Nucleares, sí, y cuantas más, mejor
Mientras el Gobierno socialcomunista, subido a lomos del integrismo ecojeta, ha decretado el cierre de las centrales nucleares en 2030, en numerosas naciones de la UE la apuesta por este tipo de energía, más limpia y menos contaminante que cualquiera, se redobla. Pero no sólo en la UE, sino que ahora también Marruecos y Argelia se suman a la lista. España amenaza con convertirse en una isla, rodeada de naciones que abanderan la defensa de lo nuclear. Conclusión: la izquierda española otra vez ha elegido el camino contrario al del progreso y ha llevado su absurda inquina a la energía atómica a un grado de papanatismo ideológico absolutamente lesivo para los intereses nacionales.
Pese a que Bruselas se ha mostrado partidaria de duplicar la generación nuclear para lograr el objetivo de emisiones contaminantes cero en 2050 y en el Parlamento Europeo ya se consideran el gas y la energía nuclear como verdes, al mismo nivel que las renovables, Teresa Ribera, enemiga íntima de la energía nuclear, está a un paso de ser ratificada como comisaria europea.
Marruecos y Argelia también sacan los colores al Gobierno de Pedro Sánchez, como hizo hace meses Polonia, donde la filial polaca de Ferrovial, Budimex, será la constructora encargada de la edificación de la primera central nuclear de un país que ha decidido apostar firmemente por la energía atómica, siguiendo así los pasos contrarios a los del Gobierno socialcomunista español. Vamos de espaldas al futuro, porque aquí cerrarán en unos años los reactores de Ascó I, en 2030; Ascó II, que lo hará en 2032; y Vandellós II, en 2035.
El socialcomunismo sigue con la matraca del «Nucleares, no. Gracias», aquel eslogan de la izquierda de los años 80 que ha quedado completamente arrumbado en buena parte del mundo. Aquí no, porque algunos siguen instalados en el pleistoceno ideológico y confunden progresismo con progreso, cuando la realidad es que nada hay más reaccionario que el rancio progresismo de la izquierda