Moción de censura: ‘Qui prodest?’

Moción de censura

Finalmente, se registraba en el Congreso de los Diputados la moción de censura presentada por el grupo parlamentario de Vox, contra el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. La singularidad de la iniciativa se acrecienta al conocerse el candidato a la presidencia presentado por los diputados proponentes, lo que obliga a una profunda reflexión. Vaya por delante el mayor de los respetos hacia la persona de Ramón Tamames, de la mano de quien no pocos veteranos tuvimos en su «Estructura económica de España» una obra de referencia en nuestra época universitaria.

Son diversos los ángulos desde los que procede reflexionar acerca de los argumentos a favor de la iniciativa, así como de los contrarios a la misma; que abundan tanto en un sentido como en el otro. Lo previo es afirmar que en el mercado político del momento hay motivos para censurar a Sánchez para dar y vender, así como que reglamentariamente no hay objeción alguna contra una moción de censura. Cuestión distinta es la oportunidad de su presentación cuando en diciembre como máximo habrá elecciones generales, y en menos de tres meses se producirán las municipales y autonómicas, de gran calado político. El Reglamento de la Cámara obliga a la celebración de la moción en el mismo período de sesiones de su registro, lo que le permite a Meritxell Batet hacerlo hasta incluso después del 28 de mayo atendiendo a los intereses políticos de Sánchez, lo que no es una cuestión menor.

También es sabido por evidente, que matemáticamente la moción no tiene posibilidad alguna de prosperar, de lo que se deduce que el análisis coste-beneficio se medirá en términos estrictamente electorales, al dar por descontada la derrota de la censura. ¿Saldrá reforzado Sánchez del debate, o saldrá debilitado? Esta es la cuestión, que se corresponde con la pregunta clásica: Qui prodest? (¿A quién beneficia?). La respuesta debe esperar a que se sustancie la moción, pero a priori no son pocas las incógnitas y riesgos que corre no sólo Vox, sino la necesaria alternativa a ese sanchismo que es el bloque político que aupó a Sánchez a La Moncloa mediante otra censura en 2018, y allí le mantiene con sus votos. Hasta el presente y desde 1979, todas las elecciones generales han sido ganadas por el partido triunfador de las previas elecciones municipales, lo que hace muy arriesgado el envite al estar tan próximos estos comicios, y cuando todas las encuestas auguran en estos momentos una clara derrota socialista.

El PP ya se ha decantado públicamente por la abstención, lo que curiosamente ha criticado el ministro Bolaños, olvidando que el PSOE se abstuvo en la censura que presentó Podemos contra Mariano Rajoy con Pablo Iglesias de candidato. Desde luego, la actual postura de Feijóo es más inteligente y pragmática que la que adoptó Casado ante la anterior censura promovida por Vox, convertida por él en una censura a éstos, votando a favor de Sánchez y rompiendo pública y violentamente con su cooperador necesario para desalojarle del Gobierno, con unas consecuencias que tampoco fueron ajenas a su posterior relevo al frente del PP.

Todas las circunstancias convergen, pues, en la personalidad del candidato propuesto, cuyo perfil político no se compadece precisamente con Vox. Así, en cuanto al control de daños parece que corre más riesgo de salir debilitada del evento la oposición que el Gobierno. En cuanto al beneficiado por salir fortalecido, hay que tener presente lo sucedido en ocasiones anteriores. En mayo de 1980 Felipe González fue el vencedor político frente a Adolfo Suárez, pese a que éste ganó matemáticamente. En 1987 Hernández Mancha salió derrotado de la que él promovió, mientras que la de Iglesias dejó las cosas como estaban.

En cuanto a la anterior de Abascal, ya comentamos que el derrotado fue Casado, por lo que en este caso, si hay un vencedor será Tamames, que no es candidato de Vox. Ciertamente, el debate puede ser un auténtico espectáculo político en un cara a cara suyo con Sánchez, pero me temo que no se produzca y sean sus ministros los que den la cara por él. En resumen, demasiado riesgo y espectáculo para un asunto tan serio.

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