Carpe diem

De la ocurrencia a la reflexión

De la ocurrencia a la reflexión
De la ocurrencia a la reflexión

Es Baluard es un museo –seamos piadosos- de arte moderno y contemporáneo, sea esto último lo que fuere, donde al parecer cabe cualquier cosa, como los célebres almacenes Harrods, que recibe el nombre del Baluarte de Santa Catalina, que data del siglo XIII, remodelado por los arquitectos García Ruiz, Vicente Tomás y Ángel Sánchez Cantalejo, ideado por un mecenas llamado Pedro Serra para albergar parte de su colección, completada luego con diversas obras sacadas de aquí y de allá.

Aun así, no parece que mueva excesivos entusiasmos si, verbigracia, comparamos número de visitantes que podrían visitarlo con el número de los que en realidad lo visitan. Pero esto es lo que hay. Para tratar de alcanzar la excelencia necesaria para poder considerarse una institución museística a la altura de la modernidad, últimamente sus responsables han dado en organizar exposiciones temporales -en lo que va de año ya llevamos dos- que pretenden situar el museo en la vanguardia de la vanguardia y hacernos reflexionar sobre todo lo reflexionable, a partir de ocurrencias convertidas en paradigmas. Desde un trapo de cocina sucio hasta, si se lo propusiese algún artista genial, la Santísima Trinidad y su influencia sobre el heteropatriarcado. Que esta debe ser, en opinión de sus adelantados responsables, la función que corresponde a un museo en la actualidad. 

Ya apuntaron ideas cuando hace un par de años montaron en su sala magna, el aljibe, una exposición de caramelos, aunque, eso sí, con su correspondiente relato. Y ahora han tratado de superarse con la última de sus muestras temporales, que consistió en una exposición de trapos de cocina, ocurrencia genial de Elena del Rivero, colgados en hilos de tender y que nos permitió algo realmente asombroso: reflexionar sobre la pérdida de la memoria colectiva y la construcción de los pilares existenciales que conforman las creencias y valores de las sociedades contemporáneas (sic). 

Y ahora, avanzando un poco más en el propósito de hacernos reflexionar, han montado otra, las islas por nombre, debido a las ocurrencia de Rogelio López Cuenca y Elo Vega, que plantean una reflexión, otra más, que abarca desde la explotación colonial occidental hasta el presente más inmediato, relacionado todo ello con el ocio y el «mal llamado» modelo turístico. Un conjunto de collages publicitarios que nos adentran en la cultura pop mediante imágenes turísticas, mientras unos maniquíes reflejan los paisajes colonizados como espacios de explotación.

Imma Prieto, directora de Es Baluard y comisaria de esta impresionante muestra, también ha reflexionado: «Lo interesante del proyecto es que apunta directamente a la configuración del deseo y nos ayuda a pensar en la perversión que tiene la sociedad». Ítem más, la instalación, según sus creadores, «contiene múltiples lecturas que permiten ahondar en una reflexión y dar una lectura más profunda en torno al heteropatriarcado». Y hete aquí la guinda del pastel: los maniquíes, que simulan ser turistas, van vestidos con camisas hawaianas que esconden un mensaje en el estampado: se pueden observar terribles escenas de la subyugación de mujeres indígenas y esclavizadas por parte de los colones españoles. 

La próxima reflexión, perdón, la próxima ocurrencia que nos podría ofrecer Es Baluard, se brinda la idea, para reflexionar un poco más y con mayor profundidad, podría ser la inmensidad del universo desde la perspectiva queer vista por un chimpancé. Sin duda, habría bofetadas para entrar.

Le digo yo a usted señor guardia…

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