Pinocho Sánchez

Pinocho Sánchez
Pinocho Sánchez

Cuando Carlo Collodi puso negro sobre blanco su obra cumbre, Pinocchio, no estaba pensando en Pedro Sánchez por la sencilla razón de que al todavía presidente del Gobierno aún le quedaban 90 años para nacer. Pero si fuera contemporáneo suyo, seguro que le hubiera salido una novela aún mejor de la que nos transportó a un mundo mágico en nuestra niñez. No creo que exista un personaje más inspirador para un cuento que tiene como trasfondo moralizador ese pecado eterno que es la mentira. Por una elemental razón: el inquilino de Moncloa es el tipo más embustero del planeta. Bueno y del universo si es que, como parece, hay vida inteligente más allá de la Tierra. En los demás órdenes de la vida, España es un gigante para un liliputiense como él; en éste él es Gulliver y cualquier otro rival una hormiga insignificante.

Nunca he conocido en política a un sujeto que personifique mejor que el marido de Begoña Gómez la mentira, el embuste, la falacia, la trola, el bulo, la patraña y eso que ahora viene siempre acompañado del neologismo anglosajón fake. La política es últimamente el arte de la mentira en el que vence sistemáticamente el que mejor miente. A nuestro Pinocho patrio lo ha engendrado un Geppetto más inmoral aún que él, un monstruo tricéfalo compuesto por ETA, el independentismo catalán y Podemos. Lo mejor de cada casa: quienes asesinaron a 856 compatriotas, los que perpetraron un golpe de Estado y esos comunistas a los que Maduro ha anegado de dinero para desestabilizar una de las grandes democracias de la Unión Europea.

Escuchando el lunes al lacayo Bolaños anunciar urbi et orbi el pinchazo de los móviles del presidente y de la titular de Defensa, Margarita Robles, con el sistema Pegasus, ya intuimos que era la enésima y no menos patética cortina de humo de una Moncloa que miente como si no hubiera un mañana para defender el fortín. En este caso para desviar la atención del pollo que se había montado con las escuchas a 65 capos golpistas catalanes que finalmente se quedaron en 18 y todas ellas con permiso judicial. De patrañero a patrañero y tiro porque me toca. Este modus operandi les ha salido gratis durante mucho tiempo a los socialcomunistas porque España no es Estados Unidos ni esas naciones protestantes en las que la mentira se paga inevitablemente con la salida del cargo, entre otras razones, porque el nivel de repudio público de esta conducta es similar al del robo o al de la traición. No hay perdón para la falacia.

Escuchando al lacayo Bolaños ya intuimos que era la enésima  cortina de humo de una Moncloa que volvió a mentir para defender el fortín

El problema es que este pájaro nos ha contado tantas trolas que ese Juan Español que empleo como metáfora de los 47 millones de compatriotas ya no le cree ni cuando, por equivocación, una de cada mil veces, sale una verdad de su augusta boca. Esta vez fue mucho más sencillo porque nadie en su sano juicio, menos aún los iniciados en la materia, se cree que los móviles de un presidente y de la ministra ni más ni menos que de Defensa hayan permanecido un año con un spyware empotrado sin que nadie se percatara de ello. Resulta obvio que el teléfono del primer ministro de cualquier país occidental serio se ausculta semanal o, como mínimo, mensualmente. Ocurre con el titular del cargo en Italia, con su homólogo de Reino Unido, con el canciller alemán, con el presidente de la República Francesa y naturalmente con el de los Estados Unidos. España no es la excepción que confirma una regla que se incumple en Zambia, en Tanzania, en Somalia o en el país más pobre del mundo, Haití, pero no en un estado occidental que, como el nuestro, es la decimotercera economía mundial.

Si nos atenemos a la versión oficial habría que cerrar el Centro Criptológico Nacional y el CNI, botar de inmediato a su decente directora, Paz Esteban, poner de patitas en la calle a la jefa de Seguridad de Moncloa, la eficacísima María Marcos, a Margarita Robles y consecuentemente también a Pedro Sánchez. Porque el Reino de España sería en realidad un país bananero. Hay un dato en el que nadie ha reparado porque la lamentable tónica en los medios españoles es aceptar acríticamente cualquier explicación que dé el poder. Si han tardado un año en descubrir los pinchazos efectuados en “mayo y junio de 2021” eso significaría que Marruecos ha tenido controlados casi un año los mensajes más íntimos de nuestro presidente y de la titular de un departamento tan sensible como es Defensa. Vamos, que el escándalo sería nivel dios, diez veces superior al que nos han presentado.

Pero se coge antes a Pedro Sánchez que a un cojo. Esa mosca cojonera que es y siempre debe ser OKDIARIO tardó 24 horas en trincarle en un nuevo renuncio: nuestro brillante jefe de investigación, Alfonso Egea, publicó un documento del CNI fechado y remitido al Ejecutivo en “julio de 2021” de inequívoco título: “Detección de software Pegasus en dispositivos iPhone [modelo que emplean el presidente y sus ministros]”. Conclusión: no hace falta ser el más listo de la clase para colegir que si este mensaje se remite a Moncloa uno y dos meses después del advenimiento de Pegasus es porque los pinchazos se habían detectado. Y si no fuera así, el malware se habría cazado tras el pertinente chequeo posterior de los terminales. ¿Se puede ser más desahogado?

Un Gobierno serio jamás admite que le han espiado por mucho que le hayan espiado porque eso creará desconfianza entre sus aliados 

Item más: en el mismo dictamen se exige a los integrantes del Consejo de Ministros que “revisen” sus aparatos y remitan las conclusiones al Centro Criptológico Nacional. Conclusión de la conclusión: lo supieron todo en tiempo real. ¿Se puede ser más desahogado? Por no olvidar otro nada elemental detalle: un Ejecutivo serio jamás admite que le han espiado por mucho que le hayan espiado, básicamente, porque si lo reconoce ni un solo aliado le mandará un whatsapp, un sms, un mail y ningún dirigente extranjero se atreverá a hablar contigo más que del tiempo, del Real Madrid, de Rafa Nadal o Carlos Alcaraz y poco más.

Pedro Sánchez es un mentiroso compulsivo, un enfermo de la mentira, un despreciable embustero. Cuenta con antecedentes en la materia para dar y tomar. A saber:

1.- Las balas enviadas a Marlaska y Pablo Iglesias en plena campaña electoral de Madrid, casualmente cuando veían que las posibilidades de acabar con su bestia negra, Isabel Díaz Ayuso, oscilaban entre cero y ninguna. Un montaje tan burdo como vomitivo. La Justicia archivó la denuncia en tiempo récord y del asunto jamás se volvió a hablar una vez celebrados los comicios en los que Ayuso les metió un repaso de aquí no te menees. Amenazas a las grandes autoridades de nuestro país llegan prácticamente cada dos por tres: por carta, por mail o en paquetes que contienen desde proyectiles hasta cuchillos, pasando incluso por rudimentarios artefactos explosivos.

2.- La navajita plateá recibida, o más bien presuntamente recibida, por la ministra de Industria en plena carrera a la Puerta del Sol. Reyes Maroto posó ante los medios con la foto de una cheira que por su tamaño parecía el puñal que empleaba Rambo para degollar vietcongs. Luego resultó que era una mininavaja y que el remitente se había identificado y había puesto su dirección porque es un enfermo mental. Otro bulo de la factoría Redondo. El indisimulado objetivo de esta panda de troleros era presentar el Madrid de Ayuso como una región invadida por el fascismo.

3.- Esta chusma también se inventó una agresión homófoba en Madrid. Según su relato, unos neonazis encapuchados rodearon a un gay en el portal de su casa en Chueca y le marcaron un glúteo con la palabra “maricón”. Horas y horas de programas de radio y televisión y miles de páginas en los periódicos no impidieron que horas más tarde el denunciante se viniera abajo y admitiera que se lo había inventado todo. El malévolo mito del Madrid fascista se les iba a tomar viento nuevamente.

4.- Otro circo montaron a cuenta del terrible asesinato de Samuel Luiz en Coruña. Hablaron de “homofobia”, “xenofobia” y, faltaría más, “fascismo” porque el chico era extranjero y gay. Pero el inicio de la paliza mortal no se produjo por la legítima condición sexual del muchacho sino porque los matones creyeron que les estaba grabando.

5.- Otro bulo gubernamental llegó con el lanzamiento de una granada a un centro de menas en 2019. Redondete y cía señalaron con sus sucios dedos a Vox. Nunca se pudo dilucidar la autoría pero, eso sí, el nombre de los de Abascal quedó manchado por unos facinerosos que conocen mejor que nadie la efectividad del “calumnia que algo queda”.

Rezaré todo lo rezable y me dejaré en el empeño la sangre, el sudor y las lágrimas que hagan falta para que Pinocho salga de Moncloa lo antes posible. No podemos vivir en un país en el que desde las alturas se aplica a machamartillo esa máxima goebbelsiana que sostiene que “una mentira mil veces repetida termina convertida en una verdad”. La mentira de Estado que con tanta destreza maneja Pedro Sánchez sí que es es la antesala y el gran alimento del fascismo. Puro, duro y de verdad porque la ficción acaba convirtiéndose en la realidad y los ciudadanos transformados en vulgares súbditos.

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