El peor año para la libertad

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No ha sido un año fácil para la libertad. Podría principiar así cada resumen anual desde que el sanchismo llegó al poder para acabar con la corrupción y lo que ha conseguido es nacionalizarla y expropiarla para sí mismo. Tras esa cara de socialista inoxidable, se esconde un proyecto tiránico de franquicia familiar, donde Pedro y Begoña son el alfa y omega de todo lo que en política debía ser rechazable. A tenor de los datos reales, la percepción ciudadana y la realidad económica, somos más pobres y menos libres que cuando apuramos 2023, y en esa piscina del escándalo en la que nos baña el gobierno cada día, la amnistía es ahora un tema secundario, tito Berni pasa por ser el cuñado que se sienta a la mesa en Navidad y Errejón, el primo tonto que siempre que nos visita es para darnos la turra con el patriarcado y la causita del día.

Podría haber titulado también este artículo Doce bulos, doce causas. Y a buen seguro, nos faltarían bulos, y nos sobrarían causas. Porque la desinformación del universo zurdo en torno al sanchismo ha sido la constante en una legislatura marcada por la resistencia revoltosa de quien asume el poder con la convicción de no soltarlo nunca, en esa concepción autocrática de la res pública que todo tirano adquiere cuando llega al gobierno. No es sólo en España. Las recientes conclusiones emanadas de un informe publicado por el Congreso de Estados Unidos, demuestran que el COVID, como anunciamos, fue un proceso totalitario de ingeniería social, en maridaje conforme de las élites globales y los gobiernos socialistas, de izquierdas y derechas.

En España, dicho proceso incluyó secuestrar a los ciudadanos en sus casas, cerrar de manera inconstitucional el Parlamento y obligar al uso de mascarillas. Ahora ya sabemos por qué lo hicieron: cuantas más mascarillas se ponían en circulación (y más gente quitaban de la misma), más pasta ganaban los ministros y amigos de Sánchez. No lo hicieron para proteger a la población, sino para engalanar sus bolsillos particulares. Mientras nos vendían salud, se forraban de manera indiscriminada. Para que no se hablara de sus tropelías, regalaron a los medios que se dejaron sobornar cientos de millones de euros, que fueron destinados a ocultar y proteger las barrabasadas legales del PSOE, los delitos de sus miembros y las mentiras contadas y colocadas a través del argumentario subvencionado que desde Moncloa facilitan a diario.

Aldama, Koldo, Ábalos, Torres, Armengol, Santos Cerdán, Illa, el fiscal general del Estado, Antolín, Begoña Gómez, David Sánchez y Pedro Sánchez. Doce nombres sin piedad en esa trama corrupta y criminal llamada rosa nostra que ha convertido España en una sucursal del crimen organizado. Lo mismo te entra una narcodictadora por Barajas a dejar maletas llenas de billetes que patrocinan la delincuencia magrebí bajo pátina solidaria. Un día se hacen el progre humanitario y al otro te saquean el bolsillo con un nuevo impuesto para financiar chiringuitos ideológicos y medios afines al régimen. Una mañana te aumentan la deuda pública y a media tarde presumen de aumentar las insostenibles pensiones «porque salimos más fuertes» y «no dejamos a nadie atrás». Se preocupan, antes de acostarse, por el problema de la vivienda y cuando se despiertan están creando leyes que impiden el alquiler y protegen al okupa que todo lo desprecia. Si este país ha aceptado la amnistía como burla moral y desprecio por la ley, qué no hará con los delitos consiguientes del gobierno.

Ha entendido la mitad de España que mejor socialista esclavizado que ciudadano libre; mientras entre dinero en casa, la deuda y el futuro de los jóvenes son intangibles que no importan, porque no lo comprenden. Las cuentas al sanchismo vendrán cuando ya sea historia su gobierno, una vez consumado el liberticidio de instituciones y derechos. Sánchez caerá en algún momento, por la fuerza de las urnas o por la insobornable aplicación de la ley. O expulsado o detenido. Pero igual ya es tarde, porque habrá dejado un país más cerca de la guerra civil que de la concordia que reinó hasta que llegó Zapatero, el presidente por accidente. Tras el páramo del sanchismo, tocará reconstruir y entonces nos preguntaremos si el sistema está preparado para una alternativa de ruptura y motosierra o de continuidad gestora y partitocrática. La revolución liberal-conservadora (lean a Burke, etéreos iletrados) está en marcha y España no será diferente, aunque tarde en llegar la rebeldía a un pueblo más acostumbrado a las cadenas que a la libertad.

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