Los niños, los borrachos y los socios de Sánchez

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Dice el acervo popular que los niños y los borrachos siempre dicen la verdad. A estas dos categorías hay que sumarle una tercera: los socios de Sánchez. Porque las verdades de Otegi y Rufián representan las mentiras del presidente del Gobierno. La enésima ignominia y felonía de Sánchez contra los españoles se demuestra en las palabras que sus principales aliados han proferido esta semana. El filoterrorista reconoció que los Presupuestos actuales se han aprobado gracias al apoyo de «los que quieren marcharse de España». El golpista de ERC afirmó que la reforma del delito de sedición fue posible gracias al chantaje que se le hizo al Gobierno a cambio del beneplácito a las cuentas. Y hace unos meses, Aragonés, presidente de la Generalitat de Cataluña, confirmó que el Gobierno de España se mueve al dictado de lo que el separatismo promueve.

Definitivamente, se han traspasado todas las líneas de la indignidad moral y política. Someter la voluntad de una nación de casi cincuenta millones de habitantes a los intereses y caprichos de los enemigos de esa nación es la verdadera aportación de Sánchez a la historia, aquello por lo que se le recordará. La gobernabilidad del país no puede estar en manos de treinta escaños ni depender el futuro de los españoles de los votos que dos millones de esquizofrénicas papeletas suponen en cada ley aprobada. Pero es lo que hay y es lo que Sánchez quiere.

Este escenario es reversible si la oposición se entona más allá de las palabras. El próximo Gobierno que salga de las urnas, una vez el sanchismo sea derogado y derrotado, debe ser valiente e impulsar una mayoría parlamentaria que lidere una reforma de la ley electoral y, al modo de Portugal, impida a partidos regionalistas de corte aldeano y cantonalista, que hacen del egoísmo su sello político de identidad y que sólo desean una sociedad de ciudadanos desiguales y poco libres, tener representación en las Cortes Generales si no concurren a los comicios en el conjunto del territorio nacional.

No es imposible evitar la sobredimensión que tienen, como tampoco es mucho pedir que el próximo Gobierno de España no trabaje en contra de los intereses de la nación que preside, y que los acuerdos importantes no se dicten en las herriko tabernas de los que quieren marcharse del país o en las sedes corruptas de quienes dan un golpe de Estado contra las instituciones, leyes y ciudadanos que lo habitan. La mejor forma de evitar los pactos miserables, obscenos y felones de Sánchez es minimizar, arrinconar o eliminar la importancia actual de sus socios, aunque digan la verdad, como los niños, o los borrachos.

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