¿Qué pierdo las elecciones?, ¡pues gasto más!

Las teorías aberrantes de algunos economistas de izquierdas para explicar el descalabro del socialismo en Andalucía, el castigo rotundo infligido al ‘sanchismo’, y en general para justificar por qué una cantidad muy notoria de personas «desviadas» vota a lo que llaman extrema derecha, ya sea ésta Vox o incluso el PP, si por ejemplo ejerce una oposición férrea en Madrid, los convierte en una suerte de especie milenaria y admirable en el error.
A Gonzalo Bernardos, uno de estos finos analistas que aparece con frecuencia en los debates de televisión, le ha dado por decir cada día en Twitter que la izquierda pierde cuando adopta como prioridad la reducción del déficit público en lugar del cuidado de los ciudadanos y el aumento de su nivel de vida, obviando aviesamente el hecho elemental de que Sánchez jamás se ha preocupado por controlar las cuentas del Estado sino por gastar sin desmayo.
Otro ejemplar que camina en la misma línea de pensamiento es el gran Joaquín Estefanía, economista y divulgador semanal desde su columna en El País. La última del domingo pasado era particularmente hiriente para el sentido común. Aprovechando el documental ‘Regreso a Reims’ del director Jean-Gabriel Pèriot, se remonta al primer gobierno de François Mitterrand en 1981 para llegar a la misma conclusión que Bernardos. Aquel gobierno formado por socialistas y comunistas adoptó medidas que todavía eran más suicidas en aquella época como el incremento del salario mínimo, la expansión de la demanda a través de la inversión pública, la nacionalización de los principales bancos, la reducción de la jornada laboral y en definitiva un aumento colosal del déficit público.
Naturalmente, esta orgía fue fugaz, se acabó en pocos meses. Mitterrand tuvo que corregir la mayor parte de sus delirios por una sencilla razón que no recuerda ninguno de estos aprendices de brujo. Porque los mercados no estaban dispuestos a financiar un país que iba camino de la quiebra segura. Y aunque lo sabe, Estefanía omite que fue precisamente el fracaso del primer gobierno de Mitterrand el que libró a Felipe González de cometer las mismas equivocaciones en 1982.
Ninguno de estos economistas admirables en el error explica jamás que el gasto desequilibrado, que aboca al déficit, hay que pagarlo con dinero de los demás -ya sea con impuestos, ya seduciendo a los inversores para que compren tus bonos-. La clave, señores, es el dinero, siempre es el dinero y este no nace por generación espontánea como pretenden hacernos creer la izquierda y sus apóstoles. Tanto para Bernardos como para Estefanía la razón de las derrotas del socialismo, o de por qué se vota a la derecha aquí, en Francia o en cualquier otro lugar son las promesas sistemáticamente incumplidas de los partidos de izquierda, que dicen una cosa en la oposición y luego practican otra en el gobierno. Y así, según esta explicación infantil, los ciudadanos se sienten abandonados, y observan cómo no se toman medidas en pos de los más desfavorecidos.
Naturalmente, todo esto es falso. El PSOE de Felipe González llevó a cabo siempre políticas de izquierdas, a veces radicales, otras más moderadas. Zapatero llegó al paroxismo hasta el punto de poner en peligro la Unión Europea, que lo detuvo bruscamente obligándole a dar marcha atrás. Y me temo que, aunque la situación de España hoy dista mucho de ser la de 2011, el señor Sánchez puede incurrir en el mismo riesgo si no modera sus pretensiones, ajenas por completo a las enormes dificultades que va a tener para conseguir el dinero necesario y colmarlas.
El socialismo cae derrotado cuando los ciudadanos -a pesar de que muchas veces tropiecen en la misma piedra- perciben su ineficacia para el manejo de la economía y su incapacidad para generar bienestar y progreso, aumentando el nivel de vida de las personas. La situación de la economía española es pésima. El paro no cede, el empleo sólo puede ir a peor a medio plazo como consecuencia del aumento del salario mínimo y de la contra reforma laboral, el déficit y la deuda están muy por encima de lo tolerable, la inflación es más alta que en cualquier otro país, la política energética impide la contención de los precios, la mayoría de las empresas que no han cerrado atraviesa enormes dificultades para seguir a flote y el nivel de la presión fiscal es el más elevado de la UE en relación con nuestra renta per capita. ¿Les parece poco? Los españoles saben que la legislatura de Sánchez está siendo un fracaso, que se remonta a la nefasta gestión de la pandemia y que se extiende ahora a la gestión de la guerra en Ucrania.
Pero la derrota estrepitosa en Andalucía, y el voto de censura implacable que ha supuesto para el ‘sanchismo’ tiene causas adicionales y más profundas. Los actos, es decir, los desmanes cometidos por el presidente acaban teniendo sus consecuencias, y especialmente entre los vecinos del sur: las cesiones al independentismo catalán, que los considera indolentes y maleantes, el pacto con los herederos de los etarras que mataron a sus policías y guardia civiles, el desprecio a la Corona, la puesta en almoneda de la identidad nacional, la política educativa, el castigo económico a la región en favor de Cataluña y el País Vasco por el hecho de estar en manos del PP y, por qué no, esa soberana estupidez del lenguaje inclusivo que casa poco con el humor y el genio andaluz.
¿Cuál va a ser la reacción del mandarín de La Moncloa al repudio? Pues ya lo ha sugerido: gastar más. Bien en el programa contra la guerra, o regando de dinero público y de los fondos europeos a las autonomías y municipios que celebran el año próximo elecciones. No lo va a tener fácil. En julio el BCE comienza a subir los tipos de interés, y aunque también ha anunciado un programa limitado de compra de deuda todavía sin concretar para evitar que se disparen las primas de riesgo de los países del Sur, habrá condicionalidad en la aportación de nuevos fondos y una aprobación previa de Bruselas a cambio de todas las reformas que no se han hecho en estos casi tres años. Las presiones de los países del Norte de Europa, bastante más equilibrados económicamente, son cada vez intensas y hay pocas dudas de que la Comisión va a ser mucho más cuidadosa con la política fiscal de los estados en cuanto el banco central empiece a elevar el precio del dinero.
Las dificultades para Sánchez, vapuleado sin piedad en Andalucía, van a ser muchas. La desafección ciudadana, cuando no el desprecio que muchos españoles sienten por un embustero compulsivo, solo pueden aumentar, el deterioro creciente de la coyuntura económica va a seguir minando su posición, pero hay pocas dudas de que intentará resistir, incluso agotar la legislatura, sobre todo si, como dicen algunas fuentes muy bien informadas, ha descartado presentarse a las próximas elecciones generales.
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