El proyecto político de ETA ha ganado

ETA

Por más paños calientes que pongamos a los resultados de este domingo, por más que el PNV haya recuperado un pelín el resuello y pueda echarse en manos de los socialistas para componer un Gobierno en Vitoria, ETA, su disfraz de ahora mismo, Bildu, se ha llevado el gato al agua. Lo ha dicho Otegi: «Primero será la gota, luego el sirimiri y finalmente el mar». La gota no es pasado, es ETA; el sirimiri ha sido el blanqueo de que ha disfrutado durante estos años la banda; el mar es el encrespado y letal que ha salido de esas urnas. Era de prever, pero nadie lo quería prever.

Al mundo político entero de este país le ha venido pareciendo durante largos lustros, decenios, que la marca roja de una cuadrilla de forajidos criminales no podía llegar nunca a revelar esa fotografía que estamos contemplando. La meta volante de estas elecciones vascongadas, que a nadie le han resultado inquietantes desde que fueran convocadas, va a contaminar el nuevo escenario general de España.

Bildu, ETA para qué vamos a engañarnos, le ha echado el aliento en el cuello hasta morderlo a sus conmilitones de abertzalismo y los chicos supuestamente moderados de Deusto que, tiempo tras tiempo, han venido mandando como si en el País Vasco no cupieran más que ellos. Ahora ya saben que han entrado otros, los malos, por la rendija del separatismo común y que tienen un problemón: cómo articular su vida política en Vitoria y, por ende, cómo hacerlo en Madrid.

De pronto, en este día electoral, la criada de Bildu se ha vuelto respondona y le ha cogido por las solapas a la señora de la casa, la que había construido en los tres territorios regionales un entramado de intereses donde sólo chupaban los que llevaban el carné de Arana en el bolsillo.

La cosa se percibe aparentemente como estaba, pero ya nada será lo mismo a partir de este domingo. Veremos con qué fuerza se entrega el PSOE al nacionalismo, y, lo más importante: hasta dónde pretende llegar Bildu. ¿Organizará con el PNV y el PSOE otra pamplonada? Nadie lo descarte. Se queda rozando el palo de una posibilidad cierta: la de un acuerdo tripartito de la izquierda con Bildu de cabecera, el PSOE de acompañante, y lo que restaba de Sumar empujando a duras penas el furgón.

Un momento antes de trabajar esta crónica me decía esto un antiguo, e influyente, socio del PNV: «El susto de las urnas no nos lo quita nadie y el de los próximos meses tampoco». Pero ni este interlocutor ni ningún analista en su sano juicio pueden apostar por que los nutrientes del abertzalismo feroz concluyan un pacto que añada y derive en un auténtico asalto a la democracia española.

Como ha dicho en esta campaña un soldado de Bildu: «Si hemos esperado durante años, ¿por qué no vamos a esperar cuatro o cinco más?». Pero a lo mejor no quieren sentarse a la puerta de ninguna herriko taberna a ver pasar a las plañideras del PNV. Juegan con la certeza de que la sociedad constitucional española no tiene fuerza para contrarrestarles: el PP ha salvado los muebles con una cierta holgura –no mucha, la verdad–, y Vox sólo es un okupante incómodo de la derecha que atenta, desde su irrelevancia, contra los propios intereses que proclama defender. Sólo una plataforma alternativa a ETA podría salvar a España de un procés a la vasca que, indefectible, acabará más pronto que tarde en un referéndum de autodeterminación.

Y es que, sí, con estos resultados encima de nuestras mesas, podremos construir finísimos análisis, cercanos todos a la pura especulación postpartum de lo que iba a suceder y ha sucedido, pero, perdóneseme la reiteración semántica, lo que ha sucedido es que ETA nos ha ganado. No al PNV con el que, como en Estella, terminará entendiéndose; ni con los constitucionalistas españoles, que salimos aterrados de este trance.

Estamos ya en horas de tejer combinaciones, de otear quién se sentará en el cómodo sillón de Ajuria Enea, pero están muy desvanecidas las pocas ilusiones de que las estupideces letales del ingeniero Otxandiano le jugaran a él y a su coalición una mala pasada.

Y a todo esto, el PP ¿qué?, le preguntarán al cronista los lectores. Pues la respuesta se queda más o menos así: ha salvado los muebles pero su capacidad de decisión es alicorta. Ahora le espera otra convocatoria que es aún más determinante: Cataluña y, como en en este incesante panorama electoral español no hay dos sin tres, en junio, el 9, Europeas al canto. Hasta ese momento, lo comprobarán, el traidor Sánchez seguirá perpetrando sus acostumbradas fechorías. Hoy puede ufanarse de que han ganado los suyos, o sea, ETA, el PNV de sus cesiones bochornosas (la última, ya en el BOE, los trenes) y su propia organización que asistirá al partido como el golfo de Negreira en el fútbol español, enmerdando el piso hasta hacerlo inhabitable.

Esto es lo que hay: el proyecto político de ETA -se va a acreditar con certeza- ha ganado de forma parece que irreversible. Como era de prever y nadie quería enterarse. A la gente le importaba una higa. Gota, sirimiri y mar.

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