta actitud de una legión de delincuentes.