Organicemos la resistencia al PSC
Los que creen que los socialistas catalanes son un juguete en manos de Pedro Sánchez y defienden que, si al inquilino de La Moncloa le interesara, Salvador Illa estaría dispuesto a inmolarse para que Carles Puigdemont sea el president, es que no conocen cómo las gastan en el PSC. Basta con recordar que cuando les interesa rompen la disciplina de voto del grupo del PSOE en el Congreso, y no se cortan un pelo. De hecho, siempre han aplicado un doble rasero: se consideran un partido independiente, y de hecho lo son, son una formación soberana que no depende del PSOE. Pero manda delegados a los congresos del PSOE y cuenta con miembros en su Ejecutiva.
Veremos muchos dimes y diretes, y giros de guion, pero los socialistas catalanes lo tienen claro, ellos no van a ser el pagafantas de la política catalana. Al contrario, han demostrado una notable habilidad para pactar con todo el mundo, cediendo lo menos posible. El PSC quiere ser la nueva Convergencia, el eje de la política catalana, y hace ya demasiado tiempo que a Salvador Illa se le ha puesto cara de Jordi Pujol. Recuerden el fichaje por los socialistas de Josep Lluís Trapero, el jefe de los Mossos que permitió el golpe de Estado del 1 de octubre. De ahí que el PSC se haya convertido en el auténtico voto útil del separatismo más templado, el que quiere avanzar hacia la independencia mientras pone el cazo para desangrar al resto de regiones españolas.
Salvador Illa, si consigue que ERC le dé la presidencia en vez de jugar al bloqueo electoral, va a seguir la tarea que el PSC lleva haciendo desde que Pedro Sánchez es el presidente del Gobierno: acabar con lo poco que queda del Estado en Cataluña. La inacción de la Delegación del Gobierno en Cataluña para evitar que los símbolos nacionales desaparezcan de los ayuntamientos separatistas – que son la gran mayoría – es brutal. Hay zonas de Cataluña que ya son, de hecho, otro país, porque no hay ningún rastro de que esas tierras son España. Como mucho algún buzón de Correos lleno de pintadas insultando a los «ñordos» y tuneando el «Correos» por «Correus».
Salvador Illa no ha acabado con el procés, es su evolución natural. Es el líder que el separatismo necesita en esta fase tras el fracaso del golpe de Estado, los indultos y la amnistía. Es la persona que facilitará que el Gobierno de España se siga desentendiendo del constitucionalismo catalán para que el separatismo acabe ocupando las escasas parcelas que aún no domina de la sociedad catalana. Illa hará el trabajo sucio que le falta por hacer al independentismo: acabar con la lengua española como idioma de uso social en los patios y en los comedores escolares, en las universidades y en los comercios. Es el que seguirá subvencionando a los chivatos lingüísticos para que despidan a los camareros y dependientes que no hablen catalán -siguiendo el ejemplo de Jaume Collboni, que ya se ha dedicado a fondo en la limpieza lingüística del Ayuntamiento de Barcelona-.
Salvador Illa no es el enterrador del procés. Es el enterrador del constitucionalismo. O, mejor dicho, el que va a intentar enterrarnos, porque no nos vamos a dejar. Porque seguiremos denunciando sus renuncias, sus mentiras, sus traiciones y sus barbaridades. Una tras una. Día tras día. El PSC cree que ha ganado. Pero no es así. El 12-M, que quedó claro que los de Illa son el voto útil separatista, comenzó el principio de su fin como partido que se ha dedicado a traficar con los votos de catalanes no separatistas, para ponerlos al servicio del secesionismo. Que disfruten de este momento que creen de victoria porque descubrirán que somos muchos los que les vamos a plantar cara.