¿Para qué sirve la Filosofía?

¿Para qué sirve la Filosofía?

Recojo aquí, de forma resumida, el intercambio de opiniones que tuve ocasión de escuchar hace unos días de unos amigotes con quienes suelo compartir tertulia todos los lunes en un bar de la ciudad, cuyo nombre prefiero ocultar. Yo los apodo Trosimac y Etssaroca. En otra ocasión contaré por qué.

Trosimac.- Pero en serio, dime tú para qué demonios sirve la Filosofía. Por qué narices obligan a mi hijo a tragarse toda esa palabrería sin sentido. Es que no entiendo cómo a estas alturas del siglo XXI todavía existe esta asignatura en los planes de estudio. Y no te digo nada del Griego o del Latín.

Etssaroca.- Ya estamos otra vez con lo mismo. Para ti todo lo que sea estudiar humanidades es una pérdida de tiempo. Lo único que interesa es la ciencia y la técnica . ¡Ah! y los idiomas, que te abren las puertas del mundo, porque de los vernáculos, como los llamas tú, ni quieres oír hablar.

T. – Pues sí, aunque te fastidie. Que mi hijo quiere ser médico y te juro que odia la Filosofía, ¡Vamos!, que tanto mi hijo como todos sus amigos son de ciencias. Y te aseguro que a ninguno le interesa nada que no tenga una salida práctica.

E.- Tú, lo que no tenga una utilidad económica no lo valoras en absoluto. ¿Has oído alguna vez eso de que No sólo de pan vive el hombre?

T.- Te repito que la Filosofía, hoy, es totalmente inútil. Quizás en el pasado sirviera para algo. Básicamente para hacerse cura y comer el coco al personal desde el púlpito. Y los más listos, desde su cátedra universitaria, como aquel, el Unamuno, que hacía frases ocurrentes como “Venceréis pero no convenceréis” y cosas por el estilo.

E.- Mira, no estoy en nada de acuerdo contigo. Supongo que no te extraña. En primer lugar, eso de que la Filosofía no sea útil se lo dices a los grandes empresarios de Estados Unidos a los que, últimamente, les ha dado por reservar las plazas de gestión a filósofos.

T.- !Ah¡ !Fantástico! Resulta que ahora defiendes la Filosofía por su utilidad económica. Y yo que creía que conservabas tus valores hippies de antiguo.

E.- No te precipites, ¡faltón! Yo no defiendo la Filosofía por ese motivo. Simplemente contradigo tus argumentos. Ahora te explico por qué creo que es útil. En primer lugar, con esta asignatura los alumnos se enfrentan a problemas que les hacen pensar. Me refiero a repensar lo que creen saber. A darse cuenta de los prejuicios heredados de la sociedad . Estudian formas de pensar muy diferentes entre sí y eso les obliga a replantearse muchas cosas. A lo mejor para ti, que la gente piense es malo.

T.- Malo es que piensen tonterías y que le metan a mi hijo ideas raras en la cabeza.

E. – O sea, para ti lo mejor es que tu hijo y toda su generación ignoren toda forma de pensar ajena para que sigan pensando lo mismo que les han transmitido de las generaciones anteriores. Pues si esto hubiera sido siempre así, todavía estaríamos en la Edad Media.

T. – La ciencia es lo que hace progresar a la sociedad. Que hasta lo dijo uno de tus filósofos, Comte. ¡Es que no te enteras!

E.- Quien no se entera, me parece a mí, eres tú. Mira, en Filosofía y en todas las disciplinas humanísticas se hacen comentarios de texto y en ellos, los alumnos tienen que analizar las razones a favor y en contra de determinada tesis y sacar una conclusión argumentada. Este ejercicio repetido les acostumbra a ser más analíticos y les entrena en saber argumentar de forma minuciosa, lógica, pausada. Es decir, aprenden a defender su postura de forma totalmente distinta a como actualmente hace casi todo el mundo. Me refiero a los políticos, muchos tertulianos y los personajes de los reality shows televisivos. Hoy parece que tiene más razón quien más grita y quien más insulta o quien más dice lo que la gente quiere oír. Los sofistas de la antigüedad, que manipulaban al pueblo con sus discursos demagógicos, han vuelto

T.- Me pones de los nervios. A argumentar hoy se aprende participando en las redes sociales como Twitter, por ejemplo, y no discutiendo sobre lo que pensaba Aristóteles de Dios, de la felicidad o de la política.

E.- O sea, que para ti lo que se dice en Twitter son argumentos de alto contenido intelectual. ¡Acabáramos! Se ve que estoy muy despistado, porque yo lo que la mayoría de veces leo son insultos, argumentos tontos y memes autocomplacientes. Contraste de opiniones sosegadas y bien argumentadas, pocas por no decir ninguna.

T.- Pues que sepas, que gracias a las redes sociales se saben cosas que el gobierno y los grandes grupos de poder nos quieren ocultar.

E.- Y muchas fake news también se difunden. Sólo quienes tienen un poco de capacidad crítica son capaces de discernirlas. ¿Te suena eso de que la Filosofía ayuda a aumentar la capacidad crítica? Quien no tiene esa capacidad mínimamente desarrollada se traga cualquier cosa. Basta que lo diga algún famoso youtuber o conocido representante de ciencias alternativas. Hasta hay terraplanistas, antievolucionistas y cospiranoicos de toda clase que han ido a la Universidad. Por no hablar de sectas destructivas. Contra todo esto sólo la cultura humanística y científica unida puede hacer frente. Por lo menos yo no estoy en contra de la ciencia como tú de las humanidades. Tan necesarias son una como la otra para entender y enfrentarse al mundo actual.

T. – ¡Vale, ya estoy harto de toda esta palabrería! Por mi parte no me da la gana que a mi hijo le cambien la forma de pensar cuatro filosofillos de tres al cuarto. Ya me encargo yo de enseñarle lo necesario para desenvolverse en el mundo de hoy. ¿Y qué si se me vuelve un poco conspiranoico? Por lo menos así no se deja dominar por los intereses de sabe tú quién. ¿Que no argumenta como un catedrático lo que piensa? Me da igual, si consigue imponer su criterio allí donde vaya.

E.- Pues nada, vamos a ir dejando el tema. Sólo te digo una cosa más: tu postura con respecto a la Filosofía es la misma que defienden los políticos actuales, ya sean de izquierdas o de derechas. Fíjate que tanto en la Ley de Educación que elaboró el PP como la actual Ley socialista, la Filosofía pierde horas por un tubo. Si es que está claro. Ni los unos ni los otros quieren que la gente piense por sí misma. Pretenden aborregar al personal con ideas simples. Cada vez se va creando una sociedad más uniformada, más conformista, más simplona, más inculta, más manejable y más manipulable. Si basta ver cómo se argumenta en el Parlamento: abucheos, gritos, insultos, falsedades. Es el mismo modelo que se sigue en todos los medios de comunicación y en las redes sociales. Una especie de reality show a gran escala en el que todos vamos participando y en el que triunfa la emoción antes que la razón. Pero, ya seguiremos hablando, que me tengo que ir. ¡Nos vemos!

T. – ¡Nos vemos! Y no pienses tanto que me das dolor de cabeza.

Antonio Font es profesor de Filosofía jubilado

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