¡Que viene el coco! ¡Sube la «ultraderecha» en Cataluña!

¡Que viene el coco! ¡Sube la «ultraderecha» en Cataluña!

La crisis diplomática con Argentina refleja la superioridad moral de la izquierda. El presidente Pedro Sánchez afirmó el lunes, en un foro del diario Cinco Días, que «el respeto entre gobiernos es irrenunciable». Supongo que lo decía por el ministro de Transportes, Óscar Puente, que es el que empezó la crisis. El pasado 4 de mayo afirmó, respecto a Javier Milei, que «yo le he visto no sé en qué estado y después de la ingesta de qué sustancias». Pero Sánchez fue más allá y manifestó, tras las palabras del presidente argentino acusando a su mujer de «corrupta», que «no habló en nombre del pueblo argentino».

Es una manera de deslegitimar al presidente argentino. En primer lugar, porque Milei representa a todos los argentinos. Incluso a los que no lo han votado. Por eso es el presidente. A mí, con Puigdemont, me pasaba lo mismo. Decía cosas que no me gustaban. O incluso con las que estaba abiertamente en contra. Pero, como presidente de la Generalitat, me temo que representaba a todos los catalanes. También a los críticos. En segundo lugar, porque es una manera de cuestionar al presidente de Argentina que, por supuesto, es un presidente legítimo. Ha salido elegido democráticamente.

La ex ministra Irene Montero deslizó el mismo día otra frase que me dejó helado. «Tenemos la responsabilidad de no permitirles que ganen», afirmó. ¿Perdone? En democracia, unas veces se gana y otras se pierde: Es la alternancia. Y tienen tanto derecho a gobernar unos como otros. La izquierda no es buena per se.

Ambas frases reflejan, sin embargo, eso: la superioridad moral de la izquierda. Por ello, las próximas elecciones europeas serán, previsiblemente, un terremoto electoral. Todavía no han entendido nada.

El argumento de los partidos de izquierda no puede ser que viene el lobo. Es cierto que, en España, se ha exprimido al máximo. Incluso da todavía sus frutos. No lo he entendido nunca porque Franco lleva casi 40 años muerto. Y en Alemania, que sufrieron el nazismo, la derecha -es decir, la CDU- ha gobernado más tiempo que la izquierda, el SPD. Mientras que en Italia, después del fascismo, la democracia-cristiana estuvo treinta años en el poder. Hasta que desapareció por la corrupción. Como el resto de partidos. Los socialistas incluidos. Pero aquí todavía sirve. En las últimas elecciones generales, el PP cayó en la trampa del PSOE. La Moncloa fijó el marco mental: ellos eran el «gobierno progresista» y el resto, «la derecha y ultraderecha». Cuando digo el resto, no a los socios de gobierno (ERC, Junts, Bildu, PNV), sino a PP y Vox.

En Cataluña pasa lo mismo, Vox y ahora el nuevo partido indepe antiinmigración, Aliança Catalana, son la «ultraderecha». En cambio, la CUP son «antisistema». Yo creo que es muy triste ser anti. Pero, claro, no van a declararse comunistas o anarquistas con lo desprestigiadas que están ambas ideologías. Desde luego también es una trampa del lenguaje en la que caen los medios de comunicación. La mayoría, no hace falta decirlo, voluntariamente: El País, La Ser, La Sexta, TV3, los digitales progres.

Por esta regla de tres, si Vox es «ultraderecha», deberíamos llamar a Sumar y Podemos «extrema izquierda» porque están en el otro lado del arco ideológico. De hecho, el diputado de Sumar Enrique de Santiago no esconde su militancia en el PCE, partido del que es el secretario general. Me voy a ahorrar, para no aburrirles, hacer un balance del comunismo en la historia pero seguro que tienen alguna bibliografía sobre el gulag.

Lo que pasa es que el voto es secreto y luego pasa lo que pasa. Con la excusa de que viene el coco, la izquierda evita hablar de otros problemas que preocupan a la gente, sobre todo a los europeos. Por ejemplo, el fiasco de la Unión Europea en las políticas de inmigración y el control de las fronteras exteriores. Hay que recordar que en junio del año pasado anunciaron, a bombo y platillo, un acuerdo para endurecer la política en la materia.

El País titulaba aquel 8 de junio: «La UE llega a un acuerdo crucial que obliga a repartir una cuota de refugiados por todo el bloque comunitario». Pero la cosa quedó en nada. En diciembre volvieron a la carga. Voy a citar, en este caso, un titular de portada de La Vanguardia del 21 de diciembre: «La UE endurece su política de acogida de migrantes en la frontera».

Más de lo mismo. En realidad, si buscan en las hemerotecas encontrarán titulares similares de hace diez años. La política de inmigración de la UE no es controlar las fronteras, sino repartir a los que llegan. Luego se extrañan de que la gente vote lo que vota como en Holanda, antaño sociedad progre y paradigma de estado del bienestar.

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