Richard Gere se hace la foto
La perversión del lenguaje y su manipulación ha alcanzado cotas ridículas. A las 120 personas que se hayan en el ‘Open Arms’ estos días se les llama «migrantes «y «refugiados». Aunque sé que se trata de un terreno del que muchos prefieren ponerse de perfil para no salir escaldados, no deberíamos ser objeto de la dictadura del lenguaje porque al final cae en manos de un uso político que termina por situar en un lado a los llamados «buenos» y, en la parte contraria, a los «malos», “insolidarios” o incluso “racistas”. Quienes se encuentran en el «Open Arms» son personas que huyen de sus hogares porque o bien son efectivamente perseguidos, o bien porque buscan un mejor porvenir y esperanza para sus vidas y las de sus familias. Pero el primer error que se comete es cuando se les rebautiza como «migrantes», es decir, personas que emigran o que inmigran. Para su país de origen son claramente emigrantes, pero desde el momento que están en suelo o cerca de las costas europeas son inmigrantes para nuestros países. Tampoco se les puede considerar «refugiados» porque esa es una condición que siempre es determinada por la legislación internacional reconocida por cada estado, no porque lo diga una ONG y se haga eco posteriormente un periodista con la intención de posicionar a la opinión pública.
Y si eso viene aderezado además por la intervención de una «celebrity» como hizo este viernes el actor Richard Gere, ya se tiene completada la cuadratura del círculo para crear la clásica mala conciencia que la izquierda pretende instalar en la «psique colectiva».
Richard Gere siempre se ha definido por su apoyo a la causa del partido Demócrata en EEUU y aprovecha su paso por Europa para hacerse una foto, volverse luego a su mansión con muros de cuatro metros, vigilancia 24 horas y aislarse de los problemas que quedan fuera. Algo muy similar a lo que predican, pero luego practican otros líderes de Ia izquierda política europea y, por supuesto, española. Desde los tiempos de Karl Marx hasta la actualidad podrían cortarse con los dedos de una mano los ejemplos de representantes de izquierdas que viven en consonancia con todo lo que dicen. El gobierno español en funciones ya ha dicho que el Open Arms debe atracar en el puerto más cercano, es decir, Malta o Italia. Ninguno de los dos se hace cargo porque, por ejemplo, Italia tiene aprobada una legislación doméstica que prohíbe el atraque de embarcaciones de ONGs sin autorización.
Llama la atención que toda el foco se ponga sobre Italia y no sobre Malta. En el primero gobierna una coalición en la que el ministro del Interior, Matteo Salvini, es objeto constante de las críticas de la izquierda. A diferencia del caso italiano, es la misma izquierda que se sienta con el PSOE de Pedro Sánchez en el Parlamento Europeo y en otras instituciones internacionales, la que gobierna en Malta desde hace años. Pero claro, como acostumbra la izquierda, los niveles de exigencia siempre son diferentes cuando se trata de un contrincante político que cuando se refiere a un compañero de filas.
Decía el Dalai Lama, figura clave de los budistas la misma religión que practica Richard Gere, que Europa es de los europeos y, por tanto, corresponde a nosotros definir la política migratoria. Y no existirá consenso mientras haya ONG que vivan de entrometerse en cuestiones que deberían ser competencia exclusivamente de los estados como lo es también el ejercicio del poder y de la fuerza. Si estos ámbitos fueran también abiertos a toda clase de actores apelando a fines aparentemente tan nobles como es el rescate de inmigrantes, la convivencia en el interior de los estados sería inviable.