Pedro se lava las manos

Puigdemont voto Sánchez
Carles Puigdemont, con Pedro Sánchez (archivo)

Una vez que la investidura de Pedro Sánchez se ha disipado entre la espantada de Pablo Iglesias y la férrea coherencia de Ciudadanos, los líderes regionales del PSOE pretenden pasarle factura por sus constantes coqueteos con Podemos y los independentistas catalanes. Ante el enfado de los barones por violar lo acordado en el Comité Federal, Sánchez se ha lavado las manos y, como si remedara el célebre «Ecce Homo» —»he aquí el hombre»— de Poncio Pilatos, ha expuesto al líder del PSC, Miquel Iceta, como responsable de las constantes conversaciones con aquellos que quieren romper España al otro lado del Ebro. Una acción con la que el líder socialista pretende limpiar su imagen tras intentar granjearse las simpatías y los apoyos tanto de populistas como de independentistas catalanes.

Bien es cierto que Iceta se ha reunido en varias ocasiones con el portavoz en el Congreso de En Comú Podem, Xavier Domènech. De hecho, el catalán incumplió las directrices de Ferraz hasta tal punto que convirtió la propuesta de una «reforma constitucional» en un «referéndum a la canadiense». Tanto que hasta Pablo Iglesias ha dicho este viernes que estos encuentros han sido «muy provechosos» y que «ojalá hubiera más socialistas como Iceta». No obstante, Pedro Sánchez tampoco puede cargar toda la responsabilidad sobre él. Con tal de ser presidente del Gobierno, el madrileño ha buscado de manera denodada un acuerdo con todo aquel que quisiera prestárselo, nacionalistas incluidos. De ahí sus reuniones secretas durante el pasado 15 de marzo con el vicepresidente de la Generalitat y presidente de ERC, Oriol Junqueras.

Un encuentro sin la «transparencia, luz y taquígrafos» que prometió el secretario general del PSOE y que ha enervado hasta el atufo a los principales dirigentes autonómicos del partido que, además de haber manifestado su defensa innegociable al respecto de la unidad de España, podrían sufrir las consecuencias electorales en sus propios feudos si al Partido Socialista se le adhiere una imagen de connivencia con los secesionistas. A Sánchez, por tanto, se le complica su liderazgo tanto dentro como fuera de la formación que encabeza. Mientras trata de gestionar la sobreexposición por su intento de investidura de la mejor manera posible, insiste en aparecer como el único candidato que de verdad ha tratado de formar Gobierno para postularse así como líder del PSOE de cara a unas eventuales elecciones generales. Sin embargo, y tras los bandazos de los últimos meses, en su partido se multiplican las voces disonantes contra su gestión. Los enfados territoriales pueden suponer el principio del final para su presencia en la cúspide política.

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