Sánchez-separatistas: un paripé para imbéciles

Sánchez independentistas

Una enorme mentira, una descomunal ficción. Todo lo tienen atado y bien atado. Toda esta vorágine, realmente insufrible, de comunicados y contracomunicados responde únicamente al acuerdo tácito del proceso porque a los separatistas de Junqueras -ya lo ha reconocido él- les trae por una higa que les hayan espiado. Es más, no descarten que Junqueras haya obtenido del recadero de Sánchez, Félix Bolaños, la promesa de que le pasarán las cintas, si es que no se las ha pasado ya, de los exordios de Puigdemont, Torrá, Torrent y demás ralea. Incluso de su correligionario Aragonés. Así, el orondo presidente de Esquerra Republicana se enterará de lo que han tramado, y traman, sus colegas de golpe de Estado. Todo atado y bien atado que diría Franco, ahora llamado por los más recalcitrantes de Vox: «El Benemérito de Cuelgamuros», lugar donde estuvo enterrado el general hasta que Bolaños se lo mercadeó a El Pardo.

Los independentistas han puesto a Sánchez una serie de condiciones muy severas para, supuestamente, hacer las paces. Entre ellas, una inasumible por complicada: a saber, el acceso a los contratos que el CNI haya suscrito en estos años con diferencias agencias, extranjeras las más, de investigación, tipo la NCO Group propietaria de Pegasus. Son exigencias para, ya lo verán, ser rebajadas en su momento. Ahora lo que más interesa a los golpistas de octubre del 17 es que Sánchez viaje a Barcelona acompañado de todo su séquito de ganapanes para ser recibido en Pedralbles (al estilo de Pedralbes 1) por la cuadrilla de Aragonés. Sánchez hace como que se resiste y hasta el momento ha logrado, esa es la verdad, que la reunión «de Estado a Estado» en la Ciudad Condal se aplace unos días. ¿Hasta cuándo? Pues claramente hasta que el todavía presidente del Gobierno comparezca en el Parlamento para explicar los pormenores de Pegasus. A su entorno socialista y al público en general, todavía en estado de hibernación venderá que a quien se ha dirigido primero es a las Cortes Españolas, sede -según proclamará enfáticamente- «de la soberanía nacional». Y una vez cumplido este trámite y ovacionado hasta el asco por la troupe que dirige en el hemiciclo el cenizo Simancas, se subirá hasta el Falcon para reconstruir con los sediciosos una relación que, como se ve, nunca ha estado cortada del todo. Ni siquiera en la votación de la Ley de Seguridad que responsablemente el PP ha votado a favor. Junts y ERC no eran sencillamente necesarios, por eso se tiraron el pegote de no apoyar el texto.

Pero de aquí al día de su comparecencia en la Carrera de San Jerónimo, Sánchez acumulará fechorías sin cuento porque, como dice un periodista del PSOE que en un momento le fue afecto: «Para un rato que le queda en convento se mea (perdón por el palabro naturalista) dentro». Entre todo el grupo de insoportables que le rodean, Sánchez ha encontrado en los antiguos terroristas de ETA, la siniestra Bildu, mano armada de Sortu, la mejor comprensión, el mayor de los apoyos. ¿Por qué? Fácil, porque los veteranos etarras al estilo de la activista Mertxe Aizpurua, están desarrollando en este trance su jugada personal que no es otra cosa que sacar de la cárcel inmediatamante a todos los asesinos que, como Garcia Gaztelu, alias Txapote, aún permanecen a buen recaudo en prisiones más cercanas al Pais Vasco. Garcia y su parejita indeseable y cómplice, también criminal, Iranzu Gallastegui, se solazan en Estremera, provincia de Madrid. Pero, vamos a ver: ¿Qué le puede importar al terrorista, condenado por ello, Arnaldo Otegi que a sus colegas catalanes les espíe la depauperada Margarita Robles? Un rábano: ellos, Bildu, van a lo suyo que no es otra que, aprovechándose de la traición de Sánchez, llegar a las municipales de dentro de un año con serias posibilidades de merendarle la victoria a los ondulantes peneuvistas de Ortuzar y Urkullu que, dicho sea de paso, están que no les llega la camisa al cuerpo.

Por tanto, quien crea que toda esta función de pícaros horteras (Sánchez es el rey del gremio) le va a conducir a Sánchez fuera de La Moncloa, es directamente un imbécil. Esta semana preguntaba este cronista a un veterano socialista cuál creía que será la reacción de Sánchez a un posible hecatombe del PSOE en Andalucía. Contestaba de esta guisa: «Está en el guión. Si se produce una estrepitosa derrota, que está por ver porque los socialistas aún somos algo en esa región, echará como de costumbre la culpa al empedrado, se cargará al candidato Espadas y terminará por decir que no tienen nada que ver unas elecciones regionales con las generales para las que ya se encarga Tezanos de endulzarle la previsión». «Al tiempo», añadía. La profecía está llena de razón: A Sánchez no le va a abandonar el desodorante nauseabundo de los Frankenstein porque, como ya ha advertido el mencionado terrorista Otegi: «Lo que viene (ya lo da por hecho) es mucho peor».

La verdad es que este paripé es muy entretenido, nos tiene ocupados a los periodistas siempre dispuestos a agitar la verdulería nacional y le sirve al todavía presidente, okupante de La Moncloa para ganar tiempo y resistir, si el aire de los secesionistas le acompaña, hasta los dos primeros meses de 2024. Enero o febrero. En un mes y medio, cuando acaben los fastos de la presencia de la OTAN en España, Margarita Robles, pedirá, según la versión oficial, su retiro por «razones personales» y quizá aproveche el narcisista para remodelar más ampliamente su Gobierno restando peso a los leninistas de Podemos y al bodoque de Garzón. Este, según cuentan en los mentideros de Madrid, está preparado un decreto para impulsar el consumo de «jamón vegetal», una vez que él se ha puesto las botas zampándose el pata negra en todos los saraos a los que puede acudir. En resumen: un inmenso paripé para consumo de imbéciles. Y conste que no me excluyo.

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