PSOE contra PSOE

PSOE contra PSOE
PSOE contra PSOE.

Perdonen que insista. La cuestión lo merece. La democracia liberal en España camina hacia su desaparición mientras el pueblo sigue distraído en paridas creadas ad hoc por esa maquinaria de hiperventilación que es la izquierda censora y canceladora. Cada día que pasa, tenemos menos libertad que el día anterior, quizá por esa inconsciencia humana que como individuos nos lleva a seguir la corriente de modas y polémicas por temor a ser apartados y apestados frente a una masa con potestad de culpabilizar a diestro y siniestro.

La secta colectivista lleva mucho tiempo ejerciendo de juez y parte. No sólo se dedica a condenar en la plaza pública de sus prejuicios a quien no obedece sus progres criterios, sino que señala a todo aquel que no se pronuncie con rapidez sobre el tema en la dirección que la propia secta indique, lo que indica el grado de podredumbre social al que hemos llegado como nación. Cualquier gesto espontáneo es ahora vigilado y pasado por el tamiz de la corrección política, o sea, liberticida, que la izquierda dicta.

El miedo preside toda acción porque los tribunales que ahora deciden y condenan ya no forman parte del sistema judicial, propio de un Estado de derecho, sino que sentencian a través de las redes sociales. Ya no se consulta jurisprudencia, sino los manuales progresistas que las mafias de cuota escriban. La izquierda española (y mundial) ha convertido en ley el axioma ‘haz lo que digo, no lo que hago’, y se permite dar lecciones sobre lo que es correcto, bueno y justo cuando su hemeroteca, ese archivo inservible que ni castiga ni condena, está repleta de mentiras e incoherencias. Pasen y repasen. Lo comprobarán.

La fragilidad de la especie humana, sostenía la recién fallecida socióloga Helena Béjar, inherente a nuestra falible condición, está siendo solapada por una falsa sensación de debilidad, esto es, una idea concebida por los seguidores de Gramsci y Laclau (lectores conscientes o masa aborregada) que pasa por presentarte como un colectivo oprimido y a partir de ahí, denunciar cualquier idea o acción que como segmento social te perjudique y de la que puedas sacar rédito mediático o económico. En el fondo, no es un reconocimiento de debilidad, sino que constata una posición de fuerza tras la que se busca una evidente obtención de privilegios.

Detrás de la estratagema no se halla la idea de empoderar a colectivos, sino de hacerlos vulnerables, enfermarlos de dependencia, odio, rencor y victimismo para luego decirles que la medicina para curarlos se consigue a base de más odio (subvencionado) más rencor (alimentado) y más victimismo (patrocinado y televisado).

Rubiales es la penúltima bala de la izquierda norcoreana que señala, acosa y destruye. Pero Rubiales es socialista, y además, del PSOE andaluz, es decir, sabe lo que es vivir y actuar bajo un infinito paraguas de impunidad e inmunidad personal. Lo ha mamado en casa, donde las siglas políticas constituían la verdadera familia a la que presentar tus respetos. Rubiales es del PSOE y por eso no ha caído antes, a pesar de que espió a un dirigente opositor con fondos de la Federación que presidía, hizo negocios con una dictadura donde los derechos humanos están conculcados, calló ante el mayor escándalo de compra de voluntades arbitrales por parte de un club y utilizaba la caja del organismo deportivo para viajes y fiestas privadas. Por todo esto, nadie pidió su cabeza y mucho menos su amigo, el presidente Sánchez.

Porque Rubiales es del PSOE. Y en el socialismo way of life, robar, espiar, usar las instituciones como si fueran un cortijo privado y dirigirlas de forma caciquil está permitido. Así que este esperpento televisado por Moncloa acabará como mejor le gusta al socialismo patrio: con una víctima de los suyos (Rubiales) un culpable al que echar las culpas de lo que pasa (la derecha mediática, el PP, Vox, Franco o la guerra de Ucrania) y un tonto útil al que distraer para que siga entretenido y no se preocupe de lo importante (el pastoreado pueblo español). Circulen.

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