Pablo Casado: el PP que necesita España

Pablo Casado: el PP que necesita España

Dentro de 48 horas, se abrirán las urnas en las distintas sedes del PP en toda España para que los afiliados de dicho partido puedan elegir al candidato que prefieran como presidente nacional del Partido Popular y candidato, por dicha formación, a la presidencia del Gobierno en las próximas elecciones generales. Es cierto que va a votar una ínfima parte de los afiliados, pero al menos más de 65.000 personas van a depositar su voto en primera ronda, cosa que era inimaginable hace pocos años, para elegir al sustituto de Mariano Rajoy. Es cierto también que la última palabra la tendrán los compromisarios, elemento que puede distorsionar el resultado, hasta el punto de que éstos podrían elegir en esa segunda vuelta al que, de los dos finalistas, fuese el menos preferido de todos los afiliados en la primera votación, pero, lamentablemente, son las normas vigentes.

Y digo lamentablemente porque al menos una quinta parte de los compromisarios son cargos públicos, al ser natos como miembros de la junta directiva nacional, y el resto suele estar compuesto, en muchas ocasiones, de cuadros que siguen las indicaciones de quien los nombra, y eso siempre resta libertad al proceso. Pues bien, dentro de 48 horas, con todos los defectos de dicho sistema, los afiliados del PP elegirán, como digo, a la persona que quieran que los lidere en el futuro. Seis candidatos se presentan, de los cuales tres tienen, a priori, las mayores opciones para pasar al desenlace final, que por número de avales entregados son Casado, Cospedal y Soraya. Pues bien, España necesita un PP fuerte, con opciones de Gobierno, que cubra el espectro de centroderecha, al igual que en la izquierda necesita un PSOE en idénticas condiciones.

Necesita un PP como el que ilusionó a tantos españoles en los años noventa, el PP que ganó en 1996 por la mínima y metió a España en el euro e impulsó crecimiento económico y empleo, bajó impuestos y creó prosperidad, que le procuró la mayoría absoluta del año 2000 y que bajo el lema repetido por Rajoy y los suyos de «lo hicimos y volveremos a hacerlo», conquistó de nuevo 11 millones de votos en noviembre de 2011. Sin embargo, los años de Gobierno del PP entre diciembre de 2011 y junio de 2018 se caracterizaron por apartar los principios y valores del centroderecha, aplicando la doctrina de Elche —quien quiera irse al partido liberal, que se vaya, y quien quiera irse al partido conservador, que se vaya también— y la del congreso de Valencia —el destierro de quienes habían representado la esencia del PP: María San Gil y Ortega Lara, con el arrinconamiento paulatino de Aznar, Aguirre y sus equipos—.

Un PP sin esencia

Aquella época —en la que la falta de identidad fue la protagonista— llevó a que se subiesen impuestos, no se redujese el gasto todo lo que se debía, no se diese tanto apoyo a las víctimas del terrorismo y se intentase el apaciguamiento con los secesionistas, hasta el punto de no aplicar con determinación el artículo 155, después de haber fracasado en la «operación diálogo», que más bien parecía que era una operación de rendición preventiva. Es cierto que España superó la crisis en la que Zapatero la había dejado, gravísima, pero se podría haber hecho a menor coste, a mayor velocidad y con más impulso de haber seguido los principios clásicos del partido que fue un día el PP: impuestos bajos, reformas profundas, eliminación de obstáculos burocráticos, defensa de España y de las víctimas.

A la mejora económica deberían haberla acompañado la firmeza política y la defensa de valores y, sin embargo, el PP desistió de sus principios y perdió votantes a borbotones. Por eso, hay que recuperar ese PP anterior a la última etapa, el PP de siempre, el PP «verdadero», porque es el que necesita España como representante del centroderecha: el PP liberal conservador. De los tres candidatos con aparentemente más opciones, sólo Pablo Casado ha enarbolado esa bandera. Cospedal y Soraya se pelean por quedarse el PP, pero, realmente, ambas quieren mantener la continuidad del PP de los últimos años, sumido en la anestesia del poder, que al despertar de la misma se ha visto que ya no tenía el Gobierno y que hacía tiempo que había abandonado los principios.

En dicha lucha, en primer lugar, el PP puede romperse en pedazos y desaparecer, o, si no, quedar ya completamente desnaturalizado, como un partido sin ideas ni valores, dejando, en ambos casos, huérfanos a la mitad de los españoles. Por eso, por la importancia que el PP tiene para España, la mejor opción que tienen sus afiliados es el PP liberal conservador, el PP que supuso la unidad del centroderecha, el PP centrado en los individuos como sujeto principal de toda acción política, el PP que demostró que no existe ninguna maldición para que los españoles no puedan prosperar tanto o más que el resto de ciudadanos de otros países de nuestro entorno.

Esas ideas, las del PP de siempre, son las que el otro día pronunció Pablo Casado en una entrevista. Ello, unido a que es el único candidato que puede garantizar la unidad del PP y que puede, con su planteamiento, recuperar más voto del centroderecha para que vuelva a la casa común que fue, hacen que el propio Casado y su proyecto sean el PP que necesita España. Sus afiliados tienen la palabra. Por el bien de España, esperemos que acierten.

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