Madrid, epicentro de la geopolítica mundial
La celebración esa semana en Madrid de la cumbre atlántica, trae causa de conmemorar el 40º aniversario de la incorporación de España, a la OTAN, decisión que ahora celebra el PSOE, pero que para los más jóvenes, o los desconocedores de nuestra verdadera historia contemporánea, conviene recordar que no fue Felipe Gonzalez como presidente del Gobierno quien adoptó esa muy valiente y acertada decisión, sino el entonces presidente y antecesor suyo en la Moncloa, Leopoldo Calvo Sotelo, de la extinta UCD. Y por cierto no fue precisamente una decisión consensuada, sino adoptada con la izquierda frontalmente opuesta y movilizada bajo el lema y el grito de “OTAN de entrada, No”.
El baño de realismo que asumió González aquel mismo año de 1982, cuando seis meses después ganó las elecciones por una irrepetible e histórica mayoría de 202 diputados y con ese lema en el frontispicio de su programa, le llevó a convocar un referéndum para precisamente defender lo contrario, es decir la permanencia en la Alianza en marzo de 1986. No fue ajena a esa sonora rectificación, el que nos habíamos incorporado a la CEE, hoy UE, el 1º de enero de ese mismo año, tras unas prolijas negociaciones que formalmente habían comenzado en 1962 con el franquismo, y que concluyeron con el tratado de adhesión firmado solemnemente seis meses antes en el Palacio Real, que en sus acuerdos no escritos, incluía también ese compromiso por parte del gobierno socialista de González.
Recordar hoy este acontecimiento, es oportuno, sobre todo teniendo presente que la izquierda comunista sigue petrificada en aquella postura de rechazo, siguiendo la consigna del entonces PCUS que mandaba en la URSS. Este domingo, la multinacional comunista se manifestó contra la «Alianza, la guerra y el gasto militar» con descriptible, – es decir, ninguno- éxito en Madrid, con el secretario general del PCE, entre ellos, que “casualmente” es el secretario de Estado nada menos que de la Agenda 2030 en el gobierno yuxtapuesto de Sánchez, anfitrión de la Cumbre. Si ya es una flagrante contradicción que altos cargos del gobierno se manifiesten contra una convocatoria de esas características de la que su gobierno ejerce de anfitrión, no lo es menos que sea un comunista cualificado quien gestione lo que teóricamente es la hoja de ruta del globalismo por la que debemos transitar los españoles durante toda esta década.
Que nuestro teórico futuro colectivo esté en esas manos políticas, ya resume lo que es el sanchismo en estado puro. Con esas credenciales fácticas no es de extrañar que Sánchez no haya sido invitado a participar en ninguna de las diversas reuniones que para coordinar políticas ante la situación en Ucrania han mantenido un grupo de dirigentes de la Alianza convocados por Estados Unidos, a lo largo de estos cuatro meses de guerra. Se pretende que esta Cumbre, que significa la presencia en Madrid de cuarenta delegaciones, treinta jefes de Estado y unas cinco mil personas en total, revise y defina el concepto estratégico de la Alianza para los próximos diez años, sensiblemente alterado tras la invasión de Ucrania y por los acuerdos bilaterales suscritos por Putin con Xi Jimpin el pasado mes de febrero en Pekín.
Con el Aukus y Taiwán en el horizonte, recordemos que en ese acuerdo se aboga por “el fin de las alianzas militares que pretenden imponer un modelo político e ideológico unilateral”- es decir, la democracia occidental- y acabar con la hegemonía global obtenida por los EEUU tras el final de la guerra fría con la caída del Muro de Berlín y la implosión de la Unión Soviética hace ya más de treinta años. Se trata de una auténtica enmienda de totalidad a la OTAN, que es una alianza militar defensiva, pero que incluye un marco conceptual de paz, seguridad y valores al que, con la experiencia de Rusia con Ucrania, quieren acogerse con carácter inmediato Finlandia y Suecia, abandonando su tradicional y poco comprometido pacifismo y neutralidad. De momento, Putin ha mostrado su tarjeta de visita con un sensible incremento de fuerza y bombardeos sobre la capital Kiev, que impiden la presencia física de Zelenski en Madrid, que será telemática y en la que ya tiene tablas acreditadas.
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