La obscena puerta giratoria de Victoria Rosell
La hipocresía de la hasta hace nada delegada del Gobierno contra la Violencia de Género, la podemita Victoria Rosell, daría para escribir un tratado sobre el cinismo y la doble moral. Ahora, defenestrada de su cargo, tramita su reingreso como juez. O sea, que la susodicha va a ejercitarse en esa práctica conocida con el nombre de puerta giratoria que Podemos maldijo antes de entrar en política. Si faltaban motivos para prohibir que la política y la judicatura tuvieran tan obscenos vasos comunicantes, lo de Rosell ya es de grima, porque cuando era alto cargo del Gobierno iba poniendo a caer de un burro a los ‘jueces machistas’ que, según ella, interpretaron torticeramente la ley del sólo sí es sí para rebajar las penas a los violadores. Lo que era un bodrio era la norma que diseñó Rosell entre otras lumbreras, pero la alto cargo fue incapaz de admitir que habían parido la mayor y más grave chapuza legislativa de la democracia española.
Pues bien: la Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ha aprobado esta semana una propuesta del Servicio de Personal Judicial relativa al «reingreso al servicio activo de la magistrada María Victoria Rosell Aguilar». Los miembros de la carrera judicial que cesan en un cargo político tienen que pedir el reingreso en un plazo de diez días a partir de la fecha de cese. Si no lo hacen, quedan en situación de excedencia voluntaria». Su cese apareció en el BOE el pasado 8 de diciembre. O sea, que Rosell se pasa sin ningún rubor del legislativo al judicial. Estos que se metieron en política para regenerar el sistema han resultado ser la expresión más palmaria de la casta que en su día denunciaron. El caso de Rosell es especial, porque no se sabe en qué faceta fue peor. Si como juez o como política.