Sánchez, del ‘happy flower’ a señor de la guerra

Pedro Sánchez gasto militar
  • Agustín de Grado
  • Subdirector y responsable del Área Política en OKDIARIO. Antes jefe de área en ABC, subdirector en La Razón y director de Informativos en Telemadrid.

«El mundo tiene prioridades más urgentes que atender y en ningún manual está escrito que la paz y la seguridad se conquisten reforzando arsenales». Son palabras de Pedro Sánchez a los embajadores el pasado 14 de enero, en las que citó la «seguridad climática» como ejemplo de que «la seguridad va mucho más allá del gasto en defensa». Dos meses después, nuestro presidente happy flower, que como pitoniso no tendría precio, se ve obligado a aparcar su demagogia ecoantimilitarista y soltar las amarras presupuestarias para sumarse al mayor rearme en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Señor de la guerra, le llaman ahora los socios traicionados.

Nada nuevo bajo el sol del socialismo patrio. El PSOE alcanzó el poder por primera vez tras la dictadura coreando un lema que aún se recuerda: «OTAN, de entrada no». Con la aplastante victoria de Felipe González en 1982, nunca repetida desde entonces por ningún candidato a derecha o izquierda, llegó el momento del «donde dije digo, digo Diego». González colgó la chaqueta de pana, apostó por el pragmatismo, se alejó de la izquierda antiamericana y justificó el golpe de timón: no podemos entrar en la Comunidad Económica Europea sin participar también en las obligaciones de su defensa. Puro sentido común.

En el comienzo de los años 80, la democracia española era aún bisoña, pero aspiraba a ser fuerte y creíble. Exigente con sus líderes. Un profesor de la Complutense cifró en 1.325 vallas publicitarias y 125.000 carteles la campaña del PSOE contra la OTAN cuando Calvo Sotelo firmó la adhesión al tratado atlántico. González necesitaba resolver la contradicción de haber llegado a La Moncloa rechazando la organización militar y, una vez acomodado en el despacho de la carretera de La Coruña, mantenerse en él sin más.

La solución que González encontró para reencontrarse con la coherencia fue arriesgada. Sometió su capital político, el mayor que ha amasado nunca cualquiera de nuestros siete presidentes, a la voz del pueblo. Apoyado en una pregunta capciosa, que todo hay que decirlo, donde el acrónimo de la demonizada alianza militar no salía por ningún lado, González empujó al PSOE a transitar del «OTAN, de entrada no» al «En interés de España, vota sí» en un referéndum. Y ganó.

Sánchez es hijo de la ola trumpista que dice combatir, donde los usos de la democracia son un engorro. Para qué correr riesgos preguntando a los españoles qué papel quieren jugar en el nuevo orden mundial. Para qué abrir siquiera el debate en el Parlamento cuando se puede salir del trance con una llamadita de 20 minutos. Avisó de que gobernaría sin el Legislativo y acabará haciéndolo también contra la otra mitad de su Gobierno. Sánchez es de izquierdas y la izquierda no tiene problema en cabalgar contradicciones. La opinión pública española tolera a los zurdos lo que llevaría a quemar las calles de hacerlo uno de derechas. Si para llegar al poder había que suprimir el Ministerio de Defensa y para mantenerse en él hay que comprar los tanques y misiles de los que renegaba hasta ayer, se hace y aquí no ha pasado nada. Circulen. Estamos combatiendo a la ultraderecha.

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