La responsabilidad de Calviño

La responsabilidad de Calviño
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Ante la posibilidad de que fructifique el acuerdo entre PSOE y Podemos, todos los constitucionalistas deben situarse enfrente, como alternativa, para censurar la deriva populista de Sánchez, con el peligro que conlleva. Es obvio que a Sánchez se le podría ofrecer una alternativa a ese gobierno con Podemos, pero, realmente, no parece que el presidente del Gobierno en funciones la quiera, porque, si no, la habría explorado antes, salvo que se trate de una estratagema para envolverse después en la bandera de hombre de Estado rechazando los postulados extremistas de Podemos. Sin embargo, como digo, no parece que Sánchez vaya a apearse de su delirante propuesta.

Por tanto, si fructifica ese acuerdo, todas las personas que dentro del PSOE son constitucionalistas, quieren, desde su posición ideológica, lo mejor para su país, y no son populistas, no pueden seguir callando. Tienen que rebelarse contra esta nueva pirueta de Pedro Sánchez. Si lo hicieron en octubre de 2016, deberían volver a hacerlo ahora, porque, si no, las consecuencias son inimaginables.

No es ser catastrofista ni alarmista sin motivo: con Podemos en el Gobierno dispuestos a aplicar su programa político y económico, se pone en riesgo nuestro propio régimen de 1978, al que detestan, porque aborrecen la monarquía parlamentaria y todo lo relacionado con el proceso emanado de la transición, de manera que, y nunca lo han negado, el objetivo último de Podemos es cambiar dicho modelo. Adicionalmente, la integridad de España será puesta en cuestión ante las simpatías que en muchos casos han mostrado, en el pasado, miembros de Podemos  por los independentistas. Por otra parte, desde el punto de vista económico sus recetas son unas recetas fracasadas en el pasado, como se ha demostrado a lo largo del tiempo cada vez que han intentado aplicar algo parecido, con el agravante de que ahora no es que el problema sea sólo el intervencionismo, sino que van varios pasos más allá para imponer unas políticas populistas que la economía no puede resistir.

Por ello, ante todo esto, Nadia Calviño no puede aceptar continuar en el Gobierno, ni como vicepresidenta ni como ministra, pues quieren emplear su trayectoria de profesional seria para tratar de disimular el disparate económico que se produciría. Calviño es una Técnico Comercial y Economista del Estado, además de alta funcionaria de la Unión Europea. Su bagaje profesional no puede servir de coartada al “todo vale” de Sánchez, porque eso sería todavía peor para España, por lo que supondría un colaboracionismo irresponsable ante la heterodoxia económica populista de Podemos.

Calviño debe dejar claro que no se puede aplicar dicha política económica, que ella no se va a prestar a ello si pretenden seguir adelante con ese esperpento, y que la línea a seguir es otra.

No hay una única política económica, es cierto, y distintas políticas dan distintos resultados. No es lo mismo una política económica intervencionista que una liberal, y sus resultados son distintos, pero ambas, hasta ahora durante estos últimos más de cuarenta años, se han mantenido fuera del populismo. El mayor riesgo de abrazar el populismo llegó con Zapatero, y los agentes internacionales le hicieron rectificar en mayo de 2010. No se puede experimentar con políticas populistas, pues, si no, la ruina económica está asegurada. No hay más que ver cómo han acabado Cuba y Venezuela, que es el modelo económico de Podemos. Por eso, Calviño debe evitar que se aplique dicha política económica o, al menos, debe no colaborar con ella ni servir de justificación a la misma con su presencia en el ejecutivo.

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