Nuevo Gobierno socialcomunista

Nuevo Gobierno socialcomunista

Ya lo tenemos. Un Gobierno, como se esperaba, socialcomunista. Ha sido posible gracias a que estaba en juego el interés personal de Sánchez. Para satisfacerlo, ha echado mano de quienes quieren acabar con España. Y lo ha hecho a hurtadillas, mintiendo y ocultándolo en las elecciones del 23-J. No le ha importado entregar el oro y el moro. Como recordó el eurodiputado francés François-Xavier Bellamy el pasado miércoles, «usar el poder que te ha otorgado la gente para tus intereses personales para mí es corrupción». Y, para cualquiera. Pero, a Sánchez, el progresista, estas cosas le resbalan.

No hay que cruzar el Atlántico. Basta con recordar el ADN socialista, que expuso Pablo Iglesias en la sesión parlamentaria del 7 de julio de 1910. Estas fueron sus palabras: «Estarán en la legalidad mientras la legalidad le permita conseguir lo que necesita; fuera de la legalidad… cuando ella no les permita realizar sus aspiraciones». Lo vimos en la pasada legislatura. Nos lo tragamos. Y, ahora, ha llegado a su plenitud. Eso sí, no faltaba más, se hace desde la concordia y la progresía. Pero, fuera de la legalidad, incluso constitucional. ¡A esto le llama el sanchismo, y sus apoyos mediáticos y parlamentarios, progresismo! Lo que hay que ver.

¡Vaya lío! Este Gobierno acabará muy mal. En su misma composición (multiplicidad de partidos con posiciones contradictorias), lleva dentro de sí el germen de la propia deconstrucción. Ahora, a no tardar mucho, aparecerán los momentos de la verdad. «Los jueces van a ser su ruina. Entre recursos y puñetas, el lawfare, las comisiones rogatorias, las audiencias, los verificadores y los gritos en la calle no le van a dejar dormir» (Raúl del Pozo). Y, esto no lo es todo. Ahora se va a acordar de Podemos y su posible venganza. Ahora se va a enterar en manos de quienes se ha puesto.

El PNV y Junts, partidos de derechas, acaban de firmar el viernes en Bilbao un pacto, que será «su peor pesadilla» (Ana Martín): buscan aunar fuerzas para reforzar el frente conservador frente a sus rivales progresistas, básicos en el apoyo a Sánchez en la pasada legislatura: ERC y Bildu. ¿Cómo superar las paradojas y contradicciones entre contrarios sin romper el todo? Ahora va a verificar qué significa el haber perdido la calle. La resistencia legítima de la oposición, secundada por más de media España, le sacará de quicio. Espero que tal resistencia sea democrática, pero firme y constante.

Por su parte, Sánchez ya se ha procurado un paliativo, que supone eficaz, pero que se volverá contra su autor. Ha formado un Gobierno muy débil e incompetente, que espera actúe de pararrayos y no tenga escrúpulos para seguir en el enfrentamiento, al menos contra media España. Táctica puesta en marcha en la legislatura pasada. Espero que Vox haya aprendido la lección y esta vez no pique. Es importante no caer en la trampa y contribuir así a hacer imposible la alternativa a Sánchez. Eso sí, será un Gobierno progresista y para todos los españoles. ¡Ja, ja, ja!

Nadie debería dar por bueno semejante propósito: el enfrentamiento. Ni siquiera aunque te sientas adicto a las causas del sanchismo progresista. Pues bien, el inteligente pisacharcos, dando un paso más al frente, lo explicitó, de modo temerario, en su propia investidura. Ante la maldad de la «derecha extrema» y la «extrema derecha», dijo, había que construir un muro: impedir, presuntamente, como fuese, que la derecha tuviese la oportunidad de gobernar. ¡Todo muy democrático!

Lo ha dicho, responsablemente y con autoridad, el expresidente Aznar: «Es una declaración de guerra» contra, al menos, la mitad de los españoles. ¡Hay que tener desfachatez para iniciar su nuevo mandato con esa proclama belicista! Sánchez, por si no lo sabían, es un experto pisacharcos, precisamente para que no se hable de los múltiples incendios que él prende en España. Táctica torticera para engañar a ingenuos ciudadanos. Algo vale que persigue la mejora de la convivencia y la concordia entre todos.

Dicho y hecho. Ya ha puesto los cimientos de tal inquisición excluyente, arbitraria y frentista: los ministros Puente y Bolaños. El resto vendrá por añadidura. No lo duden. No esperen otra cosa de este Gobierno, aunque se diga «progresista». Ya han empezado, incluso con la colaboración de la «mística» de la política gubernamental, Yolanda Díaz, interponiendo una querella contra el CGPJ y la inane Armengol al admitir la formación de Comisiones para juzgar (el lawfare) políticamente a los jueces que aplicaron la Ley por lo sucedido en Cataluña. Vienen días de gloria.

Por último, un apunte final. María Jesús Montero, cuarta vicepresidenta, es la llamada a llenar la despensa catalana y vasca. Ya lo ha venido haciendo en el pasado y ahora se premia su servicio. Prepárense que vienen curvas: más impuestos. No se repartirán, como no se han repartido en el pasado, de forma justa y equitativa. Los ciudadanos serán diferenciados en función del territorio en el que hayan fijado su residencia. Los habrá de primera, segunda y, me temo, que hasta de tercera clase. Cataluña se quedará con el 100% de la recaudación y no se solidarizará con el resto de comunidades autónomas. ¡A esto le llaman igualdad de trato! ¿Qué pasa con el País Vasco? Se desconoce el pacto con Bildu. ¡Viva la transparencia! El mundo al revés. ¿Les parece justo votantes del sanchismo?

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