Nuestros «demonios familiares»: el cainísmo y el tribalismo

Nuestros «demonios familiares»: el cainísmo y el tribalismo
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De Gaulle decía que tenían que producirse guerras, para que los franceses aprendieran Geografía. Con Sánchez, los españoles están aprendiendo Historia, así que una vez más, se cumple el aforismo popular de que «no hay mal que por bien no venga».

No recuerdo haber recibido tantos mensajes por las redes sociales, ni haber leído tantos artículos referidos a periodos convulsos de nuestra Historia patria, como en la actualidad. Y constato en todos ellos un denominador común: la preocupación generalizada que suscita la formación de un Gobierno «Frankenstein» como el que ha constituido Pedro Sánchez. Una inquietud más que justificada por la presencia en el Gobierno de comunistas —que, además lo proclaman con orgullo, como el titular de Consumo—, a los que los separatistas han brindado su necesario apoyo.

Cada país tiene sus propios «demonios familiares». España no es una excepción y, junto a grandes virtudes que nos identifican como nación, tenemos nuestras lacras, como la tendencia al guerracivilismo y al tribalismo cantonalista. Para verificarlo, basta repasar nuestra Historia Contemporánea: Una revolución liberal en 1868, derrocó la Monarquía histórica española encarnada en Isabel II para ir, de la   mano del General Prim, a instaurar una Monarquía electiva, sin ninguna vinculación con nuestra nación, y cuyo único mérito fue la de ser la nueva casa reinante en Italia, los Saboya, que acababan de desposeer al Papa de sus milenarios Estados. Posteriormente, la I República Federal de 1873, tuvo cuatro presidentes y seis gobiernos en nueve meses —Figueras, Pi Margall, Salmerón y Castelar—, y fue seguida por la insurrección cantonal liquidada al año siguiente por el General Pavía en nombre del Ejército y con el beneplácito general de los políticos del momento, conscientes del caos en el que la autodenominada «Gloriosa Revolución», había sumido a España. Todo ello, sin perjuicio de las guerras civiles carlistas que sufrimos.

Por ello, tras probar todas las fórmulas que la imaginación política ofrecía, hubo que volver al punto de partida, con la restauración monárquica en el hijo de la depuesta Isabel II, Alfonso XII. Este será, asimismo,  derrocado y enviado al exilio como su abuela, la reina; se instaurará la II República, de ahí pasaremos a la Guerra Civil, restaurándose finalmente de nuevo la Casa de Borbón en el trono, en la figura de su nieto Juan Carlos, sucedido por Felipe VI.

Y ahora parece que nuestros «demonios familiares» andan sueltos nuevamente: Oímos hablar con demasiada frecuencia de federalismo, de la existencia en España de ocho o nueve naciones por lo menos; tenemos ministros comunistas y republicanos en el Gobierno; en Cataluña nos encontramos en plena insurrección tribal, mientras asistimos al surgimiento a lo largo y ancho de nuestra geografía, de variados partidos localistas que, incluso, le han dado la llave del gobierno a Sánchez.

La «declaración institucional» del flamante Presidente Sánchez, se resume en «más diálogo social y territorial». Pese a que, tras cuarenta años de desarrollo autonómico, tenemos uno de los Estados del mundo más descentralizados política y territorialmente, no paran de crecer las demandas de más autogobierno. La opción de Sánchez por el separatismo catalán de ERC, no solo no va a apaciguar este independentismo,  sino que lo va a extender a otras comunidades y regiones. Los nacionalistas vascos históricos del PNV, y los de Bildu, ya plantean nuevas reivindicaciones mirándose en el espejo catalán, y el ejemplo de Teruel existe va a fomentar localismos y cantonalismos por todo el territorio nacional. Este «diálogo territorial» anunciado, se va a convertir en un mercado de demandas de más poder político y agravios por parte de todos contra el Estado.

La experiencia de nuestra Historia Contemporánea, que he glosado sumariamente,  pone de manifiesto que la opción elegida por Sánchez para formar Gobierno, además de ser inestable y radical, va contra lo que nuestra experiencia histórica  aconseja: ha reabierto la caja de Pandora de nuestra proclividad al tribalismo y al cainismo guerracivilista, que es la versión autóctona del federalismo republicano, tan al gusto de los ahora partidos gobernantes.

Del guerracivilismo hablaremos otro día.

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