Sánchez supera al capitán del Titanic

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El próximo 14 de abril se recordará el 79º aniversario del hundimiento del Titanic. Todos hemos leído, visto y escuchado hablar de lo ocurrido en aquel fatídico día. El papel del capitán del barco, Edward J. Smith, sigue aún rodeado de sombras. Mientras que la comisión de investigación lo eximió de cualquier responsabilidad, posteriores investigaciones han conducido una revisión del papel ejercido por Smith durante aquella noche del choque con un iceberg. Si bien no son pocos historiadores los que le acusan de ser el único responsable del hundimiento del trasatlántico y de la cadena de negligencias que sólo salvaron 705 vidas de las 2.227 que viajaban en la embarcación, también es cierto que aguantó, como máximo responsable, hasta los últimos instantes del barco. Y allí, en las gélidas aguas del Atlántico Norte, falleció.

Muchas de sus decisiones fueron erróneas, es cierto, pero fueron suyas. ¿Qué hubiera ocurrido si hubiera sido el primero en subirse a los botes salvavidas y dejar el barco a su suerte? No sólo la historia lo habría juzgado como el máximo responsable del hundimiento, sino que además se habría convertido en uno de los mayores felones y cobardes de la historia contemporánea.

Si hacemos un paralelismo similar con Pedro Sánchez al frente de ese barco que se llama España, Sánchez representa al capitán Smith, en el peor escenario posible, abandonando sus responsabilidades y abriéndose camino entre todos los españolitos de a pie para subirse al primer bote con el que salvar el tipo tras chocar con la pandemia del coronavirus. Y no sólo se trata de una frivolidad, sino que muestra el verdadero rostro de irresponsabilidad que rodea al presidente del Gobierno.

El capitán Smith no abandonó su responsabilidad cuando el Titanic colisionó con el iceberg. Sánchez lo hizo, corrió y saltó para salvarse. No ha habido ningún presidente de ningún país serio que haya eludido sus obligaciones como ha hecho el español con la pandemia y, además, que se permita el lujo de ir repartiendo credenciales, cual chamán político, de “buenos gestores pandémicos” entre los presidentes autonómicos. La gestión de la pandemia era cosa suya, es cosa suya y seguirá siendo cosa suya mientras sea jefe del Ejecutivo. A él se le deben los peores datos del mundo con mayor tasa de mortalidad, las chapuzas en la compra de material, el peor dato mundial en contagio de sanitarios, el negacionismo inicial con la pandemia, los mensajes contradictorios y las expectativas falsas.

Es increíble ver la manipulación de los voceros monclovitas y del propio Sánchez lanzados a la causa para derribar a Isabel Díaz Ayuso con los medios más viles, burdos y falsarios a su alcance a cuenta del coronavirus. El pasado jueves pudimos ver como Pedro Piqueras trataba de hacer un trampantojo con la baja incidencia de la Comunidad Valenciana durante la entrevista que le realizó.

Que Piqueras ponga el ejemplo valenciano donde se ha hundido el turismo, la hostelería, familias y la economía en general, es el clásico ejemplo de la distopía progre. Las incompetentes políticas de Ximo Puig y Mónica Oltra, sumadas a las de su jefe supremo en Moncloa, no sólo han condenado la economía a los peores niveles de hace casi 100 años, sino que encima no han servido para salvar vidas.

La Comunidad Valenciana, una región de menos de 5 millones de habitantes, acumula más fallecidos en lo que llevamos de año que toda la Comunidad de Madrid con casi 7 millones de individuos.

Las muertes en la Comunidad Valenciana han crecido en un 34% respecto al año pasado, algo que no ha ocurrido en ningún otro rincón de nuestro país. Por supuesto, eso no es resultado sólo del socialcomunismo de Puig y Oltra, es responsabilidad principal del capitán del barco cegado en su adanismo por los turiferarios de turno. El problema de Puig y Oltra, como el de muchos otros, es que cuando uno empieza a aplaudir la ineptitud del capitán del barco, su incompetencia te acaba contagiando.

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