Peros al positivismo económico

Peros al positivismo económico

Cuando hablamos del repunte de la actividad económica mundial en 2017, los extremos positivos se ven algo empañados por una serie de peros. El primero de ellos es que el crecimiento sigue siendo débil en muchos países, entre ellos los de la propia Zona Euro. La inflación, con la subyacente como referencia, está por debajo de los objetivos previstos en la mayoría de economías avanzadas y pese a los estímulos monetarios multimillonarios de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo, y de otros bancos centrales, no acaba de enfilar la senda que las autoridades económicas y monetarias consideran como ideal. Los países exportadores de materias primas, tras los duros golpes encajados estos últimos años, se rehacen, pero son conscientes de que tienen que adaptarse a la disminución de ingresos procedentes del exterior. En suma, si los riesgos que se ciernen sobre la economía son equilibrados a corto plazo, en cambio, los riesgos a medio plazo son más bien negativos y las previsiones se moderan en cuanto a lo que serán los márgenes de mejora económica y de progresión.

Sigue habiendo una serie de preguntas que flotan en el ambiente. ¿Qué pasará cuando se retire la respiración asistida monetaria del BCE en la Europa del euro, y qué diantre sucederá en Estados Unidos en cuanto la FED (Reserva Federal) vacíe su balance de tanta deuda comprada y activada tras consumarse el tapering, es decir, la retirada de estímulos monetarios? Los planteamientos agresivos de Trump en materia de regulación financiera son igualmente motivo de preocupación. Con Trump podría iniciarse, aunque está por ver si sus aguerridas propuestas prosiguen su andadura en el plano legislativo, una etapa de desregulación financiera. Algo de inquietud turba esa tranquilidad que hoy se da en los mercados. El interrogante se resume así: ¿Desregulación financiera cuando todo el riesgo bancario deviene ya en sistémico? ¿Podría el mundo soportar una nueva crisis financiera que arrastraría consigo no ya a bancos pequeños y de riesgo controlado sino a gigantes del mundo financiero que cada vez más está dibujándose como un oligopolio?

Y los mercados financieros, ¿cómo se están comportando? Diríamos que de manera bastante optimista. Con las bolsas europeas tras haber superado las amenazas de las elecciones en distintos países, con volatilidades de los activos financieros muy bajas que para algunos analistas se perciben como una especie de burbuja, por ejemplo, con la exuberancia de la valoración de las compañías tecnológicas y las startups —las empresas incipientes—, que se hallan en cotas excelsas sobre bases reales —Apple se encamina hacia una capitalización bursátil del billón de dólares; ¡lo nunca visto!—, tanta ilusión financiera resulta excesivamente desbordante. Las dudas en el comportamiento de los mercados financieros brotan en cuanto se echa un vistazo al panorama político. ¿Cómo reaccionarán los mercados si se consuman las incertidumbres políticas que se otean? Tenemos una prueba de ello en España con la reacción del Ibex ante el desafío soberanista de Cataluña.

Otrosí, cuando se analizan los balances de grandes compañías, no solo europeas sino norteamericanas y asiáticas, sorprende constatar los saldos de los activos intangibles que campan por los estados financieros y cómo los fondos de comercio vuelven por sus fueros. ¿No se atisba demasiada alegría en operaciones corporativas de enjundia fuertemente apalancadas en un marco de relajadas condiciones financieras? Hay quienes ven una frenética algarabía otra vez, que se va adueñando de los mercados. Y es acá dónde se vislumbran riesgos para la estabilidad financiera que exigen una adecuada vigilancia.

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