Sánchez ataca a Madrid para ocultar su gestión calamitosa
El presidente Sánchez viajó la pasada semana a Senegal para firmar una declaración de cooperación en materia de lucha contra la inmigración, pero no logró el compromiso senegalés para la recuperación de los vuelos de repatriación a Senegal desde España de los inmigrantes irregulares. Ahora bien, cualquiera diría que Sánchez se había ido de gira exterior para tratar de arreglar un asunto tan importante para España como es la inmigración ilegal -especialmente, para las Islas Canarias, en este caso-, porque en lugar de centrarse en tratar de resolver ese problema de inmigración, empleó todos sus esfuerzos en atacar a Madrid, metiéndose de lleno en la precampaña electoral a las elecciones autonómicas madrileñas.
Allí, Sánchez acuso a la Comunidad de Madrid de mentir con las cifras de contagiados, para añadir posteriormente que la región madrileña está en riesgo alto por la incidencia acumulada a catorce días por cada 100.000 habitantes en cuanto a casos de coronavirus. Ayuso le pidió que rectificara y lo sentenció con el refranero español: “Se cree el ladrón que todos son de su misma condición”.
No deja de causar perplejidad que Sánchez acuse de mentir a Madrid cuando él y su gobierno desconocen la verdad, pues toda su propaganda se mueve entre falsedades y palabrería comercial, pero no se basa en nada constatable. Sánchez no tolera que Madrid le demuestre, día a día, que sí que ha invertido como nadie en materia sanitaria y hospitalaria -el último hospital, el Zendal, que su socio Iglesias quiere cerrar y que tanto disgusta a la izquierda-, elemento que le permite a Madrid tener una capacidad mucho más amplia para poder tratar los casos de coronavirus, para tener más capacidad de UCI’s, y mejor asistencia a todos los pacientes.
No soporta que Madrid haya demostrado que además de una alta capacidad sanitaria, tiene una gran elasticidad sanitaria, como demuestra el hecho de que en dieciocho horas pudo levantar el hospital de campaña de Ifema, que tantas vidas salvó. Tampoco soporta que a esa gran elasticidad se le sume una tremenda agilidad a la hora de poder construir el Zendal como hospital de pandemias que permite desviar enfermos de coronavirus a ese centro para desahogar el resto de hospitales y hacer que puedan, así, tratar también el resto de dolencias -pues aunque Sánchez lo ignore, sigue habiendo enfermos de cáncer, infartos, ictus, enfermos de traumatología, de aparato digestivo y de todo tipo de enfermedades-.
Y es superior a sus fuerzas ver cómo Madrid está combinando prudencia con mantenimiento de actividad económica, sin tener peores resultados que el resto. Sánchez desearía cerrar Madrid -ya la intervino, de hecho: toda la valentía que le falta con los independentistas catalanes y con los golpistas condenados y en prisión, la saca a relucir con su pésimo ex ministro Illa a la cabeza-, para así asfixiar su economía y tratar de hacer que Ayuso caiga en las elecciones. Por eso, Darias le exige a Madrid que adopte medidas, cuando la única medida en la que Darias debería centrar sus esfuerzos es en conseguir que España comprase todas las vacunas necesarias y en seguir los dictados de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) en lugar de desoírlos y generar el gravísimo problema de pánico y desconfianza que ha originado el Gobierno y, en primera persona, la ministra de Sanidad -con el concurso de la mayoría de las CCAA, hemos de decir, porque sólo Madrid se opuso a la decisión errónea de la ministra- con las vacunas.
El Gobierno de Sánchez tiene dos logros imbatibles: es el de mayor propaganda que ha habido y, sobre todo, y ahí no lo alcanza ni el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero, es el más inútil, ineficaz e irresponsable que ha habido. Sólo a un Gobierno como el de Sánchez se le ocurre cerrar la economía sin preocuparse de haber tomado antes otras medidas que lo evitasen y, al menos, sin garantizar ayudas directas que compensasen el cierre forzoso. Sólo a un Gobierno como el de Sánchez se le ocurre mantener a los españoles con sus vaivenes en cuanto a incidencia de casos -uno o dos, decía Simón-, uso de mascarillas y declaración del fin del virus. Y sólo a un Gobierno como el de Sánchez se le ocurre la gran irresponsabilidad de poner en duda el uso de las vacunas al suspender AstraZeneca en contra de los criterios de la EMA, cuando ese posible efecto adverso de los trombos es muy inferior a los efectos muy raros que puede tener cualquier medicamento común -lean los prospectos y se darán cuenta-, muy inferior, infinitesimalmente inferior, a la incidencia de positivos por coronavirus por 100.000 habitantes, y muy inferior a los casos de los trombos que pueden padecer enfermos de coronavirus tras pasar la enfermedad.
España -y el mundo entero- necesita recobrar la normalidad, sin adjetivos. No queremos recuperar nuestra vida para vivirla diferente, sino para vivirla como acostumbrábamos. Necesitamos poder trabajar, viajar, disfrutar del ocio y ver a familiares, amigos y conocidos. Necesitamos poder coger tranquilos un avión, un tren, un autobús, el Metro o ir andando por la calle. Necesitamos poder quitarnos el nido de gérmenes que nos tenemos que poner todavía cubriendo nuestras boca y nariz. Necesitamos volver a la prosperidad.
Sin embargo, con su decisión alarmista sobre la EMA -que es continuadora del pánico con el que mantiene atenazada a las personas en toda la pandemia, pues una cosa es contar la realidad y adoptar todas las medidas de prudencia, y otra, muy distinta, sembrar el pánico- ha provocado múltiples rechazos de los ciudadanos a ser vacunados. ¿No se da cuenta de que la vacuna es el único elemento que nos va a permitir recuperar la normalidad, sin adjetivos, que nos permitirá volver a la prosperidad?
Sánchez puede seguir con su juego sucio con Madrid; puede continuar tratando de asfixiar financiera y económicamente a la Comunidad de Madrid; puede perseguir hasta el infinito a Madrid, que me temo que nada va a conseguir. Muchos -y mejores- antes que él lo intentaron y fracasaron con estrépito, porque los madrileños quieren libertad, quieren que los dejen tranquilos y quieren poder vivir y trabajar sin que nadie les diga qué tienen que hacer ni se meta en sus vidas, que es justo lo contrario de lo que Sánchez y su potencial coalición de gobierno en Madrid pretenden. Por eso, salvo sorpresas, Ayuso va a arrasar, porque los ciudadanos, al darles a elegir entre Sanchez, Illa -o Darias- y Simón, o Ayuso, Ruiz Escudero y Antonio Zapatero, se quedan con estos tres últimos, porque los datos sanitarios y económicos los avalan, por mucho que la propaganda de falsedades de La Moncloa se encuentre a pleno rendimiento. El cuatro de mayo puede que sea el principio del fin de Sánchez, que es tanto como decir que puede que sea el principio del camino a la recuperación de los españoles.
Temas:
- Pedro Sánchez