Rufián, vicepresidente del Gobierno

Rufián, Gabriel Rufián, Cataluña

Desde hace ya años que Gabriel Rufián no ejerce como líder de ERC en el Congreso de los Diputados, sino como uno de los políticos mejor valorados a nivel nacional a la izquierda del PSOE. Desde que sus amos de Esquerra quisieron quitarle brillo a la luz que él se empeña en alimentar a diario, y mandarle a Santa Coloma de Gramenet a que hiciera de oposición a los socialistas locales, ya vio claro que si quería seguir jugando en la élite de la política nacional tenía que comenzar a buscarse un camino propio.

Y es que, a base de lucir impresoras en el Congreso, y ejercer de macarra acharnegado y separatista contra PP, Vox, Junts y Ciudadanos, ha conseguido caer simpático a todos aquellos que ven en el sanchismo la posibilidad de consolidar un Frente Popular que le dé a la derecha su ‘merecido’, muy al gusto de esa 2ª República que tanto añoran estos partidos. Rufián, a diferencia de las hordas de Sumar y Podemos, tiene cintura política, y es capaz de afrontar una entrevista de Vito Quiles sin tener que tirarle el micro ni recurrir a matones de ocasión para que le aparten a hostias. Por supuesto, luego votó que «sí» para echarlo del Congreso, porque así actúa la ‘verdadera izquierda’, silenciando al discrepante.

Era bastante evidente que la izquierda a la izquierda del PSOE tenía que organizarse para evitar el suicidio electoral. No para detener a la «extrema derecha» y a la «derecha extrema» que dicen ellos, sino simplemente para mantener el botín, bien desde dentro del Gobierno o vendiendo sus votos en el Congreso en subasta en cada votación. Con una mayoría de PP y Vox en el Congreso se les acabaría el chollo, así que toca pactar los desacuerdos y aparcar las diferencias para mantener el chiringuito abierto. Que hay muchas bocas que alimentar, y el Armani y las gambas de Palamós siguen sin bajar de precio.

Rufián es uno de los pocos dirigentes en ese ámbito que suma, en vez de restar. Es separatista, pero ha postureado a menudo presumiendo de sensibilidad ‘social’, y eso gusta mucho a esa mitad de España que compra cualquier mercancía averiada que lleve las etiquetas de «solidaria» y «sostenible». Siendo separatista no parece el supremacista que su líder, Oriol Junqueras, es. Cuando habla se le entiende, no se pierde con discursos con palabras aprendidas en una escuela de verano del partido, y parece simpático. De la misma manera que cuando habla Belarra o Montero uno desconecta para que no te suba la tensión, o si habla Yolanda Díaz apagas la televisión para que no te confundan con un espectador de Barrio Sésamo, a Rufián se le puede escuchar, estando en desacuerdo con él, sin que produzca arcadas.

Si PP y Vox cometen errores de aquí a que Sánchez convoque las elecciones, y se repite otra vez la tragedia nacional del 23 de julio de 2023 y se puede reconfigurar un nuevo Gobierno del Frente Popular, Gabriel Rufián tendrá un papel destacado. No lo descarten de vicepresidente del Gobierno. Aún queda mucho camino para ver qué forma adoptará la izquierda a la izquierda del PSOE para afrontar con garantías los próximos comicios generales. Hay muchos odios y vetos cruzados, y las taifas tribalistas que dan apoyo a Sánchez tienen en común el odio a España y el desprecio que sienten unos por otros. Pero seguro que encontrarán una fórmula de mínimos, porque se juegan demasiado. Así que toda la España que defendemos la Constitución y la igualdad de derechos entre todos los españoles tenemos mucho trabajo por hacer para que el PSOE caiga y Rufián no sea vicepresidente.

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