Pedro & Pablo: ‘El Chicle’ y Ana Julia os dan las gracias
El Partido Socialista entró en la locura de la mano de Largo Caballero, el Lenin español, en octubre de 1934 y salió de ella para conquistar la transversalidad que le daría el poder en mayo de 1978, en aquel mágico XXVIII Congreso. Felipe, el político más transversal que ha parido madre, mandó a esparragar al marxismo como principio fundamental de un partido que aún daba miedo a gran parte de la población, básicamente, porque en el imaginario colectivo pervivía la imagen del PSOE violento e intolerante de los infelices años 30. El Congreso de los Diputados fue el pasado jueves el escenario de la resurrección del peor de los PSOE’s. El de 1934 era un PSOE malvado; el de Pedro Sánchez es un PSOE torpe y patán. No fue el final de la Ley de la Prisión Permanente Revisable sino más bien el final del principio del final de una medida que nos acerca más a Bruselas que a ese Estrasburgo que está sistemáticamente en contra de la ley, el orden y la Justicia. Ese Estrasburgo que acoge un Tribunal Europeo de los Derechos Humanos que antepone sistemáticamente la compasión al delincuente al odio al delito.
La intervención del representante de Podemos, un Eduardo Santos que no es precisamente Demóstenes, fue un constante sí pero no, no pero sí. Pasó de puntillas en un debate en el que nada tenían que ganar y sí mucho que perder. Los podemitas, que son malos pero no tontos, son plenamente conscientes de que (ahí es nada) el 80% de los españoles está rotundamente a favor de una medida que provoca que los asesinos de niños, violadores múltiples, psicópatas criminales y terroristas se pasen toda la vida entre rejas si no han demostrado que están recuperados. Los protagonistas de los crímenes más abyectos y sangrientos moran un mínimo de 25 años en prisión y es a partir de ese momento cuando el contador se puede parar. Pero no antes. Los españoles no somos unos bichos raros ni unos atávicos practicantes de la Ley del Talión del ojo por ojo, diente por diente. Normas similares, por no decir prácticamente idénticas, existen en países inequívocamente democráticos como Francia, Reino Unido, Alemania, Italia o Austria. ¡Hasta la modélica y siempre recurrente para los progres Suecia recoge en su ordenamiento un tipo penal similar!
La intervención del representante socialista, Juan Carlos Campo, fue un himno al disparate, al mal gusto, a la chulería y la imbecilidad. Para empezar hizo suyas unas palabras de Patricia, la modélica madre de ese Gabriel que se ha convertido en el hijo de toda España, en las que reclamaba piedad hacia la malnacida Ana Julia. Lo habitual en un país en el que llevamos inscrito en mayúsculas en nuestro ADN una palabra que lo dice todo: PERDÓN. No he olvidado ni olvidaré mientras viva cómo reaccionaron los parientes de los militares y funcionarios de Defensa asesinados por un bombazo de ETA en el Puente de Vallecas. A un servidor, que entonces tenía 26 años, le tocó bailar con la más fea de las prácticas periodísticas por órdenes de arriba: tomar el pulso a los familiares. Hablé con no menos de 20 hijos, padres, madres, hermanos, hermanas y mujeres. Ni de una sola boca salió la palabra venganza. Y eso que fueron unas declaraciones tomadas en caliente. Aluciné para bien: en una coyuntura similar, yo hubiera clamado vendetta y lo hubiera explicitado.
Sencillamente irreproducible fue mi reacción cuando escuché al tal Campo hacer suyas las maravillosas palabras de Patricia Ramírez para defender la abolición de la prisión permanente. Los epítetos que salieron de mi boca se transformaron en vómitos cuando el político gaditano recriminó a Juan Ignacio Zoido que acudiera al funeral con la bufanda azul de Gabriel, que le había regalado la madre. La lista de agravios y deleznables memeces se completó con la crítica despiadada al diputado almeriense Rafael Hernando “por hacer declaraciones el día del entierro del pequeño”. El indigno portavoz socialista de Justicia olvidó que su presidenta, Susana Díaz, hizo lo propio en el mismo lugar y prácticamente a la misma hora que el popular.
Juan Carlos Campo, juez de carrera por cierto, se superó en su ruindad segundos después en presencia de Antonio del Castillo, que 10 años después sigue sin poder enterrar a Marta, Juan Carlos Quer, Juan José Cortés y los padres de Sandra Palo. Todos ellos se quedaron con las ganas de decirle de todo y por su orden al diputado socialista cuando espetó que la sesión parlamentaria “tenía sabor a rabia, ira y venganza”. Y que, ojo al dato, el PP y Ciudadanos “manipulan” a Antonio del Castillo, Quer, Cortés y Palo. No contento con ello, el metepatas oficial de la Cámara Baja dio una vuelta de tuerca más a su miserabilidad: “Sin prisión permanente derrotamos a ETA y con prisión permanente se ha asesinado a Gabriel”. Qué asco. No quiero entrar en su repugnante juego pero sí me doy el gusto de recordarle que la doctrina Parot, alumbrada por el actual fiscal general, era en sus efectos prácticos una suerte de prisión permanente y fue la que dio la puntilla a la banda terrorista.
La reacción a tamaña estulticia fue variada. Pero ninguna como la de Blanca Estrella Ruiz, dirigente socialista de primera hora, de cuando te metían en la cárcel por llevar en la cartera un carné con un puño y una rosa. La presidenta de la Asociación Clara Campoamor retrató magistralmente al diputadillo Campo: “Dentro de la vergüenza que hoy como socialista siento de un partido que fundó uno de mis bisabuelos, un partido que me pertenece por corazón y por el que han perdido la vida varones de mi familia, os pido perdón. Campo ha insultado a las víctimas, nos ha tomado por tontos y nos ha dicho que nos manipulan”.
No sé si ese Chicle que me revuelve las tripas cada vez que lo veo en una foto y esa Ana Julia a la que le deseo todo lo peor presenciaron el debate. Si no lo vieron, se lo habrán contado. Y si no se lo han contado es porque lo han visto. Sea como fuere, sé a ciencia cierta que están encantados. El asesino de Diana Quer ya había echado sus cuentas en una carta publicada por la periodista Cruz Morcillo: “En siete años estaré en la calle”. La demagogia barata de PSOE y Podemos ahorrará más de 10 años de reclusión a estos dos malnacidos y al único condenado hasta ahora a prisión permanente, David Oubel, un ADN diabólico que segó la vida de sus hijas de 4 y 9 años con una sierra eléctrica. Y desde luego alegrará la vida al violador del portal, al del estilete y al del ascensor, que multirreincidieron tras ser puestos en libertad. Ninguno se pudrirá en la cárcel si no se endurece la prisión permanente, como pretendían el PP y C’s. Estoy convencido de que los siete, consciente o inconscientemente, implícita o explícitamente, palabra arriba, palabra abajo, coincidirán a la hora de sintetizar en una frase el esfuerzo socialista y podemita por derogar la cadena perpetua revisable: “Gracias, Pedro; gracias, Pablo”.