El no de Mbappé, el sí de Montero y el no sé de Sánchez

El no de Mbappé, el sí de Montero y el no sé de Sánchez
El no de Mbappé, el sí de Montero y el no sé de Sánchez

El fútbol es el alfa y el omega, y la Champions del Real Madrid desdibuja cualquier otra figura y opaca cualquier otro tema. Pero no hay motivo para que la victoria blanca en París otorgue indulgencia a algunos personajes que la semana pasada han dejado pendientes algunas explicaciones lógicas o creíbles. Y no hablamos del Rey Juan Carlos, que ya expió con su abdicación las actuaciones impropias que cometió con la vida y con la hacienda. Tendrá, eso sí, la obligación de penar por los delitos que se le imputen cuando efectivamente por los mismos se le condene, pero, mientras tanto, tiene el derecho de, sin mediar más explicaciones, desarrollar su vida privada donde le dé la real gana.

Sin abandonar el fútbol, a quien sí queremos hacerle la penúltima coda es a Mbappé. Con su ‘no’ al que siempre dijo que era el equipo de sus sueños, el talentoso futbolista ha evidenciado, y está en su derecho, que el fútbol, más que su pasión, es su profesión, y que por ejercerla quiere recibir la mayor remuneración posible. Ese reconocimiento, tan claro y explícito como el saldo de una cuenta corriente, hubiera cerrado una polémica que se amplió con disquisiciones sobre que la familia y el entorno social y político han condicionado insuperablemente su decisión. Pero no, el parisino ha preferido quedar como un joven comprometido, más que con la grandeur de Francia –a la que siempre hubiera podido contribuir como estrella de su selección y del club más importante y mediático del mundo-, con un equipo que solamente representa el poder económico de un estado extranjero con valores y principios no muy edificantes. ¡Ah, es verdad que también ha quedado como un muchacho obediente!

Entrando en temas de verdadera enjundia, sí que es muy preocupante la aprobación del proyecto de la ley del sólo el sí es sí. Otra vuelta de tuerca en la ingeniería social progrefeminista en la que caben, en nombre de una supuesta igualdad, planteamientos absurdos en las relaciones de pareja y las mayores aberraciones técnico-jurídicas en la articulación legal. Para la ministra, el logro efectivo de la igualdad y seguridad de la mujer pasa por imponer un proteccionismo especial, al modo de considerarla una especie exótica que no está preparada para sobrevivir en espacios de libertad e igualdad real como son las sociedades liberales y democráticas, que lo que deben hacer no es estigmatizar a los hombres por el hecho de ser potenciales agresores, sino perseguir con el mayor rigor a los que realmente agreden. Equivocada pues en el fondo, lo está igualmente en la forma: por un lado, haciendo necesarios comportamientos reglados y preventivos (y no se trata del uso de preservativos) en lo que debe ser la privadísima y libérrima relación íntima de los hombres y las mujeres, y por otro, invirtiendo la carga de la prueba en el caso de una acusación de agresión sexual.

La explicación inconfesa a tanto desatino solamente puede estar en que, además de su completa ignorancia del derecho positivo y de los principios generales que lo inspiran, Irene Montero no tiene una concepción igualitaria de los seres humanos, y no entiende que las virtudes y defectos son atributo individual de cada uno por el hecho de ser persona y no por ser de uno u otro género. Y finalmente, el que es ontológicamente incapaz de tener un comportamiento, ya no adecuado y oportuno, sino digno y honorable con la representación que ostenta es Pedro Sánchez. En la comparecencia en el Congreso para explicar los casos de espionaje, volvió a sacar lo mejor de sí mismo y, sin mayor rebozo, aseguró «no haber tenido ningún conocimiento de las actividades operativas desplegadas por el CNI», responsabilizando al personal de dicho centro y al juez que las controla.

Pero alma de cántaro, si eso es peor; si eso es como reconocer que tú no te enteras de nada, que nadie te hace caso y que cada uno en este desgobierno de Estado que tenemos hace lo que le viene en gana. En la película Algunos hombres buenos, realizada a partir de un estupendo guion del polifacético Aaron Sorkin, el teniente Kafee (Tom Cruise) se ve obligado a enfrentar al coronel Jessup (Jack Nicholson) a la apariencia de que en su regimiento de marines en Cuba él no ejerce una autoridad real y que cada uno allí resuelve los problemas sin atender a sus órdenes, para que éste reaccione y termine reconociendo que, por supuesto, fue él quien ordenó el Código Rojo. El pasado jueves era una cuestión de honor, y de pantalones -o faldas- que se hubiera oído decir: «Efectivamente, señor Rufián, por este y aquel motivo, fui yo quien ordenó que les espiaran a ustedes».

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