El proyecto del déspota

El proyecto del déspota
El proyecto del déspota

Sumen los datos que definen a un tirano: egocentrismo, falta absoluta de empatía, mentir sin límites, pobreza intelectual, imponer su oscura voluntad como ley a los demás, actitud amenazante y manipuladora, mostrar rencor a cuantos no le alaben, suplantar su falta de ideología por ríos de demagogia babosa. Súmenlos, obtendrán un déspota de mala calaña que se desmarca de dialogar con los partidos que se oponen a los abusos, pues sólo tiene tiempo libre para atender a sus socios separatistas, que le animan a traicionar a la nación. Confunde sus aspiraciones personales con lo prometido ante el Rey: defender y proteger la Constitución, simples minucias, según el tirano, cuyo único proyecto es la destrucción de España.

A muchos nos cupo la esperanza al verle en Bali, luciendo la tradicional camisa balinesa batik que le sentaba como una piedra, junto a su atractiva y sosa mujer, que iban a quedarse a vivir en Indonesia para siempre. Pero no, tras hacer el ganso, cosa que hace de continuo y presentar a Gómez como «primera dama» española cuando nuestra primera dama es la reina Letizia, Begoña sacó el descaro de una impostora y se apuntó a la filfa, ejerciendo de reina por un día. Las parejas de farsantes se estimulan con las trampas que inventan para seguir juntos. La mala noticia es que no se queden en Asia, sería un alivio librarnos de tanta hipocresía. En la dictadura bolivariana de Venezuela los recibirían con vítores, pues allí se jalea a los packs de tiranos que mienten sin parar.

Sánchez se enchufó al G-20 para no pensar en la reforma del delito de sedición, lío que le abruma y que acabará fatal. Las vacaciones balinesas no han aireado sus pesares. A su vuelta, le espera el ogro de ERC, Junqueras, decidido a devorarle, y el último escándalo de Irene, la cajera desbocada que insulta a los jueces y los califica de machistas y «fachas con toga». Lo más normal es que la destituya, pero no se atreve a hacerlo porque tanto el ogro como la hipertensa, le tienen cogido por los huevos. El que se pica, ajos come, muy especialmente en los tensos momentos antes de las discusiones. El déspota lo tiene crudo, haga lo que haga, se hundirá en las encuestas. Si al menos hubiera traído de Bali las setas mágicas llamadas blúminis, podría beberse una rica infusión de psilocibina y pasar de todo. Pero en vez de los hongos, se ha traído esa camisola escalofriante.

María Luisa Balaguer, magistrada del Tribunal Constitucional, detecta «vías de agua» en la Ley de Libertad Sexual, tan neciamente conocida como sólo sí es sí. Balaguer concluye: «A veces no se consiguen los resultados que se pretenden con una ley y la solución viene con el tiempo y la formación». La juez, de izquierdas y feminista, no ha podido ser más diplomática. Sin decirlo, ha venido a decir: «No es un problema de jueces, sino de quien redacta la ley». Doy por hecho que se refiere a la impericia e ignorancia de la enloquecida ministra de Igual-da.

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